Se siente más emocionado que cuando Katharina le dijo que estaba embarazada (…) algo inédito, superpuesto por unos instantes a la realidad: algo que Katharina puede interpretar como la señal que espera para irse. Esa visión inédita, o insólita, son unas enigmáticas luces en el cielo, tres formas diferentes con sus particulares colores, de las que son testigos Jon y Katharina en las primeras páginas de Los extraños (Impedimenta), de Jon Bilbao (1972). Poco después irrumpen en su vida dos extraños. Un supuesto primo, Markel, y su asistente, Virginia. Un primo del que Jon no se acuerda. La extrañeza es de tal calibre que se pregunta si realmente le ha conocido. ¿Es la realidad cómo ese supuesto primo dice que es? ¿Es su relato fidedigno o una invención? ¿Es la realidad como dicen otros que es o es cómo uno particularmente la percibe o imagina, como una la proyecta? ¿Qué es la realidad si se duda de ambas vertientes? Se revelan como películas superpuestas, enigmáticas luces y formas que resulta complicado definir y precisar. Quizá el relato que otros establecen sobre la (nuestra) realidad sea una forma de apropiarse de ella, como siente particularmente Jon con Markel, cuando además este se asienta en la casa, pese a que presuntamente estaba de paso. ¿Acaso Markel, al igual que se ha apropiado de la planta baja, está tomando posesión de sus recuerdos, desplazando la imagen de otras personas?
Pero quizá la realidad cómo la percibimos, como Jon su misma realidad, la relación con Katharina, que va a sufrir una radical modificación con el nacimiento de un bebé, sea más bien una materia moldeable según las proyecciones de los miedos y las expectativas, en ocasiones en colisión. Quizá la realidad sea una materia moldeable atravesada, y contaminada, por las especulaciones de esas proyecciones. Una vez más reprime el impulso de pensar en Virginia y Markel, de intentar recordar si alguna vez conoció a su primo, de apropiarse de la espuma de unas vidas ajenas y elaborar con ella una ficción, de sublimar a personas en personajes. ¿Quiénes son Virginia y Markel, lo que proyecta sobre ellos condicionado por sus circunstancias, o la extrañeza que le suscitan, como aquellas luces y formas en el cielo, tiene un fundamento para su creciente recelo? Porque, al fin y al cabo, esas extrañas manifestaciones exteriores ¿qué están poniendo en evidencia de sí mismo o de su relación con Katharina?¿Quizá el reflejo, de un anhelo de fuga de una realidad en la que se siente extraño, y de la que espera irse?Jon es un ingeniero de minas que acabó en una empresa de persianas, pero acabó harto de reparar persianas, y ahora, gracias a Katharina, es redactor para una enciclopedia temática. Escribe sobre las placas tectónicas. ¿Su vida se había constituido en una suma de persianas bajadas?¿Qué discernía realmente de lo que es su vida, de sí mismo? ¿No siente que se desplazaban las placas tectónicas de su realidad pero no sabe hacia dónde y qué nuevos continentes de realidad quizá forman o anhelan formar? Katharina por su parte quisiera entrar en el medio audiovisual y mientras se dedica a las traducciones y correcciones de textos. ¿Traduce con precisión su realidad, quizá necesita correcciones que no perciben o se atreven a decirse a sí mismos? Se han mudado a un hogar que fue el de los padres de Jon, es un nuevo espacio que fue de otros, y pretenden proyectar sus propios pasos. Habitan una realidad en proceso de definición. Una realidad fronteriza de luces y formas y colores indefinidos que no perciben quizá con precisión. La realidad es la irrupción de unos extraños que desestabilizan su realidad incierta, o quizá evidencia su propia inestabilidad, como la planta baja de la que se apropian Virgina y Markel se define por el desorden. Su vida es un desorden y aún no lo saben, o no lo han afrontado. Se desplazan vacilantes como si siguieran una estela cuya constitución real ignoran. Mientras afuera, unos ufólogos, están convencidos de la significación de esas luces y formas enigmáticas, y ya han establecido un relato, ambos se desplazan en una realidad cuyo relato les parece una desconcertante línea de puntos que no saben qué forma, como no saben qué pretenden realmente Markel y Virginia, por qué se establecen en su hogar, y traen maletas, y perros, aunque sigan declarándose pasajeros de paso. ¿No se sienten Jon y Katharina pasajeros de paso de una realidad aún en formación, como una frontera de límites indefinidos? Jon traza con precisión esa extrañeza, como una difusa realidad amortiguada que se entreoye a través de la pared.
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