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jueves, 13 de agosto de 2015
Extraño suceso y Travesía peligrosa
Los cuerpos pueden desaparecer. Pero también los signos, y si estos se disuelven, no hay cuerpo, el objeto de realidad se cuestiona como ilusión, y la mirada que lo enuncia como realidad se cuestiona como enfoque enajenado. La mirada ha creado realidades, lo que ha vivido es una pantalla exclusiva disociada de la realidad que viven alrededor los demás. Hay obras como 'Alarma en el expreso' (The lady vanishes: la dama desaparece, 1937), de Alfred Hitchcock, 'Extraño suceso' (So long at the fair, 1950), de Terence Fisher y Anthony Darnborough, 'Travesía peligrosa' (Dangerous crossing, 1952), de Joseph M Newman, 'El rapto de Bunny Lake' (1965), de Otto Preminger, o 'Frenético' (1988), de Roman Polanski que se construyen alrededor de la desaparición de un personaje sobre el que alguien insiste en que existía. Pero a su alrededor los signos parecen indicar que no era así. En principio, las otras miradas no parecen compartir su percepción. La realidad se abre como una brecha incierta o se pone en cuestión la percepción del sujeto. Puede ser un escamoteo (una influencia externa) o puede ser la proyección de una enajenación (condicionamiento interno). Los motivos de la modificación externa del escenario pueden estar motivados por el interés o por la necesidad.
'Extraño suceso' adapta una novela de Anthony Horne publicada con el mismo título en 1947, inspirada en una leyenda urbana según la cual, durante la celebración de la Exposición universal de París en 1889, una madre y una hija se registraron en un hotel. La madre se sintió indispuesta y la hija se marchó en busca de unas medicinas. A su regreso no sólo todo el mundo negaba que su madre hubiera existido, afirmando que se había registrado ella sola, sino que no existía siquiera la habitación que había ocupado su madre. Tal leyenda inspiró varias obras, entre ellas, un relato de Ernest Hemingway, 'The torrents of the springs', y se ha especulado durante tiempo sobre si tal suceso acaeció o no. Parece que todo parte de un artículo, 'A mistery of the Paris exposition', escrito por Nancy Vincent McClelland y publicado el 14 de noviembre de 1897 en el periódico The Philadelphia enquirer.
En la obra de Fisher, son dos los hermanos ingleses los que llegan a París, tras hacer escala en Marsella, Vicky (Jean Simmons) y Johnny (David Tomlinson). Una elipsis durante la primera noche deja suspendida una nota interrogante: la campanilla de la habitación de Johnny suena en recepción. Pero no sabemos cuál es el motivo porque la perspectiva será, a la mañana siguiente, la de la hermana, quien se encuentra, para su perplejidad, con la negación por parte de quienes dirigen el hotel de que ella haya venido con un hermano. No sólo eso, la habitación que dice que ocupaba su hermano más bien corresponde a un baño. Las interrogantes no se dirigirán hacia el sujeto que enuncia una realidad que los otros niegan, sino que más bien asienta el desconcierto sobre la habitación de una realidad que no es como se creía que era. El escenario de la realidad se cambia, y suscita la desesperación. No existe quien es familiar para ti, un hermano. Lo anómalo reemplaza a lo familiar. La realidad es un espacio hostil e incomprensible. Las casualidades ayudan a apoyar la negación de los otros: ella quiso firmar en el libro de registros. El sujeto, Vicky, pierde pie porque no encuentra apoyo en una realidad sólida, sino escurridiza, como si hubiera sido excluida de la realidad, y habitara otra. La realidad parece que puede borrarse. Su indefensión se acrecienta con el hecho de que se encuentra en un país extranjero, y no domina la lengua. La comunicación se entorpece, el no entendimiento se amplifica.
El comportamiento de los directores del hotel indica que algo ocultan. Su preocupación por seguir a Vicky, después de intentar disuadirla infructuosamente de que retorne a Londres, delata prontamente que la negación posee una motivación que permanecerá en enigma hasta la conclusión. En el persistente proceso de búsqueda e interrogación, Vicky se encuentra con infortunadas casualidades que impiden el apoyo de un testigo (por el accidente de un globo aerostático en una feria), hasta que encuentra la corroboración de otra mirada, la de un compatriota además, George (Dirk Bogarde), que la ayuda en las pesquisas (no deja de ser un singular detalle de caracterización que él sea pintor: otra mirada, que se deslinda del resto, visibiliza lo que parecía sólo afirmar como realidad ella: si otra mirada corrobora el enunciado puede tener base real y no ser una mera fantasía). El primer paso, por tanto, será revelar el espacio que se ha negado, la habitación desaparecida. Toda negación es como si tapias la realidad. Lo que se dice es lo que es. Lo que niegas no es. Y tras el espacio, o la brecha en el espacio, en la inconsistencia de la negación, posteriormente, se encontrará el cuerpo hurtado de la realidad, y el esclarecimiento de su razón, la necesidad (no exenta de cierta conveniencia).
En 'Travesía peligrosa', adaptación de un relato de John Dickson Carr, 'Cabin B-13' varía la ecuación, porque la percepción del sujeto de pone en cuestión, o su equilibrio mental. Ruth (Jeanne Crain) inicia un viaje de luna de miel con su marido John (Carl Betz) en un transalántico. Cuando retorna a su habitación, tras zarpar el barco, se encuentra con que la suya no es que la suponía. En esa habitación no está su equipaje, sino que está en otra. Y su marido, que había ido a realizar un trámite, no retorna. Aún más, nadie recuerda que la acompañara un marido. Hay varias circunstancias que ayudan a esa impresión: la mirada que enfoca en un punto y olvida lo que hay alrededor (el sobrecargo que se fija particularmente en ella cuando sube por la escalerilla; su marido no la sigue, sino que sube más atrás, con lo que para el sobrecargo es alguien que sube sola); los gestos/signos ambivalentes: Ruth se siente tan feliz que se despide de la gente que se queda en el muelle, y hay a su lado quien piensa que se despide de alguien en concreto (lo que reafirma impresiones posteriores de que ha subido sola; a veces lo que parece literal no lo es).
Y los testimonios que niegan, como el caso de la camarera Anna (Mary Anderson) que estaba presente cuando entraron en el compartimento. O está involucrada de algún modo o refrenda la idea que se va apuntalando en los demás de que Ruth padece algún tipo de problema mental. Su comportamiento cada vez más desesperado supera el umbral de lo histérico lo que afianza aún más esa impresión de las otras miradas alrededor. Por añadidura, aquel que más ofrece su apoyo, el doctor Manning (Michael Rennie) se va sintiendo atraído progresivamente por ella lo que incide en que su deseo sea que no exista ningún marido. Su apoyo se tiñe de un deseo de que la realidad sea del modo que más le pueda convenir, más allá de las pruebas, que más bien son signos ambiguos o ambivalentes. La realidad se puede manipular para conseguir satisfacer unos intereses, pero también se puede emborronar la percepción por lo que se desea.
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