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lunes, 23 de noviembre de 2020

El valor desconocido (Sexto piso), de Hermann Broch

                             

Cada uno de los hermanos llevaba en su interior un pedazo de aquella sombra (…) aquel hombre sombrío bajo cuya mirada se descomponía por entero todo el entramado de relaciones, de manera que al final no se sabía qué mantenía unida a la familia, por qué eras hijo de aquellos padres, por qué eras hermano de aquellos hermanos, si eras algo siquiera. En el principio una sombra; así nos propulsamos en la realidad. En el principio, las interrogantes; aunque haya quienes prontamente adopten una respuesta como código de circulación en la vida. Es el caso de Susanne con las coordenadas de su concepción religiosa de la vida, axioma irrefutable, a través del cual clasificar, y juzgar, las vivencias. Incluso, se podría decir que Otto, el hermano pequeño, también adopta, aparentemente, unas coordenadas claras, aunque realmente más quebradizas, y vulnerables, ya que si veía la posibilidad de conseguir algo para sí, todo argumento le valía: había nacido con la capacidad de plegarse a cualquier sistema moral (…) los elementos más contradictorios tenían cabida en su alma. Entremedias, está Richard, el hombre (de ciencia) que se mece en esa compleja, infinita y siempre inabarcable construcción en equilibrio que está hecha de relaciones vacías y, a pesar de todo, constituye el milagro de las matemáticas. Parece que oscila, como un péndulo, entre la certeza dogmática de la cartografía de ideas con su espada de Damocles juzgadora (sobre qué es lo pecaminoso, qué lo modélico, por tanto qué se puede anhelar o no), y la maleabilidad que parece dejarse arrastrar por las variaciones de las corrientes de la vida o adaptarse de modo conveniente. ¿No llevaban una vida aparente?¿No aspiraban a una muerte aparente??¿No era Otto el que de verdad tenía vida? Richard se pregunta, busca, intenta encontrar unas coordenadas precisas que doten de sentido y dirección a la realidad, esa conjugación de su yo con los otros y la propia y desconcertante materia de la realidad, intentando discernir una trama o ecuación en sus manifestaciones y fenómenos, como si sus mareas dispusieran de un mesurable o comprensible diapasón. Hay factores azarosos que escapan a cualquier cálculo de la estática de las fuerzas (…) ¿Dónde está la realidad? Las matemáticas, o la física, parecen, aún más que instrumentos, las espadas con las que lidiar un combate porque la realidad se escurre y finta, pero esa misma concepción se aplica a sí mismo, intentando discernir cómo él mismo siente, qué funda lo que siente, y por tanto, qué funda sus decisiones, sus actos, si están correlacionados, si sus actos son consecuentes con lo que desea, real y sustancialmente, o es consecuencia de una ofuscación, del condicionamiento de un filtro del que debe desprenderse. Con las matemáticas perseguía una meta, quería encontrar algo que estuviera tan fuera de las matemáticas como estaba Cristo fuera de la iglesia que le rendía culto, pero nunca conseguía salir de los fines matemáticos internos. ¿Dónde estaba su meta?¿Dónde estaba la univocidad de esa meta?. En suma, cuál es el valor desconocido sobre el que fundar el desplazamiento en la realidad con la ilusión de residencia o firme cimiento. Esa exploración, o indagación, que a su vez es forcejeo pendular, es la que impulsa la narración de la extraordinaria El valor desconocido (Sexto piso), del escritor alemán Hermann Broch (1886-1951), publicada originariamente en 1933.

