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lunes, 13 de julio de 2020

Ultimatum a la tierra

Se pueden establecer sugerentes paralelismos entre el extraterrestre Klaatu (Michael Rennie), de Ultimatum a la tierra (The day the earth stood still, 1951), de Robert Wise y el Covid-19. Klaatu llega a la Tierra con el propósito de advertir a los seres humanos de que si prosiguen con su escalada de pruebas nucleares, con el propósito de utilizarlas como armas (o usar esa posibilidad como amenaza o declaración de fuerza), el planeta será destruido. Klaatu remarca que el ser humano parece guiado por una insensata ceguera, empecinado, de modo obtuso, en ridículas rencillas (como era, entonces, el caso de la Guerra fría, la hostil discordancia entre los bloques capitalista y comunista, con Estados Unidos y la Unión soviética como principales contendientes; aunque, ironia sangrante, compartieran el verbo unir en sus nombres). Klaatu remarca que en su planeta han evolucionado de tal modo que no existen conflictos violentos, guerras. Pero Klaatu se encuentra con una reacción recelosa. Ni los gobiernos muestran disposición para (re)unirse, como requiere Klaatu para comunicarles el motivo de su llegada, ni el ciudadano corriente, como reflejan también los medios de comunicación, muestra confianza con respecto a cuáles sean sus intenciones. El ejército adquiere pronta condición representativa de esa reticencia suspicaz presta a desenfundar de modo violento. De hecho, el disparo de un nervioso soldado herirá a Klaatu nada más descender de la nave. Piensa que un objeto que despliega puede ser un arma, no un objeto de buena voluntad, como es, el cual podría proporcionar conocimientos a los humanos. Klaatu es un extraño, y como si fuera un ruso desembarcando en Estados Unidos, casi nadie piensa en propósitos conciliadores, bienintencionados o amistosos.
Dada la escasa receptividad de los representantes del poder a tomar en consideración su mensaje (en primer lugar porque priorizan las diferencias entre ellos), Klaatu decide realizar una demostración de su poder. Durante una hora deja a todo el mundo sin electricidad. Detiene el mundo (el título original alude a ese hecho: the day the Earth stood still/el día que se detuvo la Tierra). Si lo extrapolamos a nuestros días, el Covid ha irrumpido en nuestras vidas para indicarnos que nuestro modo de vida no puede proseguir con su escalada de destrucción y degradación de las reservas de nuestro entorno natural. En general, no hemos sido muy receptivos al mensaje (aunque el virus no se comunique en nuestra lengua, no resultaba difícil interpretar lo que representaba su aparición en nuestras vidas, o qué mensaje nos enviaba la naturaleza). Ha demostrado su poder, abocándonos a un confinamiento que nos ha detenido (que no ha durado una hora, pero para muchos se ha alargado en exceso, ya que querían seguir con la cinta corredera de sus rutinas y costumbres y caprichos como si no hubiera habido interrupción). En la película, Klaatu es incluso perseguido y disparado. Muere, pero resucita gracias al sofisticado desarrollo de su ciencia. Su discurso aleccionador, que aboga por el abandono de las actitudes agresivas, hostiles, a nivel individual y colectivo, no encontró su correspondencia en la realidad (las hostilidades de la Guerra fría se alargaron aún varías décadas siempre con la amenaza del empleo de armas nucleares como pulso de poder). Una magnífica variación se realizaría más de sesenta años después, La llegada (2016), de Denis Villeneuve, indicativo no solo de que nada ha variado sino de que incluso hemos empeorado más si cabe.
Edmund H North quería escribir al respecto de la proliferación de pruebas nucleares. Se inspiró en el relato Farewell to the Master, de Harry Bates, para el guion para Ultimatum a la tierra. El año anterior, una producción británica, Ultimatum (Seven days to moon, 1950), de Roy Boulting, había incidido en la misma cuestión. En aquel caso, un científico amenazaba con hacer estallar una bomba nuclear si los países no desistían de realizar esas pruebas nucleares. Era otro tipo de acción admonitoria con respecto a la agudización de la actitud beligerante y hostil, con el ejército como emblema. Wise, precisamente, se sintió interesado por el proyecto debido a su planteamiento antimilitarista, motivo, por otra parte, por el que el ejército no apoyó el proyecto. La beligerancia anticomunista también encontró reflejo en las reticencias que hubo que superarse para que Sam Jaffe encarnara a Barnhardt, científico que sí se muestra receptivo a las advertencias de Klaatu. Era ya objeto de atención del