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sábado, 23 de julio de 2011

Plácidas pausas de rodaje: James Mason. Ha nacido una estrella: El desgarro y la Gracia

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James Mason, fotografiado por Bob Willoughby, durante el rodaje de 'Ha nacido una estrella' (1954), de George Cukor. Hay obras que están trazadas sobre gestos, miradas, una música que fluye como el cauce de unos sentimientos que se encuentran y establecen una conversación que es coreografía. Las sonrisas se expanden, los temblores se desgarran. 'Ha nacido una estrella' corporeiza esa alquimia, es celebración, canto de entrega y sacrificio. Eso sí, no sería lo mismo sin Judy Garland y, sobre todo, James Mason quien hace danza de sus emociones, desde la fragilidad a la alegría, de la embriaguez que es grito de extravío o euforia exuberante, cuando pierde pie o cuando escucha emocionado cómo canta la mujer que ama. ¿Cómo se puede describir la secuencia de su irrupción, ebrio, enla ceremonia de los Oscar cuando acaban de premiar a la mujer que ama, cómo arrastra como un niño la pierna en los escalones, cómo le abruma la desolación cuando golpea accidentalmente a la mujer que ama? Su mirada, su hondura y su relieve, relatan el proceso de un hombre que se reencuentra gracias al amor, cuando sus pasos parecían extraviarse, y que se sacrifica para que sus temblores, su imagen quebrada, no empañen el brillo de la mujer que ama, su ascensión a las estrellas.La intensidad lírica de la obra culmina con las conmovedoras secuencias finales, un desgarro que es ternura insondable. No he presenciado hasta ahora una interpretación de tal calibre como la de James Mason, de tal complejidad y sutilidad, con tan insondables matices, y que tanto me haya conmovido.

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