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domingo, 20 de julio de 2025

John Sturges durante el rodaje de Duelo de espías

 

Duelo de espías, la última película que dirigió bajo contrato de la MGM, es una de sus obras más desconocidas y desatendidas. No fue siquiera éxito en taquilla. Estrenada en julio, ni siquiera recuperó el presupuesto invertido. El escenario de conflicto colectivo es el de la pugna establecida, desde 1777, entre el ejército inglés y los rebeldes de las trece colonias, las cuales se organizaron para articular su oposición a unos impuestos que tenían que pagar inapelablemente, sin capacidad de intervenir en las decisiones o en cualquier dictamen. Duelo de espías, como su obra precedente, era una asignación, pero se puede apreciar las concordancias, complementarias en relación a una circunstancia socio política. En Conspiración de silencio, se cuestionaba la cerril xenofobia que necesita de enemigos para autoafirmarse: esa ceguera fanática era el real enemigo, no los otros, los japoneses, u otra etnia o identidad cultural. Se cuestionaba la actitud inflexible y discriminatoria, mientras que en Duelo de espías se plantea cómo una actitud modélica, la ecuanimidad caballerosa, puede estar encarnada en alguien que representa otros ideales o a otra facción, cuyo símbolo, la chaqueta que porta, además, es un color que representaba a los que eran perseguidos como comunistas. Aún más, la acción dramática transcurre en el periodo en el que se gestaba una nación, un conjunto social, que se rebelaba a unas imposiciones. Duelo de espías expone cómo alguien considerado como enemigo, porque porta otra chaqueta (roja), puede ser el más ecuánime. André no representa al enemigo que se derrotó para conseguir ser el país independiente: el rival también es como uno, y es alguien, más allá del papel que se represente o la facción a la que pertenezca, con el que se puede crear un vínculo de complicidad que incluso resulte excepcional.

Duelo de espías comienza con una persecución a caballo. También Fort Bravo (1953) nos presenta a su protagonista, el oficial de la unión, Roper (William Holden), a caballo, arrastrando a un confederado prófugo. Su comedia Fast company (1953), se inicia con una carrera de caballos en un hipódromo, en la que el entrenador Rick (Hoeard Keel), sonríe no por la derrota de su caballo Gay Fleet sino por el éxito de su táctica, ya que pretende hacer creer a la heredera, Carol (Polly Bergen), la cual llegará en breve, que el caballo carece de cualidades competitivas, por lo que se lo comprará por quinientos dólares, es decir, un cero menos en la cantidad de lo que vale. En suma, el pícaro urde una escenificación para conseguir mayor beneficio. Y, por añadidura, El sexto fugitivo (1956), comienza con una mujer, Karyl Orton (Donna Reed), que cabalga en un entorno desértico, el valle de Gilla, Arizona. Otro hombre, Tom Welker (Regis Tomer), apostado con un rifle, en las alturas, sigue su recorrido hasta una edificación abandonada, en parte derruida, donde un hombre, Jim Slater (Richard Widmark), cava. ¿Por qué se dirige a ese lugar abandonado esa mujer? ¿Por qué está apostado, al acecho, ese hombre? ¿Por qué está cavando en ese lugar inhóspito el otro hombre?. En todas las películas, constantes en el cine de Sturges: las persecuciones, las fugas, las escenificaciones.  En Fort Bravo parece que la recién llegada al fuerte siente lo mismo que el personaje de Holden, pero ella le distrae para facilitar la fuga de su prometido y tres compañeros, aunque, irónicamente, sí se sentirá atraída por él. Holden persigue a los prófugos pero también a la mujer que cree que la ha engañado. Slater, en El sexto fugitivo, persigue al hombre que abandonó ante el asedio de los indios a sus cinco compañeros, entre los que Slater cree que se encontraba el padre que le abandonó, ya que optó por quedarse con el oro en vez de buscar ayuda. Un sexto hombre que finge ser otra persona, como Slater descubrirá que su padre no es como creía que era. En Duelo de espías, el protagonista. el rebelde encarnado por Cornel Wilde, se infiltra en territorio enemigo haciéndose pasar por un inglés, en busca de quién es el traidor en sus filas, y quién duda de su escenificación, el personaje de George Sanders, es quien se define como crítico de teatro, por su capacidad para discernir fingimientos. Aunque en esa representación establecerá el protagonista una profunda amistad con un oficial del otro bando, interpretado por Michael Wilding, el epítome del hombre ecuánime en la filmografía de Sturges.. En Fast company las escenificaciones se enmarañarán con los sentimientos de uno y otro, y tendrá que dilucidar el pícaro si persigue la consecución de dinero o el amo mientras ella intenta tácticas escénicas para seducirle a la vez que se ofusca con las equívocas apariencias y la falta de información crucial, constante también en el cine de Sturges, y que como las anteriormente citadas desarrolló en John Sturges, La mirada ecuánime o depende de a qué se llame mirar (Providence). 

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