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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Mis 10 películas predilectas estrenadas en el 2015.

1 National gallery, de Frederick Wiseman. En una de las múltiples secuencias en las que desentrañan a los visitantes algunas de las pinturas, precisamente la primera de las que surca su narración, comentan acerca de una pintura del siglo XVI, una pintura que era parte integrante de un rito, en el interior de una oscura iglesia, cómo se aproximaban la representación y el objeto en sí. Los asistentes a los ritos sentían que podía animarse aquella pintura en la que abundaban los dorados, una marea de luz proyectada por la fluctuante luz de las velas. Se transformaba en un horizonte de luz en la oscuridad en la que se sentían sumidos, una pantalla que les abría lo posible, que les hacía sentir lo trascendente. Sentían que aquellas figuras, rodeadas de halos dorados, eran los vivos habitantes de un umbral que les iluminaba. En las secuencias finales, una poetisa comenta cómo siempre ha sentido que el lenguaje le zancadillea. Siente que nunca logra expresar del todo en sus versos lo que quiere expresar. No logra 'traducir' completamente la emoción. Cuando dice 'mano' no es una mano. El sentido reside en ese hueco, entre la emoción y el lenguaje. El cuerpo escurridizo, difuso. Ahí vibra el arte, el de la pintura, y también el del cine. En esa paradoja.
2. El pequeño Quinquin, de Bruno Dumont. Esta extraordinaria mini serie de cuatro capítulos, sin dejar de ser Dumont, uno de los más sorprendentes y admirables cineastas actuales, se desprende, en parte, de la despojada severidad o gravedad tonal de sus obras previas, y se acerca a los territorios de Lynch, en particular de 'Twin Peaks', con el mismo desmelenado ingenio expresivo capaz de combinar tonos con plena maestría sin perder nunca la circunspección. La excentricidad define la narración, la extrañeza que brota de un realismo habitado por dibujos animados.
3. It follows, de David Robert Mitchell. Se teje sobre La vulneración. En el encuadre puede irrumpir la amenaza, avanzar desde esa incierta profundidad de campo en el que una figura indistinguible puede convertirse en un rostro que se aproxima, y se hace primer plano, para hacerte daño, para acabar con tu vida. Y el rostro de esa amenaza puede ser cualquiera. El espacio de la realidad se convierte en una infección de incertidumbre amenazante que se propaga, y no parece haber modo de atajarla. Inevitablemente, morirás. No hay sensación de seguridad. Pareciera que, con cada aparición, fueran brotando, como un grano de pus que reventara, los fantasmas de una adolescente, de una mirada en formación, Jay (Maika Monroe), los fantasmas de una sexualidad desbordada, de la consciencia de sentirse orgánica, organismo que desea, organismo que se deteriora.
4. Foxcatcher, de Bennet Miller. Una atmósfera retenida, planos estancos, aire viciado. La narración, amortiguada, pareciera emanar de la expresión retenida, obtusa, de los rasgos fruncidos y la mirada espesa, de furia agazapada en los rincones de la mente de un niño que nunca creció y se habituó a disponer de lo que siempre deseaba, del millonario John E Dupont (extraordinario Steve Carell). El vacío de su interior es equivalente a la extensión de sus propiedades y al ingente número de estancias de su mansión en Pensilvania y por tanto a su necesidad de afirmarse. Es una figura que puede quedarse inmóvil contemplando la nada, pero se percibe como hierve esa inmovilidad.
5. Heimat - La otra tierra, de Edgar Reitz. En las secuencias iniciales de las exquisitas tres horas y cuarenta minutos se asienta la extrañeza a través de los sutiles deslizamientos de la cámara, conjugada con una permanente profundidad de campo, como reflejo de una narración que oscila entre lo que es y lo que podría ser. Movimiento y amplitud de miras en consonancia con la mente soñadora de un cuerpo extraño dentro de ese pueblo (ficticio) de la zona rural de Schabbach en 1843, la mente del joven Jacob, alguien inclinado al conocimiento, a la lectura (lo que provoca el rechazo del padre, forjador, hombre de máquinas), alguien que domina otras lenguas, no sólo el español o el inglés, sino dialectos o lenguas indígenas de Suramerica, en concreto de Brasil donde sueña con viajar y establecerse. Esa otra lengua es su contraseña para acceder a esa otra tierra, esa otra realidad que quiere configurar.
6. La mirada del silencio, de Joshua Oppenheimer. ¿Cómo se gradúa la mirada que olvida en el presente, cuando el olvido es ajenidad, y olvida lo que ya es pasado, cuando el olvido es conveniencia?, ¿Cómo se gradua la mirada que niega, avasalla, desprecia y mutila al otro, la mirada que silenció a quien pensaba distinto, la mirada que silencia incluso la mención del pasado como si no existiera, la mirada que no se arrepiente de la crueldad que ejercía, y que incluso siente orgullo, y alardea, de la brutalidad con la que torturaba, mutilaba y asesinaba?¿Cuál es la entraña de ese desenfoque que no admite miradas que no encuadren el presente y el pasado del mismo modo?¿Cuál es la entraña de ese desenfoque en el que no se produce el mínimo pestañeo cuando se ensaña con otro cuerpo, indiferente a su padecimiento? Tras 'The art of killing' (2012), Joshua Oppenheimer realiza con 'La mirada del silencio' (2014), otro demoledor viaje a los abismos de la abyección humana, a través del genocidio de comunistas indonesios en 1965.
