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lunes, 14 de octubre de 2024

The apprentice. La historia de Trump

 

Hay quien ha dicho que The apprentice. La historia de Trump (2024), del cineasta iraní danés Ali Abbasi, director de las interesantes Border (2018) y Holy spider (2022), es una versión suavizada sobre Donald Trump. Por lo tanto, me pregunto cómo sería esa versión no suavizada dado que esta obra expone el proceso de formación de una auténtica bestia sin escrúpulo alguno en cualquiera de sus facetas. Probablemente, el comentario esté fundamentado en que consideraba que humanizaban al personaje, pero es parte del proceso (de formación de una bestia) expresado en dos pasos o tiempos. Otra cuestión que alguien ponía en cuestión es su planteamiento estilístico que califica, despectivamente, como televisivo, pero inteligentemente Abbasi adopta los modos, tanto en formato como en tratamiento visual, o transiciones, de las producciones televisivas de la era en la que transcurre la acción dramática planteada, desde los setenta a los ochenta. Nos sitúa en un tiempo a través de un preponderante estilo audiovisual. En cierta medida, la correspondencia visual de la vulgaridad intrínseca de un bruto sin conciencia. Como indicaba anteriormente, la película está dividida en dos tiempos. El primero describe su proceso de aprendizaje o formación, como aprendiz de brujo, y su brujo o instructor es el abogado Roy Cohn (Jeremy Strong). En ese periodo, en el que todavía bregaba con la autoridad de su padre, Fred Trump, o se esfuerza denodadamente, inmune a las sucesivas negativas, a conquistar a Ivana (Maria Bacalova), aún no estaba tan deformado, valga la paradoja, por lo tanto aún había en él ciertos rasgos que le dotaban de cierta humanidad. Aún disponía de ciertos escrúpulos. Conoce a Cohn cuando la empresa estaba en pleno conflicto judicial, con acusaciones de discriminación racial o abusos en las rentas que establecían según la etnia del inquilino. Por supuesto, tanto el padre como él no comprenden que se les acuse de racismo tan interiorizado tienen cómo categorizan la vida (como dice el padre, cómo va a ser racista si su chofer es negro).

Cohn es el ejemplo de cómo la oportunidad o la suerte, o cuáles son las conexiones que estableces, y quién decide apadrinarse o impulsarte en tu trayecto, o ascenso, laboral, es tan capital. Cohn decide apoyar a Trump, puede que quizá por sentirse atraído por él, pero más allá de la causa, es fundamental su decisión. No solo es apoyo judicial, sino instructor y posibilitador de contactos. Ambos son físicamente opuestos, Trump no deja de expresar que le asocian con Robert Redford. Cohn en cambio es menudo y escuchimizado, con una constante expresión de gravedad en su rostro. Rara vez sonríe. Cohn le instruye en cómo no es suficiente el talento que dispongas sino que es, en cambio, crucial el modo de aprovecharte de los puntos débiles de cualquiera, motivo por el que dispone, en una habitación, de múltiples cintas de diversas personas, a las que, si es necesario, realizará el oportuno chantaje que sea beneficioso para él o quien defienda, como el mismo Trump, quien aplicará en su vida las tres reglas fundamentales que le enseña: Siempre ser agresivo (ataca, ataca, ataca), nunca admitas nada que te reprochen o de lo que te acusen, y siempre actúa no ya como si fueras a ganar sino incluso como si hubieras ganado. Trump también lo aplica en el territorio sentimental. Insiste e insiste hasta que consigue que Ivana se convierta en su pareja y luego en su esposa. En el otro extremo, de lo que representa Cohn, que es aquello en lo que Trump se convertirá, está su opuesto, y de hecho en su misma familia, su propio hermano, Fred jr. (Charlie Carrick), vergüenza de su padre por haber querido ser piloto de aviación, y que se convertirá también, por su conversión en alguien sin capacidad de establecer cimientos en su vida, en lastre para su hermano a medida que avancen los años hasta su temprana muerte. Es la encarnación del perdedor en términos de lo que aspira a realizar alguien como Trump, alguien que, incluso, se convierte en un desecho humano, frágil e impotente.

En la segunda mitad de la narración, cuando ya es un hombre independizado de su padre, un hombre rico que no deja de invertir aunque se ponga en situación delicada de deudas, y ha construido varios hoteles, y no ceja de querer ganar y ganar más dinero y conseguir más poder, y ya es marido con hijos, es ya un hombre sin escrúpulo alguno, una auténtica bestia, que no duda en expresar a la cara a Ivana que no le atrae lo más mínimo, para inmediatamente forzarla, penetrándola analmente, o se olvida gradualmente de quien fue su instructor, como quien simplemente le hubiera reemplazado. Le ignora, le rehúye, echa del hotel a su pareja, porque tiene sida, aunque le hubiera pedido ese favor, o le regala lo que dice que es una valiosa joya cuando no es sino algo que realmente carece de valor, pero tiene acuñado el nombre de Trump, porque para él, su propósito en la vida, es acuñar en lo que sea, o quien sea, su nombre, como si fuera su propiedad. Por eso, la narración concluye con un plano de una vista de la ciudad proyectada en su retina. Esa es su ansia que el mundo sea suyo porque él es el mundo y el resto meros satélites o atrezzo de decorado.

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