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viernes, 20 de mayo de 2022

Historia de la ultraizquierda (Errata naturae), de Christophe Bourseiller

 

Historia de la ultraizquierda (Errata naturae), del escritor francés Christophe Bourseiller (1957), es el relato desorganizado de un conjunto de coaliciones minúsculas, de movimientos provisionales y de polvo de estrellas (…) ultraizquierda, provocadores, alborotadores, autónomos, zadistas, situacionistas, consejistas, marxistas libertarios... Bourseiller lo compara con un relato de Jorge Luis Borges, un repaso detallado y minucioso, desde el siglo XIX hasta nuestros días, que parece una ficción, sobre una forma de vanguardia en los confines de la política y el arte (…) viveros de ideas nuevas que ponían, y aún ponen, en cuestión, sin complacencia, unas ficciones, las estructuras de unos sistemas socio políticos, incluso las que se supone representaban la revolución o transformación. Para definir su enfoque utiliza la expresión aguijón. Como el de quienes, en los años veinte o treinta, calificaban a la Unión Soviética como capitalismo de Estado, en donde la dictadura del proletariado había sido sustituida por la dictadura del partido, que actuaba de modo inclemente (o más bien fulminante con los opositores). En los años veinte destaca particularmente al unionista alemán Otto Ruhle, relacionado con la vertiente menos pactante del KAPD (partido comunista obrero de alemana), quien señalaba la condición fundamental de los comites de base, los cuales prefiguran los consejos obreros. Un sistema dialéctico donde no hay cúpulas o jerárquias. Al respecto, fue fundamental la figura del holandés Anton Panneloek, quien publicó en 1946, Los consejos obreros. Consideraba que la lucha contra el nacional socialismo era la lucha contra el gran capital alemán. Más allá de enarbolamientos ideológicos, uniformes o cartillas normativas, la sustancia siniestra seguía siendo el capital. A pesar de sus aparentes diferencias, fascismo y democracia se perciben como productos del mismo sistema capitalista, puesto que las relaciones entre clases y de explotación son las mismas en ambos casos. Estos grupos, o estas mentes, periféricas en el sistema, desnudaban una ficción sustentada sobre falsas oposiciones, o aparentes diferencias de sistemas, fuera la unión soviética, el nacional socialismo alemán, una monarquía o la democracia estadounidense, representante sin disimulos del capitalismo. No se es menos pobre en un país libre que bajo un yugo policial (…) ¿Las relaciones de fuerza vinculadas a la existencia de clases quedan así disimuladas bajo las apariencias que varían según el país y las necesidades locales o circunstanciales? Pannekoek, de modo específico, apuntaba que las variaciones externas, que afectan al modo de vida, el manifiesto desarrollo de la técnica o la mecanización que se produce desde mediados del siglo XX, no disimula la vertiente (o el virus) fundamental del sistema capitalista, la ley del beneficio.

A finales de los cincuenta comienza a disponer de relevancia la Internacional situacionista, que se centraba primordialmente en el ámbito cultural, aunque como señalaba la figura principal, Guy Debord, su política es una crítica rigurosa de lo que denominaba <<la sociedad del espectáculo>>, una característica fundamental del sistema capitalista, por la que el estudiante, como consumidor ostentoso cultural, es un producto de la sociedad moderna, en el mismo nivel que Godard y la coca cola. Según Debord el espectáculo, como modo de dominación del capitalismo, que de este modo no es necesario que recurra a la tiranía manifiesta, es un mecanismo de interferencia que oculta la realidad de las relaciones entre clases. Esto es, la sociedad real vive a través de un filtro irreal. El monoteísmo judeo cristiano se ha visto sustituido por un politeísmo de las mercancías culturales. La influencia de la Internacional situacionista fue fundamental en los movimientos del mayo del 68, al fin y al cabo rebelión contra la sociedad de consumo y crítica de la vida cotidiana (o de las ficciones que se asumían como realidad), pero sus enfoques, más radicales, no encajaron, o no fueron los que se acogieron como inspiración. Dos décadas después, cuando en 1988 publicó Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, su perspectiva estaba ya teñida de desesperanza. Su planteamiento crítico era más amplio al no circunscribirse a la sociedad capitalista. Destacaba cinco primordiales características en nuestra sociedad: “la innovación tecnológica incesante, la fusión de la economía y el estado, el secreto generalizado, la falsedad sin respuesta, un presente perpetuo”. Era fundamental la noción del secreto, como constatación de la sutil dictadura corporativa que sufrimos (sin que pensemos que vivamos en una dictadura): Detrás del escenario en el que se debaten los títeres, los verdaderos amos, a los que jamás ha votado nadie, mueven los hilos del mundo. Ya señalaba cómo nos hemos convertido en espejos o reflejos que pensamos que no lo somos, característica, o condición, que se ha acentuado con el apuntalamiento de la red virtual en nuestra vida. Somos cada vez más ficciones protésicas, fotocopias, teledirigidas como autómatas, aunque con la convicción de que dirigimos nuestras vidas. La tiranía es más efectiva cuando no aparenta que lo es.


En 1994 Debord creó la asociación Regenerar la naturaleza, con la que se intentaba “poner fin a la dependencia frente al sistema de protesis que se le ha endilgado a la sociedad-comunidad”. Los frentes prosiguen, y las rebeliones, aunque siga primando en el ser humano la preservación de su particular parcela, o célula básica, sobre todo cuando hay dependencia familiar (la principal justificación para no participar en sublevaciones o cuestionamientos que puedan poner en peligro la estabilidad laboral y por lo tanto la subsistencia familiar: una eficaz estrategia que ha funcionado brillantemente como controlador social). Así como se ha cultivado la atomización, la generación de conflictos en parcelas específicas, como maniobra de distracción. También se advierte una sensación de aislamiento, la obstaculización para conseguir la congregación de la sublevación que logre el cortocircuito o neutralización de un sistema maquinal inclemente. Después de 1980 la situación cambia. El movimiento autónomo se atomiza y dispersa: okupas, radios libres, movimientos de parados, motines en las cárceles... Un montón de frentes parcelarios que señala el advenimiento de las revoluciones moleculares. Pero aún perviven varios frentes de lucha: los movimientos antifascistas radicales, los grupo no border que acuden a la ayuda de los migrantes, las ZAS, los distintos frentes ecologistas, las luchas sociales... Aún hay quienes intentan utilizar el aguijón para despertar a quienes duermen en la pragmática y la conveniencia y para intentar crear algún rasguño, por pequeño que sea, en el enajenador y dictatorial sistema que nos ha convertido en dóciles agentes económicos y funcionarios vitales.

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