7. Dheepan, de Jacques Audiard. Adoptar otra identidad, adoptar otro modo de vida, constituir como realidad una apariencia, una simulación. Adaptarse a otro entorno, sobrevivir, combatir los riesgos de la enajenación por la colisión entre lo que no se deja de recordar y lo que se quiere olvidar, por lo que el presente es un pasado camuflado. Sivadhasan (Antonythasan Jesuthasan) adopta la identidad de un hombre muerto, Deephan, y se alía con una mujer y una niña de nueve años, Yalini (Kalieaswari Srinivasan) e Illayaal (Claudine Vinasithamby), que tampoco tienen nada que ver entre sí, para simular que son una familia y así conseguir abandonar un país derrumbado tras una cruenta guerra civil, Sri Lanka, y asentarse, o conseguir refugio, en otro país, Francia, en donde se hace necesario seguir con la simulación, seguir pareciendo una familia, para poder conseguir la ayuda gubernamental que les facilite integrarse, y conseguir alojamiento y un trabajo (él como portero, y ella como asistenta). Pero aunque los escenarios parezca que varíen, no lo hacen, o lo hacen en escala pero no en sustancia.
8. La camarera Lynn, de Ingo Haeb. Un día descubres que todo es mentira. Lo que escuchabas en aquella caracola no eran las olas del mar. Y la decepción provoca que sientas alergía a la vida. La vida mancha, y duele. Sientes una avería en tus entrañas que te distancia de los demás, de la vida, y atasca tus sueños, como la alergia que sientes por los pelos de gatos, por eso infestan tu cuerpo cuando te duchas en tus sueños. Necesitas limpiar la vida alrededor como si fuera de ese modo posible sentir que todo está en su sitio correspondiente, que eres inmune, que no perderás el paso de nuevo porque algo se quiebre en tu interior. En esta adaptación de la también excelente novela de Marcus Orths, una cautivadora fábula minimalista e impresionista, tejida, o esculpida, con planos que son escuetos versos, Lynn (Vicky Krieps) hace de su vida un vacío presurizado, como el silencio que resuena en la amplitud y en los recovecos de su ausente espacio propio, su piso, o en los rituales en que encajona su vida.
9. El francotirador, de Clint Eastwood. ¿Por qué Kyle (Bradley Cooper) es alguien que, en cierto momento, no sabe volver? ¿Por qué su vida se convierte en dar vueltas en círculos sobre sí mismo? Ambas interrogantes son afirmaciones que le plantea su esposa, Taya (Siena Miller). Pero 'El francotirador' se traza y proyecta sobre esas interrogantes. En el cine de Eastwood ha sido recurrente la figura del francotirador, sea en 'Sin perdón', en la que se confronta la ajenidad de la distancia y la consciencia en la proximidad, la consciencia del otro en la agonía, la consciencia del dolor y del acto de matar.¿quién es ese hombre que dispara sin dudar sobre un niño irakí que porta una bomba que pretende lanzar sobre unos soldados estadounidense? ¿Cómo vive, cómo le afecta, cómo justifica, que tenga que disparar sobre un niño, aunque sea un enemigo? Por tanto, ¿Con qué mirada se relaciona con el mundo? ¿Qué proyecta, qué ve, qué discierne?
10. Puro vicio, de Paul Thomas Anderson. Te embriagas, te distraes, realizas pesquisas aquí y allá, no parecen relacionadas, pero lo están, miras alrededor y a los lados, también en las esquinas, en ocasiones no sabes si miras, o qué ves, pero todo parece concentrarse en cierto punto, el fundamental, porque todo reside en que ella aparezca, en que ella ocupe de nuevo el centro del encuadre. Siempre surge de las sombras, porque en las sombras aún parece permanecer, como una promesa que nunca parece realizarse, como si fuera necesario mantener la realidad en el estadio del sueño, porque si sueñas no hay decepción, sino expectativa. Por eso, permaneces postrado, porque esperas, porque sueñas. Habitas una película que se titula 'Puro vicio'. Aunque pueda parecer que resides en alguna ficción de Raymond Chandler. Eres detective, y rastreas, pero no quieres largos adioses sino sueños eternos. No estamos juntos, dice uno, o dice otra. Por supuesto que no, contesta ella o contesta él. Pero es la dirección, por eso alumbra, por eso el rostro se dota de luz cuando ambas miradas enfocan en la misma dirección, juntos.

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