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martes, 17 de julio de 2018
La fragata infernal
La fragata infernal (Billy Budd, 1962), de Peter Ustinov, es la adaptación teatral de Louis O.Coxe y Robert H
Chapman, inspirada en Billy Budd, la obra inacabada póstuma de Herman Melville. Tras treinta años dedicado a la poesía, Melville decidió retornar a las aguas de la narrativa en 1888, con Billy Budd, pero su muerte en 1991 interrumpió su desarrollo. Un biógrafo descubriría la obra, accidentalmente, en 1919, en un baúl de la casa de una de sus nietas, en New Jersey. La viuda del escritor le ayudó a completar la obra, y fue publicada en 1924. En años posteriores se publicarían otras versiones incompletas, hasta que se encontraron las notas originales de Melville, publicándose la versión definitiva en 1962, el año en que se estrenó La fragata infernal. Los derechos de la obra teatral que adapta habían sido adquiridos seis años antes por Frank Gilbert, que había encargado a DeWitt Bodeen que escribiera la adaptación. Los derechos serían vendidos a Robert Rossen, que trabajó en el proyecto con Bodeen, hasta que, de nuevo, los derechos fueron vendidos a Peter Ustinov, quien realizó otra reescritura, aunque acreditara también a Bodeen (en las primeras copias, cuando se estrenó, quien aparecía como coguionista fue Rossen).
En 1797, en pleno conflicto bélico con la república francesa, la armada británica podía abordar cualquier barco mercante para reclutar hombres para su tripulación. Ese el caso del marino mercante Billy Budd (Terence Stamp), cuando su barco, The rights of man (Derechos del hombre), es abordado por el navío de guerra Revenge (Venganza). Es diáfano el substrato simbólico de los nombres de ambos barcos, en una obra en la que se dirime, o señala, el desencuentro entre justicia y ley. Del mismo modo que Billy Budd es, como Moby Dick, en otra obra de Herman Melville, la encarnación de un símbolo. El de la integridad o bondad, el de la falta de doblez, el de una naturalidad que no sabe de subterfugios: detalle revelador es que a veces tenga dificultades para articular con palabras sus sentimientos o ideas; incluso el desbordamiento de la emoción le provoca el tartamudeo; es ante todo emoción, pero sin los claroscuros de la visceralidad. Por eso, ya de entrada suscita suspicacia su despedida del mercante, cuando dice adiós, Derechos del hombre, ya que hay quienes piensan que puede decirlo con segundas, como desconcertará su forma de ser, ya que parece inusitado que alguien sea así, alguien que suscite confianza, y sea confiado, noble, sin resentimientos, afable y considerado, siempre dispuesto a ayudar o a decir la verdad, o a preguntar de modo directo por qué alguien actúa de un modo que resulta retorcido (simplemente, él no comprende, y quiere comprenderle). Su naturaleza es básicamente armónica. Hay algo de criatura fuera de lo ordinario que perturba el rígido orden o, sobre todo, las mentes más rígidas y enquistadas ( no es de extrañar que Pasolini utilizará a Stamp en Teorema con parecida misma función en un entorno, aunque el personaje tuviera atributos diferentes).
Esa condición o naturaleza, que parece ajena a cualquier posibilidad de conflicto, y muestra en todo momento una actitud conciliadora, no puede comprender que haya quien encuentre placer en la crueldad, lo que suscita la expresión perpleja de aquel a quien más irritará o turbará, el suboficial Claggart (excepcional Robert Ryan), un hombre que destaca tanto por su preparación intelectual, aunque no acorde con su cargo, un puesto de mando entremedias, maestro de armas, como por su amargura y resentimiento, esa que supura de la frustración. Entre los claroscuros indefinidos de Claggart también se insinúa inclinaciones homosexuales sancionadas por el entorno, que determinó alguna contrariedad con la Ley, elemento también determinante en su ejercicio de abuso de poder sobre otros hombres. Su perspectiva de la vida es la representativa del esbirro, aquel que no se siente reconocido, que siente que no ha logrado en la vida lo que su potencial prometía o parecía deparar, y se siente agraviado por la vida por lo que descarga ese ácido de insatisfacción sobre los demás: es decir, la venganza o despecho de quien no siente que controla la vida (o no ha configurado el escenario de vida deseado) pero aprovecha su pequeña parcela de autoridad para dar satisfacción mediante la crueldad a su resentimiento y capricho, a su retorcida y dañada voluntad, a complacer la pulsión de dominio (sobre otras vidas). Su mezquindad se verá alterada al advertir las cualidades de Budd, su antimateria, ya que le hace verse como es (y lo que ha arrinconado en sí mismo), pero no propicia una transformación, la superación de sus quistes emocionales, sino una reacción defensiva, el repliegue en la autocomplacencia de su posición de poder y el ejercicio de crueldades ( como provocar la muerte de un marinero al que había obligado a subir a lo alto del barco aunque tuviera costillas rotas). Claggart se obcecará en buscar el modo de provocar como sea a Budd, ya que su victoria sería lograr que Budd reaccionara con la misma agresividad, y así ya no sentirse inferior: Budd se tornaría humano, por lo tanto alguien con defectos, alguien que pierde los estribos, no alguien perfecto al que nada puede alterar o soliviantar.
La habilidad de Ustinov. en una obra centrada en los personajes, en los enfrentamientos de diálogos y en su manifiesta entraña alegórica, reside en crear una tensa narrativa, equilibrada, ya que rehuye cargar tintas como incurrir en el énfasis, sostenida la narración en las crispación contenida en los encuadres, evitando de este modo, también, el lastre escénico. Ejemplar es la secuencia, a base de primeros planos, del diálogo nocturno entre Budd y Claggart, en el que el primer realiza un acercamiento conciliador (que demuestra que es alguien que no sabe de resentimientos ni de soberbias), que logra, incluso, que asome bajo la coraza de Claggart la vulnerabilidad que tan denodadamente intenta ocultar, hasta que éste advierte lo que está consiguiendo y se repliega de nuevo con rabia. O la secuencia en que Budd responde a las acusaciones de Claggart de instigar a un motín, ante el capitán Vere (Peter Ustinov): el sibilino y tendencioso dominio del verbo de Claggart logra que Budd, al ser incapaz de responder, le golpee, con tal mala suerte que Claggart muere al golpearse la cabeza accidentalmente. Elocuente es la sonrisa de satisfacción, o victoria conseguida, de Claggart antes de morir.
De todos modos, resultará aún más desoladora y terrible la actitud de Vere y los tres oficiales, el primer teniente Seymour (Paul Rogers), el segundo teniente Radcliffe (John Neville) y oficial de artillería Wyatt (David McAllum), cuando discutan el veredicto en el juicio a Budd. Todos son conscientes de que fue un accidente, y por ello, los tres se resisten en principio a condenarle, pero Vere les convence, uno a uno, de que tienen que superponer las leyes navales, el deber y la función, por encima de la justicia. Deben priorizar la acción ejemplar, ya que han sido recurrentes en los últimos meses los motines en otros barcos de la armada. Aunque sepan que no es justo, tienen que aplicar la ley que les permite mantener su autoridad. Es la victoria de la pragmática perspectiva de la conveniencia que afirma las posiciones de poder. Al fin y al cabo, la monstruosidad revanchista de los esbirros como Claggart es fruto de la visión cínica de los que rigen las normas, de los que reprimen y restringen, aquellos que subordinan la justicia a otros intereses o a otras abstracciones simbólicas. Esa es la oscuridad visible del ser humano, su fatal y miserable tendencia a la conveniencia (y la hipocresía).
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