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lunes, 2 de noviembre de 2009
Eldorado
Para llegar a El Dorado no hace falta ser el más hábil sino saber portar tus muletas. Los héroes son caballeros que pueden equivocarse, que pueden perder pie, pero que siempre saben reírse de sí mismos. La vida puede dispararte una imprevista bala que te paralice, pero también te la puedes disparar tu mismo por no saber afrontar una decepción amorosa. No falta el toque excéntrico, un joven de extraño nombre y sombrero que recita versos de Poe, mientras en la noche los caballeros lidian con su corazón para descubrir sus horizontes.
'El Dorado' (1966), de Howard Hawks es un western, o una comedia que es cuento moral. Y es de esas obras con las que cuando las revisa de nuevo es como si se reencontrara con unos viejos amigos. No se sabe quién lo tiene más claro, si los jóvenes o los adultos. Son extraños los azares y los caminos que uno toma, o a veces el camino le toma a uno. El humor es el jugo de whisky que recorre las imágenes, con diálogos que hacen del absurdo trama reveladora. Momentos inolvidables como cuando intentan 'reanimar' a quien se ha hundido en la bebida porque ha perdido su horizonte. Quizá estemos en el mundo de los dibujos animados de Tex Avery. Pero, desde luego, qué vitalidad contagiosa exuda esta obra
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