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miércoles, 12 de julio de 2023

Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1

 

En Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1 (Missión impossible: Dead reckoning, part 1, 2023), Ethan Hunt (Tom Cruise) se confronta con su origen, con su mentor, con aquel que le instruyó para que fuera como es. Se confronta con su sombra, con la sombra que es. En la secuencia que nos lo presenta, Ethan surge de las sombras. En un fugaz flashback en blanco y negro, evoca la muerte de una mujer que amó antes de convertirse en el agente del MI6. Y evoca cómo fue asesinada, en un alcantarillado, por su mentor, Gabriel (Esai Morales). En la secuencia previa, la secuencia introductoria, se nos presente al elemento que servirá de McGuffin, el elemento que todos perseguirán para poseer, para lo que será necesario disponer de las dos partes que conforman la llave que posibilita su control. Es una entidad que puede controlar todos los sistemas digitales, por lo que puede ser el arma más efectiva. Se compara con la predeterminación del destino, como en ocasiones señalará Gabriel, como si los hechos estuvieran inexorablemente marcados. ¿Los hechos ocurrirán de modo inevitable o es posible intervenir de tal modo que no sean como se dice que serán? O planteado desde otro ángulo, el curso de los acontecimientos puede ser de un modo u otro si se controlan las emociones, si no son estas las que determinan las acciones, por despecho o ansia de venganza, con lo que tendrá que dirimir Ethan. O si la reacción emocional se modifica, con respecto a la que suele ser la usual, en respuesta a un gesto compasivo, como así será, en las secuencias finales, en la forma de actuar de quien, hasta ese momento, parecía guiarse por la inclemente violencia.

En esa secuencia introductoria, que tiene como protagonista a un submarino se juega con las apariciones fantasmales de submarinos que realmente no están donde parecen que estar. En repetidos momentos se alude a la condición de vida de Hunt, y sus amigos, Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg) o Ilsa (Rebecca Fergusson), como fantasmas que viven en otra dimensión de la realidad que nada tiene que ver con la que es denominada normalidad, o vida estructurada de rutinas. ¿Qué vida es?. Como en la última serie de películas protagonizadas por James Bond, con Daniel Craig, y en particular las dos dirigidas por Sam Mendes, se establece desde la tercera producción de Misión imposible una paralela reflexión sobre la naturaleza del modo de vida, y el sistema que representa, una figura como Ethan Hunt. En Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1 no hay gobierno que no esté interesado en disponer de esa llave que posibilita el control (una llave en dos partes, una llave que representa esa escisión entre lo que parece y es). Ethan y sus amigos son de las escasas individualidades que intentan neutralizar el uso de la llave, mientras se enfrentan a diversos agentes que representan a diferentes entidades, sean legales, gubernamentales, o no. Pero su propósito no difiere. La primera secuencia de acción, en la que coinciden Ethan e Ilsa, acontece en un desierto, en medio de una tormenta de arena, reflejo de esa hostilidad global determinada por esa ofuscación generada por el ansia de poder y control (como otra nube se propagará en el despacho de la agencia secreta estadounidense). Y eso conlleva, por añadidura, que sea difícil discernir quién actúa de acuerdo a las intenciones que explicita poseer.

Resulta elocuente que un nuevo personaje en la saga, la ladrona Grace (Haley Atwell), sea un personaje escurridizo que no parece decantarse por un posicionamiento, o que resulta imprevisible cuál será su reacción en las diferentes situaciones, ya que más bien tiende a la fuga, a ser otra sombra camuflada en múltiples personalidades, preocupada por su propio beneficio, o su propia suerte. Un personaje oscilante, impredecible, que condensa en su figura un escenario regido por las difusas, escurridizas y capciosas apariencias, como si habitara, a la vez, en sus hendiduras. Esa naturaleza imprevisible define la primera secuencia en la que Ethan y sus amigos coinciden los diversos contrincantes en un mismo espacio, el cual es, precisamente, un espacio de tránsito, un aéropuerto, en cuyos pasillos se mezclan con los diversos pasajeros. Un espacio de desplazamientos en el que pueden irrumpir inesperadas figuras que alteran el curso de los acontecimientos. En esa secuencia, hay apariencias engañosas, que son meramente truco visual (rostros en una pantalla que no se corresponden con el rostro real) como los hay que, en la pantalla, solo quedan registrados en los reflejos o figura borrada, cual fantasma (precisamente, la sombra o siniestro reflejo germinal de Ethan).

Esta franquicia, como las citadas obras por James Bond, es el epítome de un depurado cine de acción. Se caracterizan por un dominio admirable del montaje, de la modulación y la graduación de tensiones. En el cine de acción sobresaturan las escenas de persecuciones de coches. Incluso, aunque impecablemente montada, la secuencia correspondiente de Spectre no lograba transcender la convención (como otras secuencias de persecución en la narración, con helicoptero añadido). En la prodigiosa persecución por las calles de Roma, en Misión imposible: Sentencia mortal- Parte 1, se introducen elementos anómalos (cierto tipo de coche, dos personas esposadas), e incluso puntuales ocurrencias humorísticas, que amplifican la singularidad de una secuencia modulada en sus diferentes fases de persecución de modo tan ingenioso como vibrante, y que consigue igualar, sino superar, la magnífica secuencia de acción por las calles de París en la previa Misión imposible: Fall out. Su depurado dominio del montaje no solo se expresa en acciones sino también en cómo modula tensiones, mediante primeros planos, en la excelente secuencia en un club, en el que Ethan se enfrenta con la mirada a sus diversos contrincantes, y que dará paso a otra excelente secuencia de doble persecución y enfrentamiento, en montaje paralelo, por los callejones de Venecia (en uno, particularmente angosto, acontece la pelea entre Ethan y quien porta, como maquillaje, en su rostro blanquecino, una lágrima; el dolor, como ofuscación, el dolor, como empatía). La pérdida de un ser querido es una posibilidad: al respecto es elocuente la repetición, en distintas secuencias, de un encuadre, en la primera, con ambos abrazados, prima el fulgor del color dorado, en la segunda, con uno de ellos solo, una azulada carencia de luz. Como culmen, una brillante confrontación en el Orient Express (un tren desbocado en el que se revelan hasta las corrupciones de quienes dicen representar la legalidad) al que amenaza la posibilidad de un descarrilamiento que no representa sino el trayecto de un sistema, como es este en el que vivimos, que parece precipitarse, con su arrogancia y ansia de control, hacia el vacío. Quizá no seamos sino sombras y fantasmas aunque creamos estar en control de nuestro escenario de realidad.

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