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lunes, 22 de octubre de 2018

Hombre atrapado

La flecha del destino, la flecha del amor. La flecha que busca una diana, la flecha que señala una dirección, o un rastro. Puedes tú lanzar la flecha o ésta perseguirte. En la obra de Fritz Lang, y en las obra de los grandes cineastas el recurso de objetos como detalle de caracterización es uno de los más destacados para definir personajes, o relaciones, crear situaciones dramáticas por asociaciones, y condensar substrato símbólico, en suma, el subterráneo significado que late en las grandes películas que no necesitan ser explicitas. Este es el caso de una de las obras maestras de Fritz Lang, Hombre atrapado (Manhunt, 1941), con guión de Dudley Nichols, que adapta la novela de Geoffrey Household, Rogue male (1939). Y un afinado ejemplo es ese broche en forma de flecha que Thorndike (Walter Pidgeon) regala a Jerry (Joan Bennett). Dos personajes de extracción muy diferente, él de clase alta, un genuino caballero inglés, cazador reconocido, y con un hermano que es importante diplomática, y ella una mujer de clase baja, y prostituta, y cuyo destino se cruza por las excepcionales circunstancias.
¿Cuáles son ésas circunstancias que han llevado a que Thorndike encuentre refugio en la casa de Jerry?. Thorndike huye de los nazis, los cuáles piensan que quiso matar a Hitler. Recordemos que la acción transcurre justo antes del inicio de la segunda guerra mundial; aún no se ha desatado la bestia. El primer plano es premonitorio: la cámara realiza un travelling sobre un rastro de huellas. Thorndike se ha apostado en un alto de una montaña, y con su fusil apunta a nada menos que Hitler, en un castillo a cientos de metros de distancia, y su punto de mira le tiene a su alcance. Aprieta el gatillo, pero no tiene bala puesta. Se sonríe y se dispone a retirarse pero su gesto cambia ( y el plano a otro más corto). Ahora pone una bala, dispuesto a matar. Pero es sorprendido y apresado. Quien le interroga será su encarnizado perseguidor, Quive-Smith (George Sanders). Entre ambos tiene lugar un intercambio de reflexiones sobre la caza: para Thorndike el sentido está en el acecho, en tener a tiro al animal, no en el hecho de matar (aunque sabemos que por mucho que lo niegue, sí ha querido matar a Hitler). Las torturas son en fuera de campo, o recurriendo a la sombra proyectada de Thorndike (prodigioso trabajo de iluminación de Arthur C. Miller), mientras Quive-Smith descalifica la noción de caza de Thorndike; para él acabar con la presa, matarla, es el gozo.
Cuando la película se rodó, Estados Unidos aún permanecía ajena al conflicto bélico. Se estrenó la película en junio, y no intervendría en la guerra hasta medio año después, tras el bombardeo a Pearl Harbor. De hecho, fue la primera película que captó la atención de Joseph Breen, a cargo del código de censura Hays, porque la consideraba una película de odio. En ese momento, por el posicionamiento neutral de Estados Unidos, era una película incómoda. Cuestionó que se les describiera a los alemanes de modo tan en cambio cruel y perverso. Otras obras anteriores con personajes nazis mostraban alemanes con otra actitud. No se consideraba diplomático, mostrarles de ese modo. También Darryl F Zanuck, a cargo de la Fox, quiso atar de manos a Lang por ser tan virulento con respecto a los nazis por lo que dictó que se prohibiera su acceso a la sala de edición. Pero Lang, de todos modos, con la colaboración de Gene Fowler jr, consiguió montar en secreto la película sin el conocimiento de Zanuck.
Lang sabía muy bien de qué estaba hablando, y de qué materia está hecha la mentalidad que representa Quive, ya que había huido de Alemania en 1933 cuando el influjo de Hitler empezaba a ser más asentarse en el poder y a cuajar en la masa social. Esa indiferencia con respecto a la vida ajena, justificada en la inferioridad del otro, esa arrogancia del cazador que disfruta humillando a su presa. Pero, ¿acaso la primera película de Lang en Estados Unidos, Furia (1936), no nos estaba hablando de esa ciega dictadura popular, a través de un hombre al que una masa enfebrecida intenta ajusticiar, asaltando la cárcel donde está prisionero, y quemándola, cuando no consigue lincharle, un hombre, además, que es inocente?. ¿No es perturbadora la idea de la transplantación de lo vivido en la sociedad alemana, con el virus nazi germinando, a la sociedad norteamericana, como si realmente no hubiera demasiadas diferencias?.Y su siguiente película, la extraordinaria Sólo se vive una vez (1937), ¿no se convertía en una sombría parábola que señalaba la imposibilidad de la justicia en una sociedad en la que no se permiten las oportunidades de rehabilitarse, en donde enseguida se señala al estigmatizado como indeseable?¿Realmente se encontraban tan distantes ambas sociedades?. O al fin y al cabo ¿no estamos hablando de algo que se amplía a la condición humana, y en donde la mentalidad nazi es una exacerbación extrema pero no ajena a ese lado abyecto en toda sociedad y ser humano?. Sí, la bestia está en nosotros. ¿No es la madriguera en la que se oculta Thorndike al final un equivalente de los confinamientos en prisión que padecen los protagonistas de Furia y Sólo se vive una vez?.Una lacerante alegoría que señala que estamos prisioneros y atrapados por la tendencia bárbara y cruel del ser humano. ¿Dónde encuentra su lugar el hombre justo?
