Spencer Tracy, con el que colaboró en tres ocasiones, El caso O’Hara (1952), Conspiración de silencio (1955), ambas bajo contrato con la MGM, y El viejo del mar (1958), de la Warner, ya en su primer periodo como freelance, podría ser el equivalente actoral del estilo cinematográfico de John Sturges. Tracy fue un intérprete muy admirado, en particular, por parecer que no actuaba, como si no realizara esfuerzo alguno, como si su naturalidad fuera mero reflejo de sí mismo. Se puede equiparar al estilo de Sturges, que transmitía esa impresión de mera funcionalidad sin particular inventiva ni intencionalidad significante en el uso de los recursos cinematográficos, sin una elaboración meditada. Como si fueran ambos lo que parecen sin más. La orfebrería de la simplicidad. La complejidad del minimalismo. A ninguno le gustaba el histrionismo en su estilo. Expresaban mucho con poco. Conspiración de silencio y El viejo y el mar coincidían en que eran obras colindantes con la abstracción, orquestadas mediante la conjugación, por un lado, de la fisicidad de las acciones y la presencia determinante del entorno, fuera desierto o mar, como un personaje más, incluso fundamental, y, por otro lado, la alegoría implícita. Un trayecto íntimo simbólico, como una experiencia interior. Por supuesto, sin evidenciar, de modo explícito, su condición parabólica.
En ambas, Sturges reemplazó a otro director, en Conspiración de silencio a Richard Brooks, quien, dado como coleaban aún las secuelas de las actividades inquisitoriales del Comité de Actividades antiamericanas, no quería exponerse demasiado por el cuestionamiento de la xenofobia, y en El viejo y el mar a Fred Zinnemann (cuyo enfoque era más bien documental a diferencia del atmosférico o íntimo de Sturges). En ambas, películas, los personajes de Tracy lidian con su fragilidad, en un caso por sentirse inútil, como uno de sus brazos, en el otro, por el desgaste de su cuerpo, las consecuencias de la vejez. Como también en El caso O'Hara, en la que el personaje de Tracy lidiaba con su dificultad para resistir las tensiones derivadas de su labor como abogado, por lo que recurría al alcohol, e incluso, pese a su integridad y sentido de la justicia, al atajo fácil ilegal para favorecer a su inocente defendido. Cuestiones que desarrollo y analizo en John Sturges. La mirada ecuánime o depende de a qué se llame mirar (Providence)




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