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viernes, 17 de septiembre de 2010

Ella y su secretario

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En 'Ella y su secretario' (1942), de Mitchell Leisen, Tom (Fred Macmurray) se encuentra en la circunstancia de trabajar de secretario personal para una mujer ejecutiva de ventas, AM (Rosalind Russell), algo inusitado, y por ello objeto de risas aviesas y chanzas que no acaba de captar su sentido en las modélicas secuencias previas a la entrevista de trabajo. Tom no podrá evitar en principio caer en los pensamientos convencionales al uso de que se convertirá más bien en su gigoló: Hay que ver su primera expresión, de agravio, cuando ella le dice que se compre un frac y un sombrero de copa para acompañarla a un night club. Aunque ella le remarque que es para hacerse pasar por su pareja, y así evitar las susceptibilidades de la esposa del cliente del que quiere conseguir un contrato, seguirá mostrando su incomodidad (de entrada en la tienda a la que acude a comprar la ropa, y cómo se refleja en el dosificado gag del sombrero de copa que él no puede plegar, pero ella sí). Por su parte, AM piensa antes de conoccerle que será otro hombre que necesitará afirmarse seduciéndola (como han hecho otros que han trabajado previamente para ella).
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Tom también incurre en el prejuicio de asociar mujer con poder con mujer sin sentimientos, porque se supone,por la previa experiencia de la actitud masculina en esa posición, que la determinación y la detentación de un poder implica frialdad e insensibilidad.
Como ella piensa que él es un hombre al uso, hasta que descubre que su real aspiración es la de ser pintor, y ella le revela que hasta escribe poesía. En esta secuencia, en un refugio al que han ido a preparar la entrevista con un importante cliente, ese descubrimiento de la faceta de lo que realmente son, propiciará que se besen, aunque ella provocará la 'interrupción' del acercamiento íntimo. Es admirable el plano de Tom, esa noche, moviéndose inquieto y expectante en su habitación, mientras a través de la mampara se aprecia la sombra de ella también moviéndose de un lado a otro; cuando ella le llama, Tom piensa que es porque ha recapacitado, y piensa dejarse llevar, pero es porque pretende adelantar el viaje, precisamente, para evitarlo.
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Este choque entre imágenes sociales y proyecciones convencionales entra en colisión con lo que ambos sienten, añadiéndose ese tópico de que hay que hacerse el duro o la dura con quien amas para seducirle, y hacer uso de los celos como arma de combate, que no es sino esconder la propia inseguridad. Precisamente, en este caso, será Tom el que use esa táctica, más atribuida comúnmente al género femenino, aunque no sea exclusivo, el que pretenderá darle celos a ella, flirteando con la hermana del importante cliente. Con lo que no cuenta es que éste también se siente atraído por AM, y a pedirle consejos de hasta donde debe estirar la cuerda dándola celos, el otro le sugerirá que fuerze la cuerda demasiado. Ahora son esos lastres de imagenes sociales de 'fuerza', que no dejan de suscitar equívocos, las que se deben combatir para que el sentimiento rasgue el escenario y se libere en un despojada complicidad de iguales, que al final se logrará.

‎'Ella y su secretario' (Take a letter, darling, 1942), de Mitchell Leisen, es una deliciosa comedia que juego con mordaz ironía, gracias a un ocurrente y afinado guión de Claude Binyon, sobre los géneros ( esa capacidad ya perdida en la comedia norteamericana actual, que ha perdido toda mordiente e ingenio). A destacar figuras secundarias como el socio de AM, Atwater (Robert Bencheley), que descarga sobre la capacidad de AM los logros comerciales de la empresa mientras él se dedica a jugar al golf en su despacho.

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