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jueves, 12 de septiembre de 2013

La vie nouvelle

 photo 3c8273ad279c458ca3a4c5d75cf16cef_zps557c487b.jpg Carreteras, intemperies, periferias perdidas. Cabezas, mentes, perdidas, emociones que gritan su impotencia, su desesperación, cuerpos que se agreden, muerden, maltratan, dañan. 'La vie nouvelle' (2002), la segunda obra de Philippe Grandrieux, transita, explora, las sendas del cine de David Lynch. Desenfoques, turbulencias. Oscuridad, ruinas, vidas, emociones, abandonadas, derruidas, ultrajadas. La vida nueva no es sino la vida que se arrastraba en el limo en los primeros tiempos, instintos desatados, cuerpos incendiados, emociones torpes, malformadas, vaciadas, o inexistentes, como un emponzoñado grado cero: la letanía turbulenta de las vísceras, el ruido de fondo. No hay relato, sino su despedazamiento, su desintegración, las supuraciones de una desaparición, de una imposibilidad, de una destrucción. Nadie puede ser enteramente de otro, pero sí puede ser destruido. Sino, el grito.  photo 45c946ead88343c3856509d2607a51b1_zpse61515d9.jpg  photo OIR_resizeraspx5_zps16c6d136.jpg En el inicio, un temblor, un silencio que es pesadumbre. Desenfoques, figuras en un páramo nocturno, abstracción, la trama disuelta, como en un sueño resacoso, entre arcadas. Bulgaria, el tráfico de prostitutas. Casi no hay diálogos, no hay emociones articuladas, sino cegadas, ultrajadas por el ruido de fondo: El sonido, la música, el diseño sonoro, envuelve, arrastra, en una atmósfera que nos transporta a otra dimensión, a una realidad desenfocada, agrietada. Un joven estadounidense (Zachary Knigton) se obsesiona con una prostituta, Melania (Anna Mouglalis). Persigue un sueño, un sueño que se hace necesidad, una necesidad que le apresa como un garfio. Hace el amor con ella como si se dejara llevar por una tormenta, de modo apresurado, torpe, impetuoso. El siguiente cliente de Melania en cambio se lo tomará con calma, un meticuloso proceso de humillación, de degradación, de violencia. El ansia de emociones elevadas ofusca, como un desenfoque que convierte en una figura torpe, como una figura en un cuadro de Bacon que solloza porque no logra convertirse del todo en figura, extraviada en su condición de esbozo.  photo OIR_resizeraspx_zps96cf60e3.jpg  photo OIR_resizeraspx8_zps07942e63.jpg La pulsión de dominio, de emborronar al otro, de anularle, de convertir al otro en una mueca desfigurada de terror y desesperación satisface la masturbación de un yo ensimismado en su putrefacción, en una imposibilidad que nunca asimilará, aceptará, sino que convertirá en desprecio a quien puede evidenciarlo, el cuerpo deseado. Hay que destruir, humillar, a lo que te puede revelar, a quien puede hacerte sentir, que no eres nada. En el cine de Lynch la cámara penetra en hendiduras, agujeros. En 'La vie nouvelle', tras esas dos sesiones, dualidad que es escisión que deriva en herida y cicatriz imposible, la cámara encuadra la ventana de un pasillo del hotel. La cámara se desplaza, hasta que el encuadre lo ocupa el paisaje más allá de la ventana, el mar de cemento, de edificios indistinguibles, de sórdido gris, como una masa informe. Un infierno árido. La realidad hostil, pétrea. El sueño de la medusa, la emoción paralizada.  photo OIR_resizeraspx3_zpsdf190926.jpg  photo dd92d63d936a488b9961dfaf45115dc5_zps1210e51f.png  photo OIR_resizeraspx7_zps3fe49bba.jpg 'La vie nouevelle' es un musical, un musical de carne convulsa, es un trance en el que hay que dejarse arrastrar, sacudir, por una narrativa que se disloca, que se ensucia, que te abofetea, una abstracción que sangra, cuerpos que se atropellan. Los cuerpos bailan como si fueran borrándose. Porque se niegan, porque no saben afirmar, como también reflejaba (ante un espejo, además) el baile final de Denis Lavant en 'Beau travail' (1999), de Claire Denis. En una discoteca, como aquí: Vemos como Melania deriva de una expresión ausente, de unos movimientos exánimes, a un cuerpo que es una refriega de emociones, de gritos que nadie escucha. Queda el negativo, la destrucción del sueño, cuerpos indistinguibles en negativo, un grito, una garganta que parece un rostro, carne, sólo carne. La carne que se pierde cuando quiere convertirse en sueño sublime, porque no se sabe cómo articularlo. O no se pretende. Cuerpos degradados, convertidos en mercancía, en pantalla sucia, en reflejo tembloroso de una incapacidad. Mordiscos, instintos, emociones arrastrándose en el fango. Desenfoques, mentes extraviadas, turbulencias, emociones seccionadas. Oscuridad.

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