El guion de John Patrick para Les
girls (1957), de George Cukor, parte de un argumento de Vera
Caspary, del que solo conserva el título. Caspary, quien volvía a
colaborar en Hollywood después de haber sido vetada durante unos
años por su pretérita relación con el partido comunista (y que fue
obligada por la Metro Goldwyn Mayer, a firmar una texto en el que
declaraba que nunca había pertenecido al partido comunista para
poder ser acreditada), se había inspirado en un artículo de la
revista Atlantic, en la que una bailarina evocaba sus experiencias
como tal, aunque Caspary las convirtió las evocaciones en una
disputa sobre la verdad, en otra reflexión sobre las apariencias y
las ofuscaciones, en el escenario amoroso, como su novela Laura,
cuya adaptación cinematográfica había dirigido Otto Preminger en
1944. En las primeras secuencias de Les girls, un vendedor de
periódicos porta un cartel en el que se lee '¿Cuál es la verdad?'
en relación al juicio que ha comenzado en Londres, en el cual Angele
(Taina Elg) acusa de libelo a Sybil (Kay Kendall), por el relato, en
sus recién editadas memorias, de su intento de suicidio, que ella
considera falso, cuando ambas compartían piso y eran integrantes de
la troupe de cabaret 'Barry Nichols y les girls'.
El primer relato, el testimonio de
Sybil será contestado por el de Angele que no será no solo otra
perspectiva sino una inversión. En el relato de Sybill, Angele,
nueva integrante de Les girls tras pasar la correspondiente prueba
con Barry (Gene Kelly), se enamorará de éste, pero sufrirá un
colapso cuando su prometido la visite, y ella crea que es espectador
durante una de sus representaciones (de hecho, no quedará siquiera
claro si estaba presente o no). Según Sybil, posteriormente, intentó
suicidarse porque la encontró desmayada en casa y con el gas
abierto. En el relato de Angele será Sybil, quien tiene problemas
con la bebida, quien establecerá relaciones con Barry (cuando Angele convence a éste de que Sybil está enamorada de él, una estrategia
para evitar que la despida). En este caso, será Angele quien
encuentra desmayada a Sybil, con el gas abierto. ¿En qué medida las
evocaciones, más allá de las imprecisiones de la memoria, se
ajustan a los hechos o son relatos maquillados por conveniencia, ya
que ambas están ya casadas?¿Los relatos se ajustan más bien a lo
que prefieren que piensen sus maridos?
La tercera evocación corresponde a
Barry. Según su relato él estaba enamorado de la tercera integrante
de Les girls, Joy (Mitzi Gaynor), de quien tenía fotografías
colgadas en una de las paredes de su piso. Por la presión de los
enamorados, y por su interés en que la remisa a sus encantos Joy por
fin ceda, decide escenificar que tiene un problema del corazón para
conseguir que Angele y Sybil se despidan, para casarse, y que Joy,
preocupada, no ponga tantas trabas a sus acercamientos (pensando que
su motivación es la meramente sexual) y al preocuparse por él logre
que sus defensas cedan. De nuevo, la escenificación y las urdimbres
y tácticas como motor de las relaciones afectivas. Pero, como
planteará Mitzi, ya en el presente, pese a que la evocación de
Barry sea, de modo intencional, un relato que pueda hacer sentir a
Angele y Sybil que ninguna intentó suicidarse sino que ambas
perdieron el conocimiento por una fuga de gas, y así sea suprimida
toda sombra de duda para sus maridos, ¿en qué medida los relatos de
una y otro no disponen de su vertiente de verdad con respecto a sus
relaciones respectivas con Barry?. La verdad, por tanto, es la sombra
difusa entre diversos relatos que parecen más bien configurados por
la conveniencia.
Curiosa y refinada pero, sobre todo, inteligente comedia musical (cuando el género, en su vertiente clásica, estaba ya casi en el panteón) que propone un “rashomónico” discurso sobre la Verdad y su inaccesibilidad; si en el film de Kurosawa todo el mundo mentía, en LAS GIRLS las tres muchachas dicen la verdad a su modo, de manera interesada. Esta, digamos, escéptica reflexión viene servida a través de una puesta en escena que sabe cambiar de registro adecuadamente para vehicular un cúmulo de sutiles ironías adornadas, por momentos, con unos diálogos de malévola brillantez. Y todo ello -como siempre en Cukor- haciendo un fascinante uso del color y sus infinitas posibilidades combinatorias y dramáticas.
ResponderEliminarNo me resisto a confesar mi debilidad por la impar Kay Kendall, dirigida por primera vez por un gran director (a continuación lo haría a las órdenes de Vincente Minnelli y Stanley Donen, antes de que una prematura muerte nos privara de su inimitable talento). Ella está memorable.