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viernes, 28 de agosto de 2015

3 corazones

A veces, un contratiempo, puede propiciar que conozcas a quien consideras el amor de tu vida. A veces, un contratiempo, puede propiciar que no puedas acudir a la cita que podría proyectar el inicio de una relación con quien consideras el amor de tu vida. La vida es impredecible, y no depende sólo de nuestras voluntades. Y un giro de azar puede posibilitar que nuestra vida sea radicalmente distinta de lo que pudiera haber sido. Incluso, ay giros de azar que pueden ser retorcidos y pueden llegar a estrangular las vidas, los corazones, el símbolo depositario de los sentimientos, sin que se logre encontrar el calificativo adecuado para definir esa cruel aleatoriedad (o pauta, si la hay), pero resulta sangrante, aunque sea esa sangre no visible que se vacía en nuestro interior sumiéndonos en un desolado desamparo. En '3 corazónes' (3 coeurs, 2014), de Benoit Jacquot, Marc (Benoit Polvoorde), inspector de hacienda, pierde el último tren nocturno en un pueblo de provincias de calles silenciosas y solitarias. Pero el azar posibilita que conozca a Sylvie (Charlotte Ganisbourg), quien le ayuda a encontrar hotel, quien parece que no se encontraba, insatisfecha con una relación que no rompía, y hay una conversación que se gesta, una atracción que a ambos les ha electrocutado como una revelación. Y deciden citarse unos días después en París. Pero un diálogo que no lo es, entre quienes hablan lenguas distintas, y un sofoco que provoca un desmayo, propician que Marc llegue tarde a la cita.
Y ambos no habían intercambiado un modo de contacto: este es el reverso de la sublime 'Tú y yo' (1958), de Leo McCarey: no hay reencuentros catárticos. Es más, para retorcer más la posibilidad de que el corazón de su relación pueda latir (como ya tiene dificultades el propio Marc), no es que mientras, como en los casos de la pareja protagonista de la obra de McCarey, ambos mantengan otras relaciones con menor implicación sentimental, sino que Marc, en su lugar de trabajo, por un azar, por ser atento con una mujer que llora, conoce, sin saber el parentesco, a la hermana de Sylvie, Sophie (Chiara Mastroianni), dueña de una tienda de antiguedades, quien tampoco sabía cómo romper una relación, y se sienten atraídos, e inician una relación, que se consolida, y se reafirma con el matrimonio y el nacimiento de un hijo. Y el sentimiento aquel que se gestó con la otra hermana queda apartado en una vitrina de un rincón aparcado de una tienda de antiguedades de las entrañas que permanecen en sombras, pero agazapadas. Y años después se produce la fractura, el inevitable seismo, la perdida del paso, el extravío. Y cómo encajar esa poderosa emoción que sienten Marc y Sylvie cuando para ambas hermanas el amor que se profesan no tiene parangón con ningún otro. Cómo construir algo si generarías un daño irreparable.
En estos admirables pasajes, Jacquot opta por una narración elíptica que refleja de modo sutil la contención de ese remolino de emociones que aturde y desgarra a Marc y Sylvie. No pueden traslucir lo que les conmociona, su semblante debe permanecer como una de las máscaras en la tienda de antiguedades. El reflejo en el espejo, como ese espejo en el que Marc se mira en el escaparate de la tienda, y años después en la sombría soledad de su salón, debe ser opuesto al que se agita en su interior. Y una epísódica voz en off irrumpe fugazmente, como otro reflejo de esa absurda aleatoriedad, para puntuar la condición de personajes de una ficción incomprensible, sin autor, sin sentido, que les aboca a la desolación de un modo u otro. Y las emociones conducen sin rumbo, y los besos son desesperados entre las sombras de los objetos desechados, y los corazones pierden el paso. Pero siempre queda el sueño de saber lo que pudiera haber sido si aquel día, en aquel parque, hubiera llegado a tiempo, y ambos se hubieran sonreído, y hubieran decidido caminar juntos, no sólo en aquel parque, sino toda una vida. Los azares, los contratiempos, y no vives lo que soñabas vivir, o vives conforme con un insuficiente sucedáneo con el que no te atreves a romper, un reflejo en un escaparate, quizás difuso, como tu vida. Esta excelente obra, con extraordinaria banda sonora de Bruno Coulais, se estrenará el próximo 30 de octubre.

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