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miércoles, 1 de agosto de 2018

Los increibles 2

Una cuestión de visibilidad. En la secuencia introductoria de Los increibles 2 (2018), de Brad Bird, la familía de superhéroes se enfrenta a un villano de nombre Socavador, el cual utiliza una máquina perforadora subterránea, que socava los cimientos de la ciudad, con la finalidad de perpetrar el robo a la cámara acorazada de un banco. El trayecto dramático de Los increibles 2 se vertebra sobre dos cuestiones que socavan los cimientos sociales en la actualidad, ambas relacionadas con la visibilidad: por un lado, el tira y afloja de la cuestión genérica en la distribución de funciones en los escenarios domésticos y públicos, o de detentación de privilegios sin cortapisa alguna en la esfera laboral, en la notoriedad del escenario social. Y, por otro lado, el predominio de la pantalla como escenario dominante, con la consecuente enajenación, en distintas direcciones, en la avidez de notoriedad y en su reverso, la amargura de la frustración.
Con respecto a la primera cuestión, el trayecto alterna dos dedicaciones, o tareas heroicas: las misiones de salvamento que tendrá que realizar Helen/Elastigirl, promovidas y apoyadas por Winston Devor, director de una empresa de telecomunicaciones dispuesto a rehabilitar la imagen de los superhéroes, considerados ilegales, y por otro, la dedicación a horario completo a las tareas del hogar de Bob/Mr Increible, quien se muerde la lengua, aunque la cueste, al aceptar que sea ella la protagonista de la función, y él tenga que resignarse a la tarea invisible del cuidado y atención de sus tres hijos. Deberá reciclarse en sus conocimientos de matemáticas para ayudar a su hijo Dashiell, intervenir en las zozobras sentimentales de la adolescente Violeta, y sobre todo lidiar con la turbina energética del pequeño Jack-Jack: o cómo resistir heroicamente la dificultad de conciliar el sueño o encontrar un pequeño resquicio para uno mismo. Por un lado, se resalta el lado menos grato de la paternidad, lo que conecta con la lúcida y nada complaciente mirada de Jason Reitman/Diablo Cody en la notable Tully (2018). Por otro, en los múltiples poderes que revela poseer JackJack se refleja la multiplicidad de poderes que debe disponer el ejercicio de la paternidad para lidiar con una tarea que puede absorber como un agujero negro (y no sólo el tiempo).
Elastigirl, por su parte, tendrá que enfrentarse a un villano de nombre Rapta-pantallas. Su poder hipnótico a través de las diversas pantallas logra sugestionar en tal medida que rapta las voluntades, las cuales realizarán aquello que les demanda. La pantalla es la aspiración escénica pero también agujero negro. Si eres un héroe, estás en el centro del foco, protagonizas la pantalla. La figura del héroe, por otro lado, no deja de ser un ilusión, que refleja esa necesidad de que haya una fuerza exterior que resuelve las adversidades o contrariedades cotidianas. El heroísmo no es una cuestión de protagonismo escénico, de sentirse la figura notoria, como la envidia que le corroe a Mr Increible con respecto a su esposa, Elastigirl, por no ser él quien sea el protagonista. Es más bien una cuestión de capacidad resolutiva aunque, de modo más preciso, de actitud o disposición, un deseo de resolver o ayudar, por lo tanto, una tarea en la que no está exenta la falibilidad. No siempre se puede ser resolutivo, no siempre se puede estar en el momento adecuado, o disponer de la capacidad de respuesta ( y quizá en ocasiones se resuelva más bien por la intervención de otros). Su reverso es la negación, el nihilismo que no cree en lo posible, o cree que la promesa de lo excepcional no deja de ser un engaño. La enajenación del dominio de la pantalla se convierte en una forma de canalizar la amargura de no poder controlar la realidad.
En relación a la visibilidad hay otra línea complementaria: en la primera secuencia, un chico que le gusta a la adolescente Violeta la sorprende con su traje de superheroína. Mr Increible pide a Dickar que borre ese recuerdo de la memora del chico, como hacían los Hombres de negro. Pero el borrado se amplia más allá de ese suceso, con lo que el chico que le gusta no la recuerda en absoluto. Violeta, que posee el poder de la invisibilidad, se convierte, para su desesperación, en alguien completamente invisible para la mirada de quien deseara que la viera como su centro, primer plano y fondo de pantalla de realidad. Significativamente, el relato comienza con el interrogatorio a ese chico, o con su perspectiva, la perspectiva de la mirada ordinaria, nuestra mirada, que puede ser asombrada, de admiración, como también, como refleja el desarrollo del relato, la mirada que se oculta tras Rapta pantallas, el resentimiento y la amargura. Para qué alegrarnos del éxito de otros, como sí en cambio se esfuerza en combatir en sí mismo Mr Increible (¿al fin y al cabo él no siente al principio que ella rapta la pantalla que él quisiera protagonizar?).Se esforzará en asumir, encajar, que la protagonista sea ella, Elastigirl, y a la vez disfrutará del logro de convertirse en eficaz héroe doméstico que logra solventar las múltiples pruebas que comporta ser un padre esforzado y voluntarioso.
Los increibles 2 arranca en movimiento, ya con una secuencia introductoria de acción, que prosigue donde terminaba la obra precedente del 2004, también dirigida por Brad Bird. Un desafío que puede convertirse en trampa de arena o en rampa de lanzamiento. Por ahora, no hay ninguna equiparable a la introductoria de Skyfall, de Sam Mendes. Hay casos en los que el desequilibrio, entre acción y conflicto de personajes, torna en irregularidad la narración, como en el caso de la secuela de Kingsman. En Los increibles 2 se consigue armonizar, con ese admirable equilibrio narrativo que Bird ya había demostrado en la mejor de la serie Misión Imposible, la IV, y en Tomorrowland. El centro de la pantalla, por muy espectaculares que sean las acciones, no dejan de serlo los personajes con sus conflictos.

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