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jueves, 5 de mayo de 2016

Misión imposible: Radiografía de una saga

La saga de 'Misión imposible' se inspira en la serie homónima creada por Bruce Geller, cuyas siete temporadas se emitieron entre 1966 y 1973. Fue una de tantas series o películas que surgieron derivadas del éxito del fenómeno James Bond. De hecho, las cinco películas de la saga cinematográfica realizadas hasta el momento se parecen más, para bien o para mal, según la época (la era Pierce Brosnan o la era Daniel Craig), a una producción Bond. En la primera entrega, dirigida por Brian De Palma, sólo había un personaje relacionado con la serie, el jefe, Phelps, Peter Graves en seis de las siete temporadas, y Jon Voight en la película, que encima se revela como el principal villano, como si así se desprendieran de cualquier residuo vinculante con la serie. Ethan Hunt, el personaje que encarna Tom Cruise (papel que consiguió porque George Clooney optó por 'Un día inolvidable') no tiene nada que ver con la serie. Lo que sí se mantiene es uno de los sellos distintivos de la serie, y una de las principales bazas de su éxito, la música de Lalo Schifrin, así como la icónica imagen, con la que está asociada, de la mecha que prende.
Se podría decir que el mismo Tom Cruise se ha querido asemejar cada vez más a esa mecha que no quiere dejar de permanecer prendida. Desde la segunda entrega, que quiso que tuviera más acción, dada la escasez de la misma en la primera, no ha dejado de utilizar la serie para una serie de desafíos físicos. El actor ha declarado a los medios que es para complacer a loa espectadores, pero no sé si tendrá que ver con cierto pulso desafiante con el incontenible deterioro de la edad. Si hay algo recurrente, desde luego, es la suspensión sobre el vacío: En la segunda entrega comienza ascendiendo a pelo una roca en el desierto de Utah, en la cuarta entrada asciende por una superficie de cristal de un hotel de Dubai, en la quinta asciende colgado de un avión como una rémora a un tiburón, así como, en esta, se fuerza a realizar una largo plano secuencia en el que pueda resistir bajo el agua el máximo tiempo posiblesin respirar. Por no olvidar la secuencia de la segunda entrega en la que exigió que el filo del puñal del villano, en la pelea final, estuviera lo más posible de su ojo (y aunque bien sujetada con cuerdas instaba a Dougray Scott a que hiciera toda la fuerza que pudiera).
La calidad de las diversas entregas difiere considerablemente. Los dos primeros despropósitos, dirigidos por Brian De Pelma y John Woo, son ejemplos de cine de acción sin cuerpo (por mucha sombra y severidad que quiera a veces insuflar el primero, y por mucha coreografía ensimismada de montaje con pretensiones poéticas en la que se extravíe el segundo), representativas ambas del cine de acción de los ochenta y noventa. JJ Abrams, en la tercera entrega, empezó a convertir a las figuras perfiladas que corrían y forcejeaban entre gadgets en algo semejante a cuerpo emocional que sufre, se debate o comete torpezas, afinado en la cuarta producción, dirigida por Brad Bird, y consolidado en la quinta, dirigida por Christopher McQuarrie, quien dirigirá la sexta entrega. También estas tres últimas, a diferencia de las dos primeras, tienen en más consideración el contexto geopolítico, con invectivas más aceradas al papel de las agencias gubernamentales. A partir de la tercera se ha ido consolidando un equipo de las Fuerzas de Misión Imposible muy bien equilibrado. Aparte de Ving Rhames, presente desde la primera, Simon Pegg se convirtió en un eficaz contrapunto humorístico, como en otra saga que le vincula con JJ Abrams, Star Trek, y ya en la cuarta, Jeremy Renner en una ajustada combinación de hombre de acción y agente de despacho. . Realicemos un repaso, de peor a mejor, de las cinco entregas, hasta el momento, de esta saga.
