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jueves, 30 de septiembre de 2010

El poder invisible

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'El poder invisible' (1951), de Robert Parrish, pertenece a la vertiente, dentro del cine negro, de polícia infiltrado en una banda u organización críminal, como 'La calle sin nombre' (1948), de William Keighley o 'Al rojo vivo' (1949), de Raoul Walsh, no ajenas al ambiente de delación, por la Caza de brujas, que crispaba a la sociedad en aquellos años. Esta estimulante se diferencia en que su protagonista, Amico (Broderick Crawford) no es meramente un cumplidor agente de la ley, como en las otras dos obras. Ya de entrada, está en entredicho por un error. En la primeras secuencias, está intentando convencer a un prestamista, en un juego de puja de lo más distendido y cómplice, de que le baje el precio de una joya para su esposa, ya que los policias no ganan mucho (una precisa forma de, con pocos detalles, transmitir una sensación de cotidianeidad, que no se abandonará, y de definir unas circunstancias). Al salir, oye un tiroteo; un hombre en sombras, que dice ser policia, le dice que el muerto es un gangster que mató a un policia, y tras decir que va a hacer una llamada a la central, desaparece. Sí, era el asesino, y de hecho un personaje misterioso que dirige en la sombra negocios gangsteriles en el muelle. Y ahí tiene que infriltarse Damico, entre los estibadoores del muelle (adelanto ambiental de la 'La ley del silencio' (1954), de Elia Kazan) en parte para compensar su error cara a sus jefes.
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La trama se desarrolla con un vibrante nervio que ya quisieran muchos de los realizadores de hoy en dia del thriller que disimulan sus carencias con speedicos ritmos de montaje (fuerzan el dinamismo del que la trama dramática carece), un eficaz dibujo de personajes, hasta los más episódicos, y siempre salpicado con ese sentido del humor genuino del que se enfrenta con templanza a las situaciones más adversas (de nuevo, como en la opera prima de Parrish, 'Grito de terror' (1951), brillan los ingeniosos diálogos de William Bowers). Por otro lado, a diferencia de las obras citadas, se juega, con mucho ingenio con los sorprendentes giros de la trama, nada forzados, sino consecuentes con un universo en el que nadie es lo que parece, y la doblez es moneda de cambio. Al respecto, es sorprendente el diseño interior, con falsas puertas y pasadizos, de la casa del jefe de la organización, que evocan los espacios de obras de Lang, como 'Spione' (1929. Además resalta la crudeza, contudente, ya sea con tensiones latentes o manifiestas, como sus encuentros con uno de los cabecillas, Castro (Ernest Borgnine) y su violento sicario Gunner (Neville Brand), o las dos que tiene con cada uno por separado, sobre todo la pelea con el segundo en una fábrica abandonada. Como implacables son los interrogatorios a los que es sometido Damico por la policía, sosteniendose en un pared sobre sus dedos indices. Por último, destacar el golpe de humor del plano final, tan irreverente como antológico.

‎'El poder invisible' (The mob, 1951), es un estimulante ejemplo de cine tan vivaz como directo e ingenios, una vibrante obra de cine negro, desgraciadamente poco conocida, con fotografía de Joseph Walker y agudo guión de William Bowers, que trenza una trama en el que identidades y apariencias son hudizas e inciertas.

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