El impulso de la narración son las interrogantes, y especulaciones, de Richard, quien desespera por el desajuste entre lo que imagina o piensa y los actos, pero también es el retrato de (la relación de) un conjunto, y sus dilemas o dudas, como las de la propia madre, Katharine.¿Qué había sido de ella?¿Qué habría de ser aún?. Su vida parece suspendida, entre el olvido de su marido fallecidoy una difusa añoranza que no sabe con qué precisión cuál es su fundamento. ¿Añoranza de qué? ¿Nostalgia de una vida con una aparente respuesta, la rutina escénica de una relación marital, aunque no fuera satisfactoria?¿El hueco dejado por el marido deja en evidencia otros huecos que abren interrogantes que confrontan con una intemperie que resulta complicado afrontar?. A Richard le vino a la mente la teoría de grupos. Y ese constructo abstracto y teórico al instante se había transformado en uno de aquellos pedacitos de la vida lejana e inefable. Richard indaga en la teoría de los grupos. ¿Cuál es la relación entre los componentes de su familia, en qué medida condicionan, anulan o incentivan? Otto parece en constante contienda. Richard no sabe si Susanne es una iluminadora influencia o más bien una interferencia en su proceso de búsqueda. Como no sabe por qué teme tanto a lo inesperado, como si sus matemáticas fueran el arma que pudiera conjurarla. Quizá porque vincula lo pecaminoso con lo impredecible. Lo que escapa del conjunto de causas y leyes, aunque no sea más que una nota que vibra solitaria en el espacio.

La realidad, en cuanto escenario, es una cartografía de ideas, preceptos, concepciones o referentes que cumplimentar como una plantilla. La realidad, en cuanto vida, es desplazamiento, y (re)flexión. Modificamos nuestras percepciones y concepciones, como una tarea en progreso, como un cuerpo vivo que siente el momento y se relaciona acorde a las sintonías y conexiones que siente. Somos multiplicidad, un ser potencial. En la multiplicidad del mundo se pierde la memoria como se pierde el olvido; y en la multiplicidad del conocimiento, en la impredecible masa de contextos posibles, se vuelve indiferente de dónde viene el hombre y a dónde quiere ir, el origen y el destino se desdibujan. El territorio de los afectos, tan movedizo y desestabilizador, es en el que Richard conseguirá, también a través de la fluctuación pendular de deseos y sentimientos, con dos mujeres distintas, precisar, o perfilar, unas coordenadas que asumirá deben regirse por la flexibilidad, como que lo inasible y estremecedor es sinónimo de vida. Richard comprende que los límites no deben ser un referente, ya que puede tornarse cerco y muro, sino una materia elástica que quizá modificar o transgredir para que el discernimiento y la satisfacción sea más real y sustanciosa. Intuía que todo gozo estaba relacionado con la posibilidad de ir más allá de los límites del mundo y que la única meta era esa. La relación con la realidad, cuando esta no es una idea proyectada, una cartografía dibujada como una prenda ajustada, ni tampoco se concibe como una corriente por la que dejarse arrastrar, se revela más armónica y concreta, como conexión, cuando no es ecuación sino flujo, cuando es receptiva e interactiva, no impone o simplemente se amolda a lo que fuera, abierta la cuestión de si la multiplicidad de sentidos del universo residía en los objetos mismos o en la manera en que la exponía él o en la manera en que lo escuchaban. La asunción de esa multiplicidad de ángulos que abre la cuestión de la teoría de los grupos a la perspectiva del conjunto desde su diversidad (el yo, el otro, lo real, entre la aleatoriedad y el entramado), propicia que la mente matemática transforme la ecuación en junco flexible, porque, contraseña de acceso a la realidad como semillero de territorios desconocidos, con las palabras Te amo acababa de desatarse toda la fuerza irrefrenable que tiene el mundo para resistirse a las leyes. Richard supera esa suspensión en la que parecía flotar indefinido, como si él fuera a su vez la rígida perspectiva de su hermana y estuviera deslumbrado por la apariencia de inmersión en la vida de la errática conducta de su hermano, así como distingue en sí mismo cuál es la diferente raíz de lo que siente por una mujer y por otra, y asume que la vida siempre será derrotada por la irrupción de la imprevisible muerte por muy apuntaladas que sean las certezas que establecemos como control o aduana de la realidad. Era como si se hubiese producido un desplazamiento y al mismo tiempo una iluminación del infinito.

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