Brotes de pasión (1961) y Una muchacha llamada Tamiko (1963) fueron, y son, dos melodramas poco apreciados, diría que muy minusvalorados, dentro de la filmografía de John Sturges porque se instituyó la idea, desde finales de los cincuenta, de que lo suyo era la acción, aunque en los inicios de su carrera, finales de los cuarenta e inicios cincuenta, fuera más bien etiquetado como director de películas lacrimógenas. En ambas películas, ambos protagonistas modifican su percepción y concepción de sí mismos, y por lo tanto de su relación con la realidad, constante en la filmografía de Sturges. Uno, abogado, es calificado como pilar de la sociedad, aunque se dará cuenta de cómo no ha sabido ser buen marido ni padre así como es incapaz de considerar las circunstancias y los matices en sus juicios. El otro, fotógrafo, se siente discriminado, en los márgenes sociales, por su condición de mestizo, por lo que, resentido, para conseguir lo que quería había optado por instrumentalizar a los demás. Sobre ambas, me extiendo en John Sturges. La mirada ecuánime o depende de a qué se llame mirar (Providence)
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