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sábado, 21 de junio de 2014

Fargo

Hay diferentes modos de dominar la vida. Está el que implica imponerse de cualquier modo, y establecer la propia posición sobre los demás. Y está el que implica aprender a no dejar que las circunstancias te superen, sin importar demasiado qué posición ocupas. Al primero le suele importar ser el primero, alcanzar el éxito, como le frustra no detentar el control de su vida, lo cual puede propiciar la furia de la amargura retenida; al segundo no le importa vivir en los márgenes, porque lo sustancial no tiene que ver con la posición sino con la relación que creas con los demás y tu entorno. Por eso, como bien se refleja en la miniserie “Fargo” (2014), creada por Noah Hawley, que no desmerece en absoluto de la extraordinaria película en la que se inspira, dirigida en 1995 por los Hermanos Coen, resulta crucial el modelo en que te inspiras. Por un lado, el agente inmobiliario Lester Nygard (Martin Freeman), lo encuentra en el siniestro Malvo (Billy Bob Thornton), quien aparece en su vida como una hada tenebrosa que puede satisfacer sus deseos no manifestados, esto es, solucionar de modo expeditivo su hartazgo de sentirse humillado y de sufrir el abuso, desde siempre, desde su niñez, de arrogantes como Hess que impusieron su fuerza física entonces y ahora (alardeando ante sus hijos, tan embrutecidos como él). Nygard es alguien menudo, bajito, y así se siente con respecto a los demás, alguien que siempre estará por debajo. El hada tenebrosa que es Malvo representa lo mismo que Bruno Anthony para Guy en 'Extraños en un tren' (1951), de Alfred Hitchcock (y Patricia Highsmith), aunque sin que implique intercambio, sólo necesita una simple respuesta, un sí o un no. Malvo le propone la posibilidad de materializar un deseo latente: eliminar de su vida a alguien como Hess, dicho sin eufemismos, matarle. Nygard es incapaz de contestar, porque aún la capa civilizada (hipócrita o temerosa) le domina, pero tampoco dice no, su silencio, su no respuesta, es elocuente.
El trayecto de Nygard será el de alguien que, progresivamente, se hará cada vez más resolutivo, como si la influencia de su hada tenebrosa le poseyera. En primer lugar, será capaz él mismo de quitarse de en medio a otra incordiante perturbación, su esposa, a base de martillazos, como quien afirma el clavo de su nueva forma de imponerse a la realidad. No deja de ser significativo que esa misma noche el representante de la ley, el sheriff, sea asesinado también en su hogar. Nygard, incluso, no es que sólo se deje ya llevar por sus impulsos, sino que será capaz de acciones tan retorcidas como, por despecho, alterar y manipular las apariencias de las pruebas incriminatorias para que su hermano, aquel que le ha mostrado su desprecio, parezca el asesino. De ahí a convertirse en el número uno en ventas de los agentes inmobiliarios de la zona hay un sólo paso. Claro que la soberbia le supera y conjura de nuevo a su hada tenebrosa, o más bien la desafía de modo implícito, cuando ya no era necesario, lo que implica su irreparable caída.
Por otro lado, Grimly (Colin Hanks) es un policía que realmente no quería haber sido nunca policía. Cuando se topa con Malvo en un control de carretera por una leve infracción de tráfico se siente incapaz de reaccionar. Le apabulla, y no actúa como tenía que haber actuado, y esa amargura le pesa. Si Nygard era alguien que siempre se sentía por debajo, Grimly se siente siempre por detrás de la realidad. Pero en su vida irrumpe alguien que supondrá una influencia pródiga, la oficial de policía Solverson (Allison Tolman), una mujer que realiza su trabajo con una eficacia, un rigor, un ingenio y una determinación que destaca sobremanera entre sus mucho más limitados compañeros de profesión, sobre todo en el caso de su nuevo superior, Oswald (Bob Odenkirk), que no destaca precisamente por su agudeza. Solverson propiciará que Grimly encuentre su lugar. Llena un hueco, no sólo porque era viudo, por la relación que crean, que implica además un nuevo hijo para Grimly, sino porque le hace enfrentarse a lo que realmente desea, no a lo que debe ser o aparentar. Quiere ser cartero, una figura anónima que es un mero mensajero, no alguien que necesita influir en la vida, remarcar ante los otros su poder o su autoridad. No le importa su imagen. Por eso, mismo será capaz de encontrar esa fuerza con la que enfrentarse de un modo resolutivo a la hada tenebrosa. Su afirmación no vino a través de él. Es el fantasma de lo que no debe ser o aparentar, a la inversa que para Nygard, quien no era consciente de que la aparente firmeza de su transformación, su ilusión del dominio del mundo, se sostenía sobre una frágil superficie helada. Por eso, el hada tenebrosa, ahora con pelo cano, vuelve cuando piensa que ya es invulnerable con su trofeo de número uno. Porque Nygard comete el error de pensar que puede imponerse a todo y a todos. Piensa que su respuesta puede ser siempre ya un sí.
'Fargo', serie, a su vez, parte de un modelo, película, como una derivación muy lúcidamente consciente de los sutiles y complejos cimientos originarios pero que sabe crear, con remarcable inventiva y densidad, su propio territorio. Hay alusiones al original, algunas narrativas, como continuidades, caso del personaje que encuentra el maletín con dinero que enterró el personaje de Steve Buscemi en la nieve, junto a un cercado, en la obra de los Coen. Otras son icónicas, como el plano de un coche en una carretera acercándose desde la difusa distancia; hay coches que se salen de la carretera, y policías que intentan dilucidar lo que ha podido ocurrir; hay una policía embarazada; hay visitas de viejas amistades que introducen un sordo extrañamiento (aquí un relato sobre huevas de araña explosionando en el cuello de un amante); hay dos sicarios de contrastada características (aquí no es uno hable poco o nada, es que es sordomudo). Pero son meros juegos especulares con la célula madre. Del mismo modo que, como la película, se inicia con el cartel de que está basado en hechos reales, cuando ni una ni otra lo están. Es tan ficticio lo que ocurrió en aquel 1987 como lo que ocurre en este 2006. Ambas son dos formidables fábulas mordaces.
Puede que haya directores distintos (Adam Bernstein, Randall Eihorn, Colin Bucksey, Scott Winant y Matt Shakman) pero hay un admirable continuidad, una exquisita construcción dramática, y una cautivadora modulación narrativa que no desfallece. Hay brillantes recursos dramatúrgicos, como iniciar capítulos con flashbacks que revelan quién era el hombre que iba en el maletero del coche accidentado que conducía Malvo en la secuencia introductoria del primer capítulo, o cómo llegó Nygard a comprar su escopeta del modo más casual. Y además de secuencias resueltas con una impecable pericia, como el enfrentamiento en la tormenta de nieve, hay algún tour de force que puede considerarse entre lo más excepcional realizado este año: el plano secuencia en el que la cámara permanece fuera del edificio, encuadrando las distintas ventanas, mientras se escucha cómo Malvo progresa en su interior disparando contra todos los que se encuentra a su paso, unos 22, hasta alcanzar el piso superior y eliminar a quien había ordenado su muerte. Por ahora, una de las tres mejores series del año, junto a 'Hannibal' y 'House of cards'

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