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lunes, 25 de julio de 2016
Young adult
Mavis (extraordinaria Charlize Theron) se ancla en el pasado porque no quiere confrontarse con un presente a la deriva. Como si borrara veinte años de su vida entremedias, decide materializar lo que no logró realizar entonces, como si pudiera rectificar las contrariedades de la realidad y sus erróneas y torpes decisiones erigiendo una realidad paralela alternativa. Mavis opta, como fuga de su presente, por sentirse de nuevo aquella adulta en ciernes, la joven adulta (young adult) a la que alude el título, 'Young adult' (2011), de Jason Reitman, cuya vida aún estaba en proceso de perfilarse. Decide reconquistar a quien fue su amor en aquellos años, Buddy (Patrick Wilson), aunque esté casado, y acabe de tener un hijo. No importa, Mavis ha optado por la negación de realidad, la de su vida, una realidad que siente escombrarse entre fugaces e insatisfactorios encuentros sexuales, insatisfactorios en buena medida porque parecen intercambiales, y la de los escollos de las otras vidas ya apuntaladas y afirmadas en su propio sí definido escenario. No importa, como ella misma señala, 'todos acarreamos nuestro propio equipaje': la interferencia de esa otra realidad, esposa e hijo, es un cimiento frágil, un parche, un sustitutivo.
Mavis siente que su vida no es propia, del mismo modo que es una 'ghost writer'/escritora negra de unos libros de éxito precisamente sobre esos 'jóvenes adultos'. Se siente un fantasma. Por lo tanto, por qué no se va a apropiar de una vida ajena, como quien irrumpiera en otro escenario para sustraer la pieza que falta en su sueño. La vida de Mavis cojea, está lesionada, se define por la falta, por las heridas interiores no cerradas, las de la frustración y la sensación de fracaso. Por eso, su cómplice, su reflejo distorsionado, en el pueblo natal al que retorna será Matt (Patton Oswalt), alguien con impedimento físico, fruto de un apalizamiento en aquellos años de vida adulta en ciernes y formación, cuando unos cerriles y compañeros quebraron su pierna y su pene porque creían era homosexual. Uno y otra arrastran lesiones distintas desde entonces.
Pero Mavis, pese a todas las evidencias, prefiere ensimismarse en su enajenamiento, y negar la posibilidad de que la realidad y la voluntad de los otros contraríen sus deseos. No acepta que el hombre que anhela desde siempre sea una figura más en aquel entorno que considera mortecino. No acepta que pueda conformarse con lo que tiene, y menos sentirse satisfecho con la vida elegida. No acepta que esa sea la relación que quiera establecer con la vida, y con una mujer, con esa mujer. Siente que debe rescatarle como necesita rescatarse a sí misma de su vida a la deriva. Pero Buddy quiere esa música, quiere esa percusión, como la que brota de la batería que toca su pareja, Beth (Elizabeth Reaser). Mavis colisiona con la evidencia de lo que es, y decide volver a la superficie de su vida al pairo, esa vida que la asfixiaba, en la que era un bulto postrado en la cama, tal como nos es presentada. Decide tener sexo con su propia lesión, con su propia vida impedida, decide tener sexo con Matt quien, ya dormido, la abraza como aquel amante provisional del inicio. Vuelve a la realidad, retorna al tiempo, a su relación estrangulada con la vida y consigo misma. Y se enfrenta a la intemperie de lo que no ha sido ni logrado, a su vida sin firma, indistinta, difuminada. Por lo menos, con la mirada despejada.
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