El hecho de que La luz que imaginamos (All we imagine as light, 2024), primer largometraje de ficción de la cineasta hindú Payal Kapadia, tras su documental Una noche sin saber nada (A night of knowing nothing, 2021), que se estrenará en España a finales de enero, no fuera elegida por la Federación de cine de India para representar al país en los Oscars, generó cierta controversia internacional dado el entusiasta reconocimiento que recibió en el Festival de Cannes, en donde ganó el gran premio del jurado. El presidente de la federación justificó la decisión señalando que parecía un película europea realizada en India en vez de una película hindú en India. Curiosa distinción. Mientras que la elegida no ha pasado el filtro de las quince producciones extranjeras que aún aspiran a ser nominadas para el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa, La luz que imaginamos ha recibido numerosas nominaciones y premios por parte de la crítica internacional. Es un caso que recuerda al de otra admirada película hindú, The lunchbox (2013), de Ritesh Batra, que tampoco fue elegida para representar a India. La luz que imaginamos conecta particularmente con otra espléndida obra de Batra, Tu fotografía (2019), en la que el protagonista, harto de la insistencia de su madre para que se case, propone a una mujer que se haga pasar por su prometida. En La luz que imaginamos se expone cómo se sigue sintiendo como una condena esa tradición hindú según la cuál los padres eligen al marido de sus hijas aunque ni siquiera lo conozcan, o rechacen a quien ella quiere porque, por ejemplo, su religión sea otra.
La luz que imaginamos comienza
con un travelling que recorre las bulliciosas y concurridas calles de
Mumbai (ciudad natal de la cineasta), mientras se suceden diversas
voces en off de varios de sus habitantes. Las dos protagonistas,
enfermeras, son singularidades y a la vez representantes de una
sociedad, o de una circunstancia social. Se presenta a un conjunto en
el que paulatinamente se destacará a ambas mujeres, las cuales
comparten piso. La mayor, Prabha (Kani Kusruti) se casó con un
hombre que había sido elegido por sus padres, un hombre al que no ha
visto en un año, ya que se marchó a Alemania. Ese momento en el que
recibe una caja con un aparato para hacer arroz, sin remitente, que
suscita su desconcierto, ejemplifica esa distancia entre quienes no
mantienen comunicación, y ejerce como detalle que suministra cierta
extrañeza a un relato que pareciera transcurrir, aunque no sea así,
en la noche. Por su parte, Anu (Divya Prabha), algo más
irresponsable (le pide de nuevo que ese mes aporte su parte del
alquiler) mantiene relación con un chico musulman que sabe que no
sería aceptado por sus padres, motivo por el que le cuesta disponer
del valor necesario para planteárselo. Ya lo refleja el hecho de que
lo sepan muchos en el hospital pero no su compañera de piso, porque
teme sus cuestionamientos. Ambas circunstancias exponen dos tipos de
circunstancias que se sufren por el lastre de una tradición que se
siente como yugo.






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