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lunes, 27 de julio de 2020
Circus of fear
La producción anglo germana Circus of fear (1966), de John Moxley, inspirada vagamente en una novela de Edgar Wallace, Again the three just men (1928), se vertebra como un whodunit y se define por el sórdido retrato del ambiente del circo. En cuanto al primer aspecto, el productor Harry Alan Towers, que utilizaba como guionista el seudónimo de Peter Welbeck, había adaptado el año anterior Diez negritos, de Agatha Christie, dirigida por George Pollock. Produciría posteriormente otras dos, dirigidas por Peter Collinson en 1974 y Michael Winner, en 1989 (Muerte en el safari). Circus of fear se ajusta a ese patrón. La incógnita que hay que esclarecer es quién es el cerebro que ha organizado el atraco a un furgón blindado, el cual es narrado con contundente precisión en la secuencia de apertura. Las pocas pistas de las que dispone el inspector Elliot (Leo Genn) indican que es uno de los integrantes del circo de Barberini (Anthony Newlands).
El escenario del circo se define por la turbiedad: disputas amorosas entre el lanzador de cuchillos, Mario (Maurice Kaufmann) y el director de pista, Carl (Heinz Drache), por la ayudante del primero: una vez más, la tirantez que existe entre los personajes implicados duplica la tensión del número de lanzamiento de cuchillos; figuras siempre al acecho en la oscuridad: como en El circo del crimen (1966), de Jim O'Connolly, también hay un enano como ambigua figura de difusas motivaciones, en este caso con la intención de descubrir información que le sirva para realizar chantajes; rivalidades sustentadas en resentimientos pretéritos, como la acusación del director de pista al domador de leones, Gregor (Christopher Lee), casi siempre encapuchado (se supone que por unas ostentosas cicatrices), de que el padre de este mató al suyo. Para enturbiar aún más la atmósfera y la posibilidad de esclarecer quién es el cerebro de los atracos se suceden una serie de crímenes en los que se utiliza como arma el cuchillo. Los crímenes pueden estar relacionados con el dinero que está oculto pero puede que no, ya que quizá tengan que ver con las discordias que definen el emponzoñado ambiente del circo. Una tensión siempre a punto de desplegar sus zarpas, y que encuentra su reflejo, o correspondencia, en la agresiva leona que la enigmática figura enguantada de negro libera para matar a la ayudante del lanzador de cuchillos. Sólo uno porta capucha, pero eso no indica que sea menos visible que el resto de integrantes: cualquiera puede no ser lo que parece, cualquiera puede ser un monstruo no visible.
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