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martes, 28 de julio de 2020

El teatro de la muerte

El director teatral Darvas (Christopher Lee) utilizala hipnosis para sugestionar a sus actrices, en El teatro de la muerte (Theatre of blood/Blood fiend, 1967), opera prima del cineasta estadounidense Samuel Gallu, que rodaría, hasta 1969, otras tres películas. Antes de crear una productora en la década de los cincuenta (con la que produjo y dirigió series), había sido tenor de opera (durante el rodaje intercambiaba arias con Christopher Lee). El teatro de Gran Guiñol de Darvas linda con el espíritu ferial, un espacio con reminiscencias de lo prohibido o proscrito, ya por su misma ubicación en París (por su consideración simbólica de ciudad del placer). Un espacio de satisfacción, o espita, de deseos siniestros, como ejemplifican las representaciones en las que se simula cómo se guillotina la cabeza de una bella joven. Se podría considerar un antecedente del club siniestro de la muy sugerente, y reivindicable, Lost river (2014), de Ryan Gosling.
Esa liberación de instintos violentos en la zona de sombras, espacial y temporal (es un club nocturno), dispondrá de su contrarreplica en los crímenes que una figura embozada realiza en la noche. A los cadáveres se les extrae sangre, lo que incita a especular con que sea un vampiro, o alguien equiparable a un vampiro, quien realiza esos asesinatos. En una de las escenas en las que Darvas utiliza la hipnosis, las dos actrices, Lelia (Danie Gireux) y Nicole (Jenny Till), representan a una mujer acusada de bruja y a otra que la va a ajusticiar. Su dominio de la sugestión es tal que tiene que intervenir un espectador, Marquis (Julian Glover, quien ese mismo año interpretaría al dirigente de un culto satánico, enfrentado a Christopher Lee, en la excelente The devil rides out, de Terence Fisher), para evitar que realmente la mate. Para dirigir las sospechas de los crímenes hacia Darvas se juega tanto con esa cualidad siniestra de su carácter, como con la sugestión icónica de Christopher Lee como intérprete del vampiro más célebre, Dracula. Pero, irónicamente, es la actriz sugestionada, Nicole, la real ejecutora de los crímenes. Quien parecía materia dominable, vulnerable, era quien extraía sangre de otros, por causa de ciertos siniestros sucesos de su pasado, cuando aún bebé fue nutrida con sangre. La bella realmente se revela como la bestia.

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