5.Misión imposible II. Resulta difícil decidir cuál es peor, o mejor dicho, cuál más cargante, si la primera o la segunda entrega de 'Misión imposible'. Vamos a concederle ese 'honor' a la que realizó John Woo en el 2002, porque es aún más ridícula en su desmesura y en su pretenciosidad. En especial, su exasperadamente dilatada última media hora, que puede aspirar a ser el pasaje más y desquiciadamente exagerado de una película de acción. Y eso que en los noventa abundan múltiples ejemplos, desde 'Mentiras arriesgadas' a 'Eraser' pasando por películas protagonizadas por Van Damme, Stallone, Willis o la misma Saga Bond protagonizada por Pierce Brosnan. Condensa los defectos de aquella nefasta década para el cine de acción: meros alardes como fuegos de artificio en forma de acrobacias y piruetas, en este caso ralentizadas (en las que no pueden faltar como complemento, siendo una película de Woo, alguna que otra paloma), en peleas (incluidas patadas al modo oriental), tiroteos y persecuciones automovilísticas o en motocicleta (Hunt en posición de sidecar con su propia moto deslizándose sobre el pavimento no tiene desperdicio). Los cuerpos son meras masas elásticas a la par que acorazadas dado como pueden resistir golpes o caídas. La primera hora resulta digerible quizás porque esperas que saque algún partido de la variante que realiza de 'Encadenados' de Alfred Hitchcock, con hombre enamorado que envía a realizar una misión a la mujer que ama con el hombre que estuvo enamorado de ella (incluida secuencia en hipódromo). Debía tener envidia de las recurrentes referencias al cine de Hitchcock que realizaba De Palma. Pero queda también en vana cita de la que no sabe extraer su potencial. Eso sí, ya anticipa los horrores de la última media hora con esa coreografía de coches a la carrera y en colisión y cortejo al ritmo de taconeo de flamenco.
4.Misión imposible. Brian De Palma quería desmarcarse de la serie en 'Misión imposible' (1996). De hecho, los productores invitaron a Reza Badiyi, el director que más episodios había rodado de la serie, para que estuviera presente en el rodaje como asesor, pero De Palma, amigablemente, tras decirle cuánto admiraba la serie le dijo que no pretendía para nada inspirarse en la serie, así que para que ninguno se sintiera incómodo, Badiyi abandonó el set y no retornó jamás. También habían ofrecido a los actores de la serie que intervinieran, aunque la finalidad es que murieran todos en el primer acto. Martin Landau, años después, declararía que declinó la invitación porque le parecía que el planteamiento de la serie no tenía nada que ver con el de la serie. Esta tendía a los juegos de inteligencia mientras que la película era ante todo una película de acción. Lo poco que quedaba de la serie era su aprecio por los gadgets tecnológicos y las máscaras, nada extraño en un cineasta como De Palma al que le gustan tanto los trucajes y jugar con las falsas apariencias. De hecho, se puede decir que uno de los escasos atractivos, aparte de su sombría iluminación, es el hecho de eliminar a las primeras de cambio a buena parte del equipo que realizan las misiones imposibles. Después, no queda sino la suma de una serie de tracas que intentan animar un inconsistente trayecto dramático en el que ni los personajes ni el propio juego interesa demasiado. Intenta ser una película de James Bond aunque con ciertas ínfulas de seriedad, o cierta sombría severidad, que pretende remedar la densidad de ciertas películas de espías de los 60, algo habitual en De Palma, quien intenta aparentar lo que no puede ser.
3.Misión imposible: Nación secreta. 'Misión imposible : Nación secreta' (2015), de Christopher McQuarrie, tiene sus cualidades, y más que defectos, limitaciones. Sus estimulantes cualidades provienen de que sigue la estela de 'Skyfall' (2013), de Sam Mendes al explorar las sombras de las agencias gubernamentales con perspectiva crítica. Sus limitaciones provienen de que no es 'Skyfall'. Carece de la densidad de la obra de Mendes en la exploración de la sombra o del Doble, del reverso siniestro, que se reflejaba en la elección de espacios o en la correspondencia de elecciones formales. También es verdad que McQuarrie no es Mendes, aunque sea un estimable cineasta, como ya había demostrado en 'Jack Reacher'. En 'Misión imposible' lo más interesante proviene del personaje que se desmarca de ese patrón, el personaje fluctuante, difícil de perfilar, el personaje que no se sabe muy bien para quién trabaja, qué quiere y qué desea, y a quién será leal, en qué medida será fiable, en qué grado su modo de actuar es simulación. Su apellido no deja de ser elocuente, Ilse Faust (Rebecca Ferguson). Es el personaje ambivalente en un cenagoso juego en el que los contrincantes pertenecen a las agencias gubernamentales, como la lid en 'Skyfall' también era un enfrentamiento interino, entre los monstruos sublevados y la madre creadora. Una maraña de apariencias en la que están involucrados aquellos que se presupone que son aliados, como quienes se montan su propia fiesta para animar el tablero geopolítico. Esa nación secreta del subtítulo en que se convierten los juegos de poder, las subterráneas dinámicas de las instituciones gubernamentales, con su creación de falsos monstruos ajenos, ignoradas por el ciudadano medio sin saber de qué modo influyen en sus vidas. De nuevo, Hitchcock salta a la palestra, como influencia, en la excelente secuencia del intento de atentado durante la representación de una opera en Viena.
