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miércoles, 20 de abril de 2016

Los valientes andan solos

Kirk Douglas considera 'Los valientes andan solos' (Lonely are the brave, 1962), de David Miller, su película favorita entre todas las que ha interpretado. Tras leer la novela de Edward Abbey, 'Brave cowboy' encargó expresamente a Trumbo que lo convirtiera en guión, y tras leerlo lo calificó como el mejor guión que había leído. No cambió una sola coma. En la secuencia inicial nos presentan a la pareja protagonista, el cowboy Burns (Kirk Douglas), que se dedica a conducir ovejas, y su caballo, Whisky. En el cielo cruza un avión. Nos ubica en el tiempo, y señala la desubicación del personaje. Pertenece a otra era ("Al hombre del oeste le gustan los campos abiertos. Odia las vallas y cuantas más hay más las odia. ¿Has visto cuántas vallas están levantando y los letreros con prohibido cazar, prohibida la entrada, prohibido acamar, propiedad particular, acotado, cerrado, alto, siga la fecha, muérase (...) y otras imaginarias que dicen a este lado está la cárcel, en este otro la calle, o esto es Arizona, aquello Nevada, aquí estamos nosotros, allí México"). En una de las secuencias iniciales de la posterior 'Orgullo de estirpe' utilizará parecido recurso con el señor feudal de un poblado afgano (en este caso adquiere otra resonancia: el ser humano sigue siendo lo mismo después de los siglos).
En sus guiones Trumbo ha utilizado los animales como revelador contrapunto: en 'El demonio de de las armas', el pollito y el puma para confrontar con el hecho de matar (con su nausea), en la citada 'Orgullo de estirpe', unos camellos, unas aves y los caballos para evidenciar la turbia inclinación de los humanos a la violencia, incluso como espectáculo (y la codicia y la vanidad como generadora de violencia). En 'Los valientes andan solos', que Trumbo había titulado 'El último cowboy' (para remarcar su condición de sensibilidad de otro tiempo), la diaría observación de un perro es el animado contrapunto para el sheriff Johnson (Walter Matthau) del mustio abotargamiento que exudan los que conforman su entorno, así como el caballo refleja la forma (distintiva) de ser de Burns. Por eso no deja atrás, no abandona a Whisky, aunque facilitaría su fuga de la persecución policial. Sabe que sin el caballo no sería él. Sabe que él también es el caballo. Al fin y al cabo la fuga de Burns parte de un gesto tan anómalo, por entregado, como hacerse detener para lograr convencer a su mejor amigo, encarcelado por dos años, de que se fugue con él para poder estar junto a su esposa e hijo. Con lo que no cuenta es que le condenen a un año de prisión, y con que su amigo haya 'crecido' y haya asumido que enfrentarse a las reglas de la sociedad te aparta a los márgenes y te convierte en proscrito.
Que el fin del camino de este hombre de otro tiempo sea un camión que transporta retretes quizá sea retórico, pero es un elocuente comentario de lo que Trumbo pensaba de los tiempos presentes. Su conducción contrapuntea la acción. Es el destino que se va cerniendo inexorable sobre un hombre y un caballo que intentaron mantenerse fieles aun más que a un modo de vida a una sensibilidad. Quizá, como le reprocha la esposa de su amigo, Jerri (Gena Rowlands), sea un niño grande que aun siente que puede habitar la realidad como si no estuviera cercada ni restringida por los límites que establece la realidad. Esa realidad hecha de fronteras y leyes y problemas reales. Esa realidad constituida por hombres amargados, como el manco que perdió su brazo en la guerra y que le desafía en el bar como vana autoafirmación viril. Quizá sea ingenuo, pero esa es su distinción, lo que hace que lo ingenuo colinde con lo genuino. Eso lo sabe Jerri, y por eso le desborda la emoción cuando se despide de Burns. Eso lo sabe el sheriff Johnson y por eso no lo identifica como el hombre que persigue cuando lo ve postrado y herido bajo la lluvia. Sabe que era un hombre que no estaba postrado, ni amargado ni abotargado, sino vivo. Un hombre que aún desafiaba los límites y que sentía que cualquier montaña escarpada podía ser escalada. Un hombre que aún creía en los gestos generosos. Jerry Goldsmith entregó su primera banda sonora para una película, la primera de múltiples prodigios. Sublime. Fue Alfred Newman quien le recomendó tras admirar su trabajo en series televisivas.

2 comentarios:

  1. gran película, el detalle del helicóptero persiguiendo al cowboy es también un acierto. También me quedo con la coincidencia (¿copia?) de que en otra obra maestra como es "La balada de Cable Hogue" el protagonista moría atropellado, literalmente, por "los nuevos tiempos".

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  2. Quizás fue inspiración para Peckinpah, o quizás afinidad de mirada

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