Translate

lunes, 24 de octubre de 2011

El bazar de las sorpresas

No es de extrañar que esta prodigiosa comedia, 'El bazar de las sorpresas' (The shop around the corner, 1940), adaptación de la obra 'Perfumarie' de Miklos Laszlo, tuviera una nueva versión en los emergentes tiempos de 'internet', ese universo que ha puesto aún más en evidencia los contrastes entre las proyecciones y lo real, con la anodina 'Tienes un email' (1998), de Nora Ephron. Lo que ahora se ha convertido en algo tan integrado en la trama cotidiana ( al principio era más acusada esa sensación de parecer cruzar un abismo cuano había que plantearse dar el salto del espacio virtual al real) tiempo atrás también tenía su correspondencia, precisamente en las relaciones epistolares. Esta obra de lubitsch incide en las ironías de las divergencias entre lo virtual y real (en varias direcciones). Kralik (James Stewart) y Clara (Margaret Sullavan) están fascinados con la personalidad virtual del otro que reflejan sus cartas, sn saber que han comenzado a trabajar en la misma tienda, y que tras seis meses su relación 'real' se trama sobre los enfrentamientos, las tiranteces y las descalificaciones. Pero ¿qué es más real, lo que expresan en sus cartas, o cómo se comportan el uno con el otro?. Lubitsch juega sutilmente con la idea del fuera de campo ( el espacio de lo incierto, delo no visibilizado, lo factible de especulación y proyección, y sugestión). Al respecto se conjuga habilmente la trama principal con una subtrama, la relación del dueño de la tienda, Matuschek (Frank Morgan) con su esposa, que nunca vemos. En un momento dado el comportamiento de Matuschek varía con respecto a Kralik, al quien siempre ha tratado casi como un hijo, y es su encargado en la tienda. El motivo es que sospecha que es el amante de su esposa. Tras despedirle, se entera por un detective de su error ( era otro empleado el amante). Lubitsch utiliza el fuera de campo en dos secuencias sucesivas. Una cuando uno de sus empleado al abrir la puerta de su despacho grita que no lo haga, oímos un disparo, y cómo una bala impacta sobre la lámpara del pecho (ha logrado evitar que se suicide). Photobucket
La otra, fantástica, es la conversación entre Kralik y su compañero Pirovitch (Felix Bressart), ante el escaparate del restaurante en donde se había citado por fin con su amada virtual. A través de las palabras de Pirovitch el fuera de campo hasta ahora virtual se torna real cuando le señala que es su compañera de trabajo Clara. A partir de entonces se produce un cambio de escenario, dado que uno de los personajes sabe lo que el otro no sabe. Kralik es para ella lo opuesto a lo que representa y es para ella el amado virtual. Ironía cuando son el mismo. Él,por un lado tiene que luchar contra sí mismo, contra la idea que tiene ella de su identidad virtual (que cree otro) y que no tiene de su persona real (¿aparente?), y por otro ahora la ve de un modo distinto, como si lo virtual hubiera dotado de condición más real a lo que se suponía real pero quizá era aún más virtual, y esta hasta capaz de ahora reaccionar con admiración a sus demoledoras descalificaciones a su persona por su ingenio creativo. Hay un giro admirable en la secuencia final que replantea su relación, o evidencia esos difusos límites entre lo real y virtual, o cómo era más virtual, tenía más de escenificación su relación cara a cara que a través de sus cartas. Es el momento en que ella le reconoce, aún sin saber que es con quien se escribe, cómo se qudo prendada tras conocerle, enamorada, pero leyó algo de la comedia francesa, y puso en práctica la 'escenificación' de hacerse la dura con él, ya que no el no le 'lamía la mano'. No sólo es el contraste entre lo virtual y lo real, sino como en el supuestamente real puede primar de modo más remarcado lo virtual, la escenificación, la incapacidad de ver al otro ( o e que primen la ofuscación de la proyección de los miedos e inseguridades con su correspondiente reacción defensiva: la representación o mascarada de simular lo que no se es, incluso expresar lo opuesto de lo que no se siente). O cómo creamos películas con el fuera de campo que emborrona el discernimiento de lo real, hasta que un día somos capaces de ver las canillas bajo los pantalones y no reímos de nosotros mismos. Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket
Photobucket

No hay comentarios:

Publicar un comentario