2.Misión imposible III. El hombre saltimbanqui acróbata de la segunda entrega se convierte en 'Misión imposible III' (2006), de JJ Abrams, en un hombre más mundano que salta pero puede que alcance el otro lado por poco o que por pelos no se precipite en el vacío. En 'Misión imposible III', Hunt sigue siendo un eficaz hombre de acción pero parece que se magulla más, que puede cometer torpezas o ser superado en ocasiones. También como en la anterior combina la motivación personal con la profesional cuando se pone en juego la vida de la amada, pero ambas difieren mucho al respecto. En la anterior todo resulta más operístico y grandilocuente. En cambio, esta destila una desolación que remarca la impotencia y la vulnerabilidad, como ya evidencia su introducción con la vida en juego de la mujer que ama, encarnada por Michelle Monaghan (y que se extiende a la misma representación de la violencia). De entrada, Abrams nos baja a ras del suelo a un agente que parecía pertenecer a otro universo paralelo, más abstracto también, el de las correrías excepcionales de los agentes, y nos lo presenta como un hombre común y corriente que disfruta de una fiesta con una pareja y unos amigos. De hecho, ha abandonado la acción y se dedica a la instrucción. Lo anómalo, la propuesta de una misión, irrumpe como si fuera una invitación desde el otro lado del espejo. De hecho, hay alguna referencia que otra a la obra de Lewis Carroll. En especial, esa pata de conejo que se persigue como si fuera el Arma definitiva pero que permanece en incógnita incluso al finalizar la película, en un uso más agudamente irónico de la referencia hitchcockiana que sus dos precedentes, en este caso el célebre McGuffin. O no importa la excusa que pone en marcha en la trama, sino lo que se dirime en el trayecto, en este caso la colisión entre la vida de agente y una relación sentimental estable. Por otro lado, Abrams logra sí materializar lo que las otras dos obras no consiguieron, o no quisieron conseguir, aproximarse a la sustancia de la serie, ese juego de inteligencia en el que importa el cómo se realiza 'una misión en la que se entra y sale sin que nadie se entere', como apuntaba Martin Landau, y que queda reflejado en la magnífica secuencia del Vaticano.
1.Misión imposible: Protocolo fantasma. Fue una afortunada elección el haber encomendado la cuarta entrega, 'Misión imposible – Protocolo fantasma' (2011) a quien, como Brad Bird, en el terreno del largometraje, había transitado hasta ese momento la animación, con las excelentes 'Los increibles' y 'Ratatouille'. Apropiado porque quizá, valga la paradoja, para dotar de cuerpo y vida, y equilibrar, a una serie de acciones tramadas sobre el exceso, superando los límites de lo inconcebible, y a la vez hacer sentir que los personajes son vulnerables, se hacía necesario un cineasta que en ese universo en el que lo inusitado parece más posible, el de la animación, había jugado con lo 'increíble' de un modo proverbial. Logra, además, armonizar el apunte cómico, a través del integrante del equipo encarnado por Simon Pegg, sin suscitar ningún cortocircuito que distancie del conflicto dramático de las situaciones. Hay largas set pieces admirables, sobre todo cómo modula y mantiene la tensión, como quien afila un cuchillo, en la doble reunión del intercambio de documentos y diamantes de Dubai (en la que previamente juega con habilidad con lo extraordinario, con la ascensión por la superficie de cristal, o en su culminación, la persecución entre la tormenta de arena). Pero sobre todo destaca, en una narración de fulminante ritmo sin desmayo, la afinada dosificación con la que va dotando de gravedad a la acción (en la que las caídas o riesgo de caídas, o personajes sostenidos sobre el vacío, es una constante), con enriquecedores giros como el nuevo ángulo dramático que aporta el personaje que encarna Jeremy Renner (el segundo componente del grupo), o con apuntes que van densificando, o dotando de centro a la tormenta, como la idea de la pérdida y la retribución que afecta tanto al cuarto componente, encarnado por Paula Patton, como al mismo Hunt, y que deriva en un final de efectiva catarsis que 'recupera' el 'cuerpo' de lo que parecía perdido (la mujer que Hunt ama).

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