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sábado, 9 de julio de 2016

Ocho hombres fuera

Simulacro de realidad. Espectáculo y fraude. El título de 'Eight men out' (1988), de John Sayles, alude a la expresión del hombre eliminado ('hombre fuera') durante un partido de beisbol. Ocho hombres se quedaron fuera de la competición por el resto de sus días por actividad fraudulenta en asociación con varios apostadores. En 1919, los White Sox de Chicago eran el equipo más potente en la liga estadounidense de beisbol. Varios de sus jugadores decidieron que podían beneficiarse de esa posición amañando los partidos. Perderían a propósito para así beneficiarse de las apuestas. La codicia se combinaba con el resentimiento con respecto al presidente del club, Comiskey (Clifton James), quien no recompensaba económicamente su éxito deportivo como consideraban que merecían (ni siquiera tenía burbujas el champán que les daba al final de un partido victorioso). Si eran considerados como la mercancia que posibilitaba el enriquecimiento de otros (esa abstracción llamada club en la que no parecían participar en los beneficios), por qué no posibilitar con artimañas su beneficio material. Por qué no alcanzar las burbujas. El reconocimiento y aplauso de sus cualidades no era suficiente para algunos de ellos. En algún caso emás que la codicia es el resentimiento el que inclina la balanza de su decisión en detrimento de la integridad. Es el caso del principal lanzador, Cicotte (David Strathairn), quien opta por unirse a los corruptos por la necesidad económica (una familia con dos hijos) y la negativa del presidente de no concederle la recompensa monetaria por quedarse a un partido de los 30 que debía ganar para conseguirlo (la mezquindad del apoyo en la letra pequeña).
En esta impecable obra coral que retrata con minuciosidad y precisión tanto el engranaje (las distintas porciones del conjunto: periodistas, apostadores, deportistas, y su confluencia en los partidos de la serie final que saltean la narración) como los conflictos particulares. Está la principal estrella, Jackson (D.B.Sweeney), que accede a participar en el fraude por complejos, por el constante desprecio por ser un ignorante que no sabe siquiera escribir. Es una manera de sentirse parte del conjunto, no uno menos, sino uno más. Pero el conflicto que destaca sobremanera, con ironía sangrante, es el del hombre que se queda en medio, Weaber (John Cusack). Es el que prontamente decide no unirse a los otros siete, pero será incluido entre los ocho corruptos cuando el escándalo salte a la opinión pública y tenga lugar incluso un juicio. Por lo que parece durante toda su vida Weaver se esforzaría, sin suerte, en que le reconocieran su no implicación en los partidos amañados. Durante los partidos se establecerá la tensión no sólo entre los corruptos y los que no lo son, sino dentro de estos, no sólo por la manifiesta disensión ya desde el primer partido de Weaver, sino por los vaivenes que se producirán en el comportamiento de alguno, ya que amañar un partido implica jugar mal adrede, y supone quedar en evidencia. Hay quien no tiene reparos en cometer una torpeza tras otra, pero hay quien en ocasiones no podrá evitar realizar una buena jugada para preservar algo de su prestigio. Como hay quien se verá forzado a errar sus lances por amenaza de muerte.
La ironía es que si decidieron realizar esa actividad ilegal fue por no sentirse reconocidos materialmente como pensaban que merecían, no lo serán menos por los tejemenajes de los apostadores, quienes también les usarán como mercancía para ellos enriquecerse a su cosa. De nuevo, serán los protagonistas escénicos pero los últimos peones a la hora de la repartición de la bolsa económica. Sayles ya había evidenciado, mediante el conflicto violento de la huelga de mineros en aquellos años, las raíces de la podredumbres del sistema económico de su país en la previa 'Matewan' (1987) y desenterraría los cadáveres de la xenofobia consustancial en la posterior 'Lone star' (1995), su obra maestra en la década más inspirada y potente de su filmografía, que dio también obras tan espléndidas como 'Passion fish' (1992), 'El secreto de la isla de las focas' (1994) y 'Limbo' (1999).

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