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lunes, 8 de noviembre de 2021

El héroe (Blatt & Ríos), de Lee Child

                            

En El héroe (Blatt & Ríos), el hilo con el que el escritor británico Lee Child se interroga sobre la naturaleza del héroe, lo que es preguntarse sobre su función y necesidad como figura imaginaria fuera de lo ordinario, comienza con la interrogante sobre la génesis de cualquier ocurrencia, descubrimiento o invención humana, lo que es preguntarse sobre la formación (como bien escribió Gaston Bachelard, “el misterio no es la forma sino la formación”; y el ser humano tiende a anclarse demasiado en la forma, lo que es decir en lo que se instituye como costumbre o certeza). ¿Quién no se ha preguntado quién fue el primero al que se le ocurrió que algo pudiera disponer cualidades nutritivas o curativas, o que fuera útil por un motivo u otro? A alguien se le debió ocurrir por primera vez, y de algún modo se extendió por todo el planeta. Del mismo modo que a los más jóvenes les puede sorprender que existiera hace poco más de veinte años un mundo sin móviles, también lo hubo sin motores o arados o destornilladores o espadas. Alguien se dijo que era posible y descubrió cómo era posible, con qué materia y de qué modo darle la forma necesaria. Me encantaría saber quién fue el primero que probó cualquier cosa. Quién fue el primero que arrancó una raíz extraña o un tubérculo cualquiera y pensó, eh, ¿sabéis qué?, quizás debería cocinar esto y comérmelo. También se hace otra pregunta al respecto. En concreto, me gustaría saber cuántos se murieron probando cosas. El conocimiento se basa en prueba y error, y es de suponer que fue necesario, para muchas cosas que damos ya por sentadas, o que usamos o consumimos, de modo inercial, un considerable número de pruebas. Otra dirección convergente con la que inicia su sugerente reflexión sobre el héroe es la de la estructura del lenguaje, o cómo se forman las palabras, de dónde surgen. Comienza preguntándose por qué Félix Hoffmann, a finales del siglo XXI, llamó a  cierta sustancia heroína, a partir de la palabra alemana para heroico. Como con las invenciones que forman ya parte de nuestro paisaje ordinario, también ignoramos de dónde proceden, o cómo se han gestado las palabras que utilizamos. Los griegos denominaron bárbaros a los que no sabían griego. Para los griegos, todo lo que esa gente conseguía emitir era bar-bar-bar, un poco como las ovejas. De ahí bár-ba-ro. O rival originalmente significaba alguien que compite por un río. La palabra, y el concepto, evolucionó. También el concepto de héroe, que sigue siendo una palabra del griego antiguo, y como en bárbaro, el concepto que tiene detrás debe de haber sido moldeado – en efecto, especificado en gran detalle y subliminalmente- por las necesidades, preocupaciones, deseos, prejuicios, aspiraciones y miedos de esa cultura antigua.

En el principio la palabra en griego heros significaba protector o defensor, de la misma raíz protoindoeuropea que la del verbo el latín servare, que significaba salvaguardar. Pero fue Odiseo, con la obra La Iliada, quien dotó al héroe de la concepción que se consolidó hasta nuestros días, como alguien que sufre, alguien que resiste, alguien que sobrevive a un viaje largo y complicado a través de riesgos y peligros, y después de eso aparece con su honor y su identidad intactos. Una concepción a la que se añadió en el siglo XIX otro matiz que sustituyó la última parte por la finalidad de hacer el bien de una manera vaga e inespecífica. El héroe tiene que estar al servicio de los demás. No es meramente alguien que realiza una gesta extraordinaria. La acción heroica no es solo un logro personal. Desde luego, no para Lee Child, quien, por eso, puntualiza que no cree que haya héroes en la vida real, pese que fácilmente se utilice ese término, por ejemplo en el terreno deportivo. Para él solo hay héroes en la fantasía (literaria o cinematográfica). Una de las variantes de lo que considera un héroe genuino, el caballero andante, es la que aplicó en la configuración de su personaje Jack Reacher, que ha protagonizado ya veinticinco de sus novelas, y que ha encarnado Tom Cruise en sus dos traslaciones a la pantalla, la notable Jack Reacher (2012), de Christopher McQuarrie y Jack Reacher: Never go back (2016), de Edward Zwick. Alguien, como explica en un complementario segundo texto, “Sobre Jack Reacher”, a quien motiva, sobre todo, contrariar a la gente que quiere imponer su voluntad a los demás.

La figura del héroe parece responder, desde el principio de los tiempos, a una necesidad del ser humano ordinario. Para explorar su por qué, la gestación o formación de la figura del héroe, Child indaga en la necesidad que tiene el ser humano de ficciones. Cómo en cierto momento se generó esa necesidad de inventar y escuchar historias, probablemente por la necesidad de sentir, en un relato, que se controlan los acontecimientos. En el principio de los tiempos, se sentía que la oscuridad (emblema de lo incierto e imprevisible) podía ser vencida, pero no solo la oscuridad espacial sino también la temporal (la invención de la ficción de una vida más allá es el intento de sentir que se controla la incógnita de lo que nos depara la muerte, y con su conversión en convicción se torna ilusión de conquista). La muerte, al final y al cabo, es una nuestra inapelable derrota. La ficción de otra vida más allá de la muerte nos equipara al héroe que supera cualquier obstáculo o escollo.  ¿Cuál es el propósito de la ficción? Yo creo que puede resumirse en una frase simple: darle a la gente lo que no consigue en la vida real (…) un universo paralelo o teórico, en el que las cosas suceden, basadas en la experiencia, pero no restringidas por los hechos, y del cual la auténtica satisfacción de un final feliz se va a integrar como por ósmosis en el universo real, en forma de contento, compensación y consuelo. El ser humano necesita finales felices (y la muerte no lo es), por eso ha necesitado apuntadores o demiurgos, como los dioses, porque de ese modo se dota a la vida de un sentido, como si alguien urdiera la trama de nuestra existencia (o la comenta y la juzga, como un cineforum que nosotros mismos nos montamos en la cabeza aunque le denominemos prueba o designio del autor o guionista llamado Dios).

Child explora el proceso de afianzamiento de los relatos como parte fundamental de la vida humana. Como las historias se volvieron sinónimo del tipo de protagonista que incluían (…) se convirtieron en ejemplos idealizados de comportamientos deseados. O cómo los relatos se convirtieron en manipulaciones convenientes por parte de todos los gobiernos autoritarios y totalitarios (incluidos los aparentemente democráticos). Somos una criatura muy sugestionable, así que fácilmente pueden implantarnos relatos que para nosotros se tornan convicciones y evidencias. La concepción utilitaria del héroe los gobiernos o instancias de poder poco tiene que ver con la concepción popular. Más bien entran en colisión. Fundamentalmente el héroe cumple una función: La vida real rara vez es satisfactoria. (…) Así que yo quería que Reacher hiciera lo que todos nosotros queremos hacer: mantenerse firme y sin miedo, no retroceder nunca, no echarse nunca para atrás, tener respuestas inteligentes. Pensé en todas las situaciones en las que nos encontramos –tímidos, seguros, asustados, preocupados, humillados- e imaginé una especie de consuelo terapéutico en el hecho de ver nuestros sueños más salvajes representados en la página.

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