John Wayne observa con orgullo a su hijo Patrick, que interpreta en la estupenda y emotiva 'Cuna de héroes' (The long gray line, 1955), de John Ford. a uno de los cadetes que instruye el personaje de Tyrone Power en West Point. Patrick trabajó en nueve ocasiones junto a su padre, desde los 11 años, en 'Río Grande' hasta 'El gran Jack' (1971) de George Sherman, pasando por 'El hombre tranquilo' (1952); 'Centauros del desierto' (1956), ambas de Ford; El Alamo (1960), de Wayne ; Los comancheros (1961), de Michael Curtiz; La taberna de irlandés (1963), de Ford; El gran McLintock (1963) de Andrew McLaglen y 'Las boinas verdes (1968), de Wayne. Hay varios aspectos imborrables en esta película, que tanto me ha emocionado cada vez que la he visto ( cuando no hay ambiente o universo como el militar que esté más lejos de mis afinidades), pero es la grandeza de Ford, que sabía reflejar a los hombres tras sus uniformes o identidades, en los conflictos y alternancias y armonías de su relación con una comunidad, con un contexto, en suma, en cómo establecen, en qué terminos y en qué grado ( y logro), la conversación con los otros. También, cómo logra transmitir el paso del tiempo, el paso de los años, cómo hace sentir cómo se modifican los personajes, cómo se percibe la ausencia de los que fueron parte sustancial en la vida en ciertos pasajes de la misma, y cómo refleja, con qué delicada y doliente sutileza las pérdidas, las desapariciones de los seres queridos, haciéndote sentir la plenitud que te ha dado su compañía hasta entonces: el fallecimiento de la esposa del protagonista es uno de los más bellos de la filmografía fordiana, aunque el final compite en efusión emocional, ese cálido homenaje que tanto sacude el tuétano que cómo se puede evitar que irrumpan las lágrimas, aunque sea ante un desfile militar (porque lo que desfila realmente es el cariño y un reconocimiento admirativo).
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