Ese singular fenómeno que llamamos vida está definido por cómo nos relacionamos con ella. Sobre unas medidas y proporciones que adquieren los rasgos del hábito y la adaptación (después viene la mecánica inercia). Quien se interroga quiebra los engranajes, pierde el paso o impulsa otro tipo de paso (reconfigura la relación con la realidad). Pero ¿y si un fenómeno fuera de lo corriente te precipita en una situación fuera de toda medida o proporción de relación con la realidad? Miras de frente y ves una nube que se aproxima, y la pantalla de la realidad se modifica, y puede ser el rostro de un gato o los rasgos de una araña. Quizás sientas que ya la carencia de límites, pues sobre límites instituidos configuramos nuestra relación con la realidad, es una prisión. ¿Cuáles son los barrotes de nuestra celda, los límites que imponemos o la mutabilidad de la relación con el entorno, la pérdida de centro? Es lo que le sucede a Scott (Grant Williams), quien descubre que está menguando, en El increíble hombre menguante (The incredible shrinking man, 1957), de Jack Arnold, con guion de Richard Matheson, que publico la novela cuando la producción de la película llevaba en marcha ya dos meses. Aunque consta solo como guionista Matheson, el productor Albert Zugsmith pasó el guion a Richard Alan Simmons, quien, fundamentalmente, varió la estructura, convirti3ndo en desarrollo lineal una alternancia de tiempos, que es la construcción narrativa de la novela. En el primer capítulo de esta se presenta, brevemente, cómo la nube impregna con radiación a Scott: secuencia más desarrollada en la película, con planteamiento de comedia, ya que Scott intenta convencer a su esposa, Louise (Randy Carey), tumbada junto a él sobre el bote, para que le traiga una cerveza, a lo que ella resiste, un pulso que concluye con él prometiendo que se encargará de preparar la cena si ella trae las cervezas (la realidad no se amolda a la voluntad, implica negociación con las otras voluntades). En el segundo, se presenta una circunstancia de tensión, la colisión de voluntades, en la que no es posible la negociación, entre Scott, ya diminuto, en el sótano, con la araña.
La narración de la novela combina la evolución del enfrentamiento de Scott con esa araña con el progreso de la reducción de tamaño de Scott. Varios de esos percances son eliminados en la película, caso de la paliza que recibe de otros niños, la última relación sexual que mantiene con su esposa con la desesperación que conlleva la consciencia de que no será factible a medida que mengue, la obsesión de Scott con la cuidadora de su hija (personaje que también desaparece en la película), a la que observa, furtivamente, desnuda, como varía la relación con Clarice (April Kent), la enana que trabaja en el circo (ya que en la novela es la posibilidad de mantener una relación afectiva o sexual que ya no puede, por tamaño, con su esposa). Eliminaciones comprensibles, dada la relevancia del aspecto sexual, ya que no podía ser explicito o visible de ese modo en el cine de esa década. Hay interesantes variaciones: en la novela, la irrupción del gato meramente dejaba abierta la puerta, y Scott quedaba fuera, en la nieve, hasta que conseguía entrar por la ventana rota del sótano; en la película, se crea una secuencia más tensa: al huir del gato, que le ataca en su casa de juguete, cae por las escaleras del sótano: por lo tanto, se acentúa la condición desacogedora de la realidad, la conversión en amenaza de lo que era afecto. Y también afortunados añadidos en la película en relación con sus avatares en el sótano, caso del queso que intenta alcanzar en la ratonera sin que esta le atrape, la inundación del sótano cuando el calentador se estropea o el listón que usa para cruzar como puente y del que logra saltar antes de que se precipite en el vacío. En principio, Arnold quería como protagonista a Dan O'Herlihy, que acababa de disfrutar del éxito con Robinson Crusoe (1954), de Luís Buñuel, pero el actor irlandés no quería volver a interpretar a otro hombre aislado, aunque no fuera en una isla sino en un sótano. El elegido sería Gran Williams, que ya había tenido papeles secundarios, como villano, en obras previas de Arnold, Red sundown (1956) y Outside the law (1956)
