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domingo, 7 de octubre de 2018
Agente confidencial
Graham Greene publicó El agente confidencial en 1939, un año después de Brighton Rock. Escrita en seis semanas, no quedó nada satisfecho con el resultado. Incluso, consideró la posibilidad de firmar con seudónimo. Para él era un obra alimenticia, una obra de cocción rápida, para poder elaborar con la necesaria cocción lenta una obra en la que se sentía más implicado, El poder y la gloria, la cual consideraba que tendría escasas posibilidades de convertirse en algo cercano a un éxito de ventas (sin embargo, la primera, magnífica, me parece muy superior a la segunda). En 1945 se estrenó la adaptación que realizó el mismo productor, Robert Buckner, dirigida por Herman Shumlin, quien no dirigiría más, dedicándose a la producción teatral, tras sólo haber dirigido una película previa, Watch the Rhine (1943), que si por algo se nombra en los libros de historia es por el hecho de que su protagonista, Paul Lukas, ganara el Oscar al mejor actor. Greene no compartía las malas críticas que recibió Agente confidencial (Confidential agente, 1945). Aún más, la calificó como la única buena adaptación de una de sus obras realizada por un cineasta estadounidense.
Agente confidencial es una excelente obra realizada al final de una guerra, la II mundial, que adapta una novela publicada al final de otra guerra, la civil española, que alienta la obra (aunque en la novela no se explicita), motivo por el que no sería estrenada aquí, ya que el protagonista, Dennard (Charles Boyer) es un integrante del bando republicano que llega a Inglaterra para intentar lograr un acuerdo de suministro de carbón con el trust empresarial inglés, antes de que lo consigan los fascistas. La narración es el trayecto de un hombre, un artista (músico), que ha 'aparcado ' su arte por su compromiso combativo con la realidad, al que consideraban muerto (dicho por la sombra rival que le amenazará a lo largo del relato, el fascista Licata, interpretado por Victor Francen) hasta que, como expresa en los planos finales, recupera de nuevo de la fe.
Ese trayecto emocional (de las tinieblas a luz, pasando por el debilitamiento de la fe) está magníficamente expresado a través de la predominancia de las sombras ( es un fotografía tenebrosa en la que prima el negro, cortesía del gran James Wong Howe), así como en los exteriores los nocturnos o los diurnos dominados por la niebla, hasta el momento en que Dennard empieza a revolverse contra una realidad que le ha golpeado, robado, perseguido (hasta por la propia policía) y amenazado su vida. Su capacidad de resistencia llega al límite cuando las artimañas de sus rivales logran realizar el acuerdo con los empresarios mineros tras a él robarle su acreditación, y sobre todo, por la muerte de la chica de catorce años que trabaja en el hotel, asesinada,en una brillante y descarnada secuencia, por la dueña, Melendez (Katina Paxinou), con la complicidad de Contreras (Peter Lorre), dos españoles que han renegado de la lucha contra el fascismo, convirtiéndose en otras dos muestras de éste.
Dennard comienza a dominar, sin miedo, el escenario de la realidad/trama: a punta de pistola, en plena calle, insta a Contreras a que le siga para interrogarle). O cómo intenta convencer a los mineros del pequeño pueblo de que no vuelvan al trabajo porque ese carbón propiciaría que murieran inocentes y suministraría poderío a los fascistas, a lo que responden con desprecios, insultos y hasta lanzándole piedras, porque para ellos prima la necesidad de tener por fin un trabajo tras un año sin tenerlo, ajenos a un conflicto que tiene lugar a cientos de kilómetros (todo un apunte cáustico sobre la predominancia de la conveniencia/necesidad sobre la lucha combativa/compromiso aun en las clases menos privilegiadas). Desgraciadamente, las últimas palabras de Dennard, en el barco que cruza el Canal de la Mancha, Aún podemos vencer, tardaron muchas décadas en poder materializarse (aunque más que una victoria fuera por desgaste del rival).
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