Tu vida o un hijo. La escritora Anne Ernaux (1940) quedó embarazada mientras estudiaba en la universidad. Si tenía el niño su vida ya no sería la misma, no la que quería, la que quería posibilitar con la conclusión de sus estudios. No sería su vida, sino que esta quedaría supeditada a su criatura. Quienes están en contra del aborto se califican como personas pro vida, como si no importara la vida de la madre, cómo queda su vida condicionada. No les importan las circunstancias de vida de la madre ni del niño. Anne Ernaux logró materializar, y afianzar, la vida a la que aspiraba, como escritora. Si hubiera dado a luz su vida hubiera sido otra. Prefirió dar a la luz a su propia vida. En el 2000 publicó El acontecimiento, en la que narraba esa experiencia específica, como la mayor parte de su obra literaria es de cariz autobiográfico. Su adaptación cinematográfica, El acontecimiento (L'événement, 2021), segunda película de la cineasta francesa Audrey Diwan, matiza a través de su planteamiento estético, y narrativo, el filtro subjetivo, y de modo más específico, la circunstancia emocional, la sensación de cerco, de aislamiento y ansiedad. La cámara, y el enfoque narrativo, se centra en Anne (Anamaria Vartolomei), como si fuera su respiración emocional.
Es otra circunstancia, pero comparte planteamiento estético y narrativo con otra producción francesa, la excelente A tiempo completo, de Eric Gravel. En ese caso, es la circunstancia crítica económica y laboral de una mujer que, durante una huelga de transporte, intenta asistir a unas entrevistas de trabajo que posibiliten un empleo, acorde a su preparación, que la libere de los apuros de tener que dejar a sus hijos con una vecina cada vez que tiene trasladarse de su pueblo a París para realizar su trabajo como limpiadora en un hotel de cinco estrellas. Su empecinado propósito brega con diferentes adversidades. En El acontecimiento, las figuras alrededor de Anne son figuras que adquieren entidad de acuerdo a su presencia circunstancial, en función de ella, según cuál es su circunstancia, aún no embarazada o embarazada. Sus amigas son sus cómplices, hasta que la noticia modifica la relación. Quien parecía más desapegada en cuestiones sexuales se revela más medrosa, y se repliega en la zona de confort de la no implicación, como si la circunstancia de Anne fuera una zona radioactiva, problemática (los recovecos turbios de la realidad que se prefiere pensar que no existen o que se prefiere mantener lejos de la propia parcela de realidad, como un incómodo fuera de campo). El profesor que parecía complacido con la inquietud de conocimiento de Anne no entiende sus variaciones de comportamiento y en vez de indagar reacciona de modo susceptible y por tanto inflexible: durante su conversación la cámara se dilata sobre su rostro mientras ella permanece fuera de campo, muda, incapaz de compartir lo que sufre, porque su circunstancia padece la contaminación de lo no decible.
Las reacciones de la amiga y el profesor delatan cómo las acciones de los demás se viven en función de uno. Parece, en principio, el caso de un amigo, para quien la revelación de embarazo la revela como mujer con disponibilidad sexual, con lo cual su primera reacción, más que el apoyo es la de la aproximación sexual. Su aislamiento se extiende como un cerco, porque no encuentra apoyo alrededor, ni en médicos (entre los que hay quien incluso le receta medicinas que, según él, pueden ayudarle a sufrir un aborto natural cuando más bien lo impiden) ni el padre de la criatura, como tampoco puede compartirlo con su familia, contención que la desespera, y por añadidura, sufre el desprecio estigmatizador de otras compañeras que sospechan lo que le ocurre (doble mancha: disponibilidad sexual, y embarazo). Pareciera, durante ciertos pasajes, que sobrevuele, a diferencia de en la obra de Eric Gravel, la sombra del esquematismo, del trazo grueso que no deja el resquicio al matiz, en parte porque es un enfoque centrado en la perspectiva de Anne, quien siente, además por el avance de los meses, que su experiencia se asemeja cada vez más a la parte estrecha de un embudo, que la aboca en soledad a la amarga, sórdida, turbia y dolorosa experiencia física del aborto en sí. Pero hay personajes que reaccionan de un modo inesperado, como apoyo, y la relación familiar está marcada por esa imposibilidad de compartir, como la tensa escena entre madre e hija, en la que su desesperación por no poder compartir lo que sufre se torna en un comportamiento desabrido que genera una confrontación, como desvío que es callejón sin salida, que concluye con una bofetada de su madre, ignorante de lo que sufre su hija, y de cuál, realmente, es la causa de la repentina agresividad de su hija. El acontecimiento es el relato de una experiencia de terror, de aislamiento y desamparo, pero también de determinación y perseverancia, para lograr que la propia vida no sea borrada por el nacimiento de otra, mientras, a su alrededor, la mayor parte prefiere mirar a otro lado, o mirarla con la actitud de la recriminación o el desprecio, o, sin saber verla, rechazarla, o abofetearla, con la inflexibilidad o el desconcierto de la ignorancia. La (avergonzada) expresión del profesor, cuando comprende, entre líneas, lo que ella ha padecido es la elocuente manifestación de la incapacidad de discernir al otro porque el otro, ante todo, es una pantalla en función nuestra.
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