En la narración de la película, Scott percibe prontamente que la ropa le viene grande. La relación de adaptación a la realidad se realiza sobre ajustes, cómo (te) vistes la realidad, las medidas son las adecuadas, todo funciona en su adecuada proporción. Si hay desajuste, la relación entre el yo y la realidad se desestabiliza. La desestabilización pudiera posibilitar la modificación de percibir y habitar la realidad. Cuando los médicos informan a Scott de que su anómala degeneración, su mengua, fruto de una aleatoria combinación de radiación y sustancia fumigadora, parece irremisible, su esposa, Clarice, le dice que le apoyará en todo momento sea cual sea la derivación de su degeneración, encuentren o no una cura. La sonrisa confortadora se demuda cuando a Scott, en ese instante, se le cae el anillo de casados. La voluntad se ve demolida por la ineluctabilidad de una certeza. La firmeza de los sentimientos se ve derrumbada por la impotencia, por la desesperación que irá transfigurando la forma de relacionarse con quien ama como se acrecienta progresivamente el desajuste de proporciones entre los dos que se aman. Uno y otra ya habitan la realidad de un modo diferente, desde perspectivas que cada vez divergen más. Scott siente que se aleja, que se reduce su posibilidad de relación con el entorno. Se ve como un adulto con estatura de niño, o desde otra perspectiva, como un enano en un mundo de gigantes. Es una anomalía, un monstruo, una atracción de feria. Su último reducto de relación con quienes le rodean es una enana, Clarice. Pero también es un equilibrio pasajero, porque, pese a que pensaba que gracias a un antídoto no se reduciría más su estatura, si en principio era unos centímetros más alto, pasado el tiempo, constatará que es más bajo que ella, por lo que resulta ineluctable que seguirá menguando y que tampoco será factible una duradera relación, en unos parejos términos, por tanto equilibrada, con ella.
La distancia define progresivamente su vida, con respecto a la realidad que consideraba familiar, con la que se reconocía, en la que se sentía pieza entra otras piezas de un engranaje que transmitía ilusión de certeza, previsión y familiaridad. La alteración de relación con la realidad se radicaliza. La normalidad se ve transgredida. Ya no se habita el mundo como la realidad consensuada por aquellos que se sienten integrados, normales, sino que es un Otro. La relación con otras criaturas se modifica. Su gato ya no es alguien a quien arrulla antes de dormir sino una amenaza que quiere devorarle, como una aleatoria encarnación del destino que se descubre ahora caprichoso. O debe enfrentarse con una araña por el dominio de su propia realidad. El sótano de la casa se convierte en escenario transfigurado, inhóspito, en el que debe extremar sus reflejos de supervivencia para no desaparecer de una existencia en la que ha empezado a ser invisible. En una realidad modificada, por variación de proporciones. Una caja de cerillas puede ser el compartimento en el que poder refugiarse para dormir, un lápiz ser el objeto sobre el que sostenerse cuando le arrastran las aguas hacia el colector, una aguja la espada con la que combatir a la araña, un hilo la cuerda con la que ascender por un cajón, unas tijeras el lastre con el que intentar arrastrar a la araña al vacío tras clavarle una aguja que ha convertido en garfio al que va atado un hilo que une a las tijeras. Pero Scott, pese a su victoria con la araña, decrece, y decrece, hacia el infinito, sin límites. Ese escenario (de realidad) en el que lo ínfimo y lo infinito convergen. Es nada y es otra cosa, y tiene que buscar cómo sentirse algo. Y eso conlleva una relación con la realidad, con la vida, que implica modificación de adaptación continúa para sobrevivir. Porque la realidad ya es un espacio hostil de modo extremo. Ya no podrá encontrar la placidez de la inercia establecida en la adaptación definida por un ajuste invariable a unas medidas y proporciones. Su relación con la realidad ya no dejará de alterarse a medida que siga menguando. Y así será hasta el infinito, hasta que un día desaparezca cuando quizá se enfrente a una bacteria. Pero mientras, en el proceso de flexible asunción de la naturaleza cambiante de su relación con el entorno y la permanente y sucesiva modificación en abismo de la adaptación a la realidad, Scott ha encontrado cómo sentirse algo, alguien, infinitesimal e infinito a un mismo tiempo, en el hecho de luchar por su propia vida, por su propia existencia, da igual la medida o proporción en la que se relacione con la realidad.
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