El problema en su paraíso surgirá cuando entre en escena Mariette (Kay Francis), precisamente cuando ellos entren en la suya con una puesta en escena. Gaston devuelve, para cobrar la recompensa, el bolso que él había robado en la opera (en una estupenda secuencia narrada a través de acciones); si lo devuelve es porque saca más dinero con la recompensa que vendiéndolo. Pero irrumpe lo imprevisto: Mariette, impresionada, le ofrece un puesto de secretario. Si él acepta es porque le posibilita la oportunidad de robar el dinero de su caja fuerte. No cuenta con otro imprevisto: la confusión hace mella en sus deseos y sentimientos, como si la sombra y el cuerpo no lograran definirse, difuminación o indefinición de la que son reflejo las conversaciones de Mariette y Gaston con los rostros casi pegados, como promesa de beso contenida; o el juego con el fuera de campo, tras las puertas, en la secuencia en que varían las ordenes al mayordomo sobre si ella coge o no el coche, dependiendo de las variaciones de las aproximaciones entre ellos. Aunque fuera implícito su contenido sexual, en 1935, ya vigente el Código Hays, sería censurada, permaneciendo invisible para la exhibición hasta 1968.
Como contrapunto, brillante, a esa indefinición y confusión,
en la que no sabe lo que hay de representación y verdadero, qué se oculta y qué
hay de cierto en lo que se dice, juegan un vivaz papel dos personajes
secundarios, pretendientes contumaces de Marietta, a los que ella continuamente
desdeña, el Mayor (Charlie Ruggles) y, sobre todo, Filiba (Edward Everett
Horton). Ambos, de hecho, compiten en la escena de la ópera, cuando la roban el
bolso a Mariette, por ver quién es el privilegiado que la acompaña en el palco
(anticipo del doble frente al que, a su vez, se verá sometido Gaston con las
dos mujeres). El ingenioso detalle, como contrapunto, es que Filiba fue aquel
hombre al que Gaston robó en Venecia (haciéndose pasar por médico), y cuando se
lo reencuentra como secretario de Mariette, hace ímprobos esfuerzos por ubicar
su rostro (lo que da pie a una alterna sucesión de ocurrentes situaciones en
las que FIlibia no logra ubicarle en su memoria aunque, en principio, piense
que sí). Al fin y al cabo, también, la confusión de Filiba por no conseguir
enfocar la identidad de Gaston se puede equiparar con la confusión que
embargará a Gaston cuando no sepa con claridad hacia cuál de las dos mujeres
enfoca sus sentimientos. O quizás realmente en las dos, lo que determina esa
confusión (en la secuencia en la que besa a Mariette, la cámara les encuadra a
través del reflejo en los espejos, y las sombras que proyectan sobre la cama).
Hay que recordar que posteriormente Lubitsch realizaría otras de sus grandes
comedias con otro triangulo preso de las indecisiones y fluctuaciones, Una mujer para dos (Design por living, 1933).
La cualidad transgresora del cine de Lubitsch es que es más un cine de
interrogantes que de certezas, de desestabilizaciones más que de convencionales
conciliaciones.
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