HUAC (Comité de Actividades Antiamericanas) por sus ideas progresitas. De hecho, tras esta película no sería de nuevo contratado para una producción hasta finales de los cincuenta. El productor, Julian Blaustein (Flecha rota, 1950, de Delmer Daves), consiguió convencer a Darryl F Zanuck, capitoste de la Fox, para que Klaatu estuviera interpretado por un actor desconocido para el espectador medio. Zanuck quería a Spencer Tracy, que había aceptado, pero Blaustein logró convencerle de que era importante que el espectador no estuviera mediatizado por lo que representaba un actor conocido, que condicionaría sus expectativas, sino que más bien era importante que las mantuviera en el terreno de la incógnita. El actor británico Michael Reenie transmitía la necesaria imagen de firmeza, autoridad e integridad.
Wise quiso imprimir un estilo más bien naturalista. Irrumpe lo anómalo en la realidad corriente y reconocible. El desajuste proviene del desconcierto ante la apariencia anómala que, sin embargo, se conduce con naturalidad, como si desplazara por una realidad que no teme (un platillo que aparca en un parque, como lo haría un helicóptero o cualquier vehículo; un hombre con traje espacial que se acerca sin vacilación ni inseguridad a los indígenas, quienes, incluso con tanques, esperan expectantes apuntándole con numerosas armas). Cuando se revela que su apariencia no difiere de la humana, no hay en su forma de conducirse nada que resulte perturbador, pero aún así el recelo subsiste, en especial, para aquellos que es un fuera de campo, sobre el que especular, y casi siempre de modo suspicaz. Precisamente, cuando Klaatu llega a una pensión, para alojarse, es una sombra en el vestíbulo que, en principio, inquieta a los inquilinos que se encuentran en la sala. Es una incógnita, pero predomina la interpretación o reacción susceptible. Piensan que no puede ser como ellos, aunque nadie, sin saber que es él porque se presenta con el nombre de John Carpenter, se inquiete ante su presencia. Hay excepciones con mente abierta, como es el caso de Helen (Patricia Neal) quien no comparte los recelos de los otros inquilinos de la pensión.
Esa desconfianza, que colinda con la animadversión, encuentra su correspondencia, en la escala afectiva, en los celos del novio de Helen, Tom (Hugh Marlowe). Para él, Klaatu es un rival, una amenaza para su relación sentimental. Le molesta sobremanera que haya creado una relación cómplice y afectuosa con el hijo de Helen, Bobby (Billy Gray). No importa cómo es o lo que sus actos reflejan y consiguen, es un elemento perturbador que puede dificultar su posición en el escenario sentimental. De la misma manera que un militar puede estar presto a desenfundar su arma, o disparar, la hostilidad se puede desenfundar de otros modos: Cuando Tom sepa que es Klaatu no durará en denunciarlo al ejército, pese a los intentos de Helen para que renuncie a ese propósito; pero la ceguera de Tom no desiste aunque ella le diga que no se casará con él si lo hace. De la misma manera, los militares no dudarán en disparar, por la espalda, a Klaatu. En una pequeña escala, el escenario afectivo, Tom representaba a aquella beligerante y susceptible actitud que, a nivel colectivo, también fundamentaba sus actos en el cerco o bastión de su territorio, afirmado en la hostil rivalidad con otra potencia (colectiva o individual).
La excelente música de Bernard Herrmann, con sugestivo uso del theremin (Danny Elfman reconocería que fue su principal inspiración para convertirse en compositor), propulsa un sutil extrañamiento. La figura imperturbable, por templanza, y determinada (intolerante con las intolerancias, sin tomarse de ningún dogma, como escribiría Cioran) estaba perfilada, por Norton, como una réplica de Cristo (como en cierta secuencia, con Lincoln). En cambio, el comité de Censura se sintió molesto por el poder ilimitado de esas criaturas no humanas, con capacidad, incluso, de resurrección, ya que le parecía que reflejaba una perspectiva más bien izquierdista, por lo que exigió que se incluyera una línea de diálogo en la que Klaatu afirmara que su resurrección tiene fecha de caducidad (aunque incierta), porque ese poder está reservado para el Todopoderoso. Irónicamente, la película cuestionaba la tendencia humana a sentirse Todopoderoso. Como hoy el ultimátum del Covid-19. Dada nuestra escasa receptividad, arrogancia e inconsciencia, será necesario que incremente la potencia persuasiva de su amenaza para que podamos reaccionar y así dejemos de ser el más beligerante y peligroso virus sobre la Tierra.

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