En relación a esa interrogante, es donde cobra potencia expresiva y la entrañable, tierna y hermosa relación entre dos presuntamente no iguales (por clase), como Thorndike y Jerry, entre quienes se crea un generoso cariño. Thorndike no actúa como un petulante que se afirma en su clase pretendidamente superior, como si hace la familia de su hermano cuando lleva a Jerry con él a su lustroso hogar. Ambos miran con reprobador rechazo a una chica cuyas formas, de hablar o gestualizar, no son las correctas y sí vulgares para ellos. Mantienen las formas, pero su desprecio discriminativo, hacia alguien que consideran inferior en categoría, es manifiesto, aun velado en la cortesía hipócrita del comportamiento educado. Thorndike, en cambio, es un auténtico caballero, que la trata con cariño y respeto, sin condescendencia ni paternalismos, sino como a una igual. ¿Qué figura podría representar algo opuesto a los presupuestos del nacionalsocialismo sino esta prostituta, un equivalente, a sus estigmatizaciones, en la sociedad inglesa?. Una figura despreciada por su baja ralea dentro de su misma sociedad, tanto por su extracción social como por su dedicación. Elocuentes espejos.
Además, Jerry no está definida por clichés relacionados con la figura de una prostituta. Jerry es una chica como tantas otras (la mirada de Lang y la actitud de Thorndike miran más allá del prejuicio con respecto a una imagen, miran al ser humano concreto), que podría estar dedicándose a otro trabajo, pero por las circunstancias precarias realiza ese (nota al margen: el pazguato código Hays de la época exigió que en el decorado de su habitación destacara una maquina de coser, para que no se apreciara claramente que era una prostituta. De nuevo, ¿es de extrañar esas asociaciones entre ambas sociedades?). Es una chica impulsiva, temperamental, frágil, tierna cual niña, decidida y enérgica. Un personaje con matices, y relieve. El regalo del broche de la flecha es la culminación de esa cariñosa relación, en una brillante secuencia en la que ella, como una niña feliz, cuestiona las elecciones de él, con respecto a otros broches, hasta que elige el broche que desea, esa flecha. Para ella es el símbolo de lo que representa ese hombre que la ha tratado con tal caballerosidad, tan atento y generoso, y que la ha mirado como es no por lo que representa.
La despedida de ambos, en un puente, rodeados de niebla, es una de la más emotivas rodadas por Lang ( Un geómetra de la puesta en escena como pocos, ya que no es casual el uso simbólico del puente y de la niebla, pero que tenía una vena lírica sin par, véase los casos de Sólo se vive una vez o Los contrabandistas de Moonfleet, por ejemplo).Thornidke tiene que huir, porque, paradojicamente, se le busca como asesino de sí mismo, ya que en la prodigiosa secuencia en los túneles del metro, mató a su perseguidor nazi, Jones (John Carradine), el cual llevaba su cartera (personaje definido en un solo plano, un plano general en picado, y desequilibrado, mientras da de comer inocentemente a unas palomas al lado de una fuente en una plaza). Thorndike tiene una cicatriz, rasgo por el que se busca al asesino. Ambos se cruzan con un policía en un puente, y Jerry, decidida, actúa como una prostituta al uso ( o según la convención), como si le estuviera molestando al intentar convencerle de que use sus servicios, y de ese modo el policía no se fije en Thorndike sino en ella. El policía le dice que se marche, y Lang dilata el plano general, que mantiene en primer plano a Thorndike, entremedias al policía, y al fondo a Jerry que se aleja. Lang corta a un plano medio de Jerry que se vuelve mirando por última vez al hombre que la ha tratado como nadie. Qué gran personaje. Qué cineasta tan preciso y elocuente.
Por eso, por lo que representa el personaje de Jerry, Thorndike, en su enfrentamiento final con Quive, atrapado en un hoyo, donde permanecía oculto (como una presa en su madriguera, el cazador cazado), e imposibilitada su salida porque Quive ha trabado la salida con un tronco, usará precisamente la flecha del broche de Jerry, improvisando un arco con maderas, para acabar con la vida de Quive. Quive había matado a Jerry, al torturarla para saber dónde estaba Thorndike. Jerry se convierte en símbolo de aquellos cuya vida es despreciada por los que se creen superiores. La película concluye con Thorndike lanzándose él solo desde un avión, con el símbolo de la flecha en su pecho, y el fusil, para en esta ocasión dejarse de juegos y acabar con quien representa la sinrazón violenta de la arrogancia. La flecha del destino, la flecha del amor. La flecha que busca una diana, la flecha que señala una dirección, o un rastro. Ahora no le persigue a él, sino que él es quien está presto y decidido a lanzarla.

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