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martes, 17 de octubre de 2017

Mal genio

Las gafas rotas o las contradicciones del revolucionario. A Jean Luc Godard (Louis Garrel) se le rompen repetidamente las gafas. Parece en colisión con el mundo, como su admirado Jerry Lewis no dejaba de batallar con los objetos, como quien no logra vocalizar la interacción con la realidad. Jean Luc batalla a la realidad, como quien desea imponerse, pero no logra enfocar. Su mirada se ofusca, y atropella. Los colores de 'Mal genio' (2017), de Michel Hazanavicius, son los de 'Le chinoise' (1967), de Godard, en los que se percibía la influencia de Lewis, uno de los pocos cineastas que, en determinado momento de la película, salva, junto a algún otro cómico, en esta etapa de su vida en la que parecía querer matar todo el cine pretérito porque lo consideraba muerto y buscaba otras direcciones: ¿esa radicalización de su estilo se debe, en parte, al berrinche que sufre porque 'Le chinoise' su creación provocadora, en cuanto emblema de una mirada revolucionaria, no es reconocida?. ¿El niño se pone de morros y se dedica a escupir ácido?. Le redoutable, título original, se puede traducir como El temible, correspondiente a un verso que se repite en varias ocasiones. También se puede traducir como El formidable. Así resulta para el resto, incluido amigos y parejas, temible, y así se siente, formidable, Godard, el personaje de esta película, el hombre que parecía sentirse personaje en una puesta en escena que quería controlar en la misma realidad, y por ello se transmuta en temible por sentir que el mundo no responde a su ansia de transformar el mundo como quisiera, más que el hecho mismo de que cambie. El yo, como una inflamación avasalladora, como un color rebosante que quiere anular al resto, se impone en sus actos y en su conducta. Así se le representa en esta vivaz obra de ánimo contestatario y sacrílego, con respecto a Godard y lo que representa su cine: esa actitud inflexible que se afirmaba en la negación de lo que se consideraba institucional (en el cine y en la sociedad). En aquel entonces, finales de los sesenta, como declara el mismo Godard en cierto momento, no se consideraba que residiera en los sentimientos la revolución. Son más bien interferencia. Por eso, Godard se convierte en un miope despechado que se dedica a usar el machete con quienes están a su alrededor, como quien se desplaza en una espesura, da igual si es un admirador, una amistad, o incluso la mujer que ama, Anne Wiezamsky (espléndida Stacy Martin). No parece lo suyo la inteligencia emocional.
'Mal genio' se basa en una obra de Anne ('Anne apres'), con quien estuvo casado desde 1967 a 1979. La acción dramatizada discurre entre ese primer año hasta 1970, con el rodaje de 'Viento del este', cuando la relación ya estaba deteriorada. La narración está planteada desde la perspectiva de Anne, como deja constancia su voz en off en las secuencias iniciales, y la del propio Godard. Anne ha declarado que los hechos que describe en sus libros sobre su relación con Godard no son necesariamente ciertos, o literales, en cuanto que ocurrieran, pero sí verosímiles (responden a cómo ve o considera que era Godard). La representación de Godard en esta película brota, por tanto, de la conjugación de las miradas de Anne y Hazanavicius, en la que la hipérbole y la sátira se armonizan, pese a alguna irregularidad narrativa, con ingenio.
En las primeras secuencias queda constancia de la ensoñación de la idealización: el cuerpo desnudo, la imagen, de Anne, los cuerpos de ambos en plena acción sexual, secuencias que evocan aquella de 'El pequeño soldado' (1963), en la que el protagonista fotografiaba el rostro de Anna Karina. El desarrollo de la narración dejará en evidencia el progresivo desenfoque de Godard, y la madurez emocional superior de Anne, de 19 años frente a los 37 de Godard. La revolución que este intenta materializar en la sociedad y en el cine contrasta con la involución de su relación sentimental. Por un lado Godard, junto a Jean Pierre Gorin, buscará la demolición del cine, la revolución drástica, incluso negando su propio cine anterior, a través de los contestatarios preceptos que establecen con el grupo que configuran, Dziga Vertov: en sus producciones no habrá personajes ni trama, ni literatura ni teatro. La demolición completa que no deje asideros y desnude el lenguaje como forma, asimismo, de desvelar las alienantes estructuras sobre las que se instituye la sociedad, que utiliza las formas ortodoxas del cine como recurso de mediatización (sin pensar que ni ese proletariado al que tanto alude que debe ser apoyado quizá no se interese por su alternativa de cine, y que, además, probablemente se quede sin espectadores, porque quizá lo que el espectador medio predominante quiere en las pantallas son sueños con los que evadirse). En paralelo se producirá la demolición de su relación con Anne, porque en Jean Luc se encostra progresivamente esa actitud de él contra el mundo que implica un desprecio hacia cualquiera que él cree que hace alguna concesión en vez de seguir en el frente de batalla, esa que implicaban las manifestaciones y luchas del mayo del 68 como intento de demoler una sociedad inconsistente para transformarla radicalmente. Se obceca y pierde enfoque. Y evidencia sus contradicciones. Entre las sentencias y los esloganes, que despliega como quien repite el mismo repertorio, hay una difusa frontera, como si más bien fuera un agente promocional que vende frases ocurrentes cual personaje en permanente soliloquio: de ahí la ironía que en una fiesta se pegue con un publicista, ya que para él su dedicación es el emblema de la alienación de la sociedad que quiere demoler.
Hazanavicius hurga con incisiva sorna en la infección de una mirada soberbia, cuya pus, efectivamente, se desplegó durante los años setenta en cierta forma de mirar el cine, y de relacionarse con la realidad, y por extensión con los demás, y que instauró cierta inflexible mirada crítica de actitud progresista pero restringida perspectiva. Esa que desestimaba el sentimiento por ser una infección, o interferencia perniciosa, en el cine, lo que, por tanto, implicaba desprecio de una forma de relato que se consideraba insuficiente por su condición convencional, en especial el estadounidense, el que dominaba el mercado (epítome del Modo de representación institucional, el concepto que estableció Noel Burch en 'Praxis del cine', en 1968). 'Mal genio', a través de uno de los principales iconos del cine alternativo o revolucionario, desnuda el uniforme de batalla para dejar en evidencia las contradicciones y carencias en las relaciones íntimas o sentimentales. Como el mismo Godard, que se ve superado por los celos. En su discusión con Anne, cuando esta rueda 'El semen del hombre' (1969), de Marco Ferreri, Hazanavicius utiliza, como recurso irónico, una música que parece corresponder a una escena melodramática de una de esas películas que Godard considera muertas. Un agudo comentario sobre la afectación y la pueril dramatización de su actitud, rematada con esas palabras en las que asevera que como marido tiene sus derechos. El hombre presuntamente revolucionario evidencia sus inconsistencias, su condición primitiva, la del que no sabe ver. El largo plano sobre Anne, en el baño, evidencia, a su vez, su definitivo distanciamiento. Un agudo empleo del fuera de campo que desnuda lo que es Godard, o el personaje, lo que representa. Godard, como apostilla el epilogo, durante el rodaje de 'Vientos del Este', parece alguien que, pese a que abogue por esa visión de la relación social asamblearia y democrática, no deja de ser alguien que intenta ser el director de puesta en escena, de sus películas, y de la película de su vida. Como si nadie supiera ni cómo hacer cine ni cómo ver cine ni cómo organizar una sociedad justa. Es lo temible del que se cree revolucionario cuando simplemente quiere imponer su propio encuadre. Aplíquese hoy en día a quienes, en las redes sociales, lo intentan hacer desde sus particulares tribunas.

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