Translate

martes, 4 de diciembre de 2012

El extraño señor Víctor

Entre los guionistas de la estupenda ‘El extraño señor Víctor’ (L’etrange Monsieur Victor, 1938), de Jean Gremillon, se encuentra Charles Spaak (los otros son Marcel Achard y Albert Valentin), que fue guionista de dos obras de Jean Renoir, ‘La gran ilusión’ (1937) y ‘Los bajos fondos’ (1937). En la película, Bastien (Pierre Blanchard) tiene que permanecer siete años ‘a la sombra’, o sea, en la cárcel cuando el crimen por el que le han condenado lo ha cometido Víctor (Raimu), un próspero comerciante sobre cuya impecable imagen, ajustada a la imagen del prototipo de burgués, no parece haber mácula que le convierta en sospechoso, mientras que él es un simple zapatero que además había mostrado manifiestos celos ante las muestras de interés sobre su mujer de quien ha sido asesinado ( y para más complicación, cosas del azar, con un punzón de zapatero).
Gremillon también es un cineasta que ha permanecido en la sombra, y a la sombra de nombres consagrados, que sufrió diversas contrariedades en su carrera, siendo la última que justo muriera el mismo día que una estrella como Gerard Philippe, con lo que nadie casi se acordó de él. Renoir, en cambio, ha sido uno de los cineastas más alabados y admirados, considerado uno de los más grandes cineastas de la historia. No es que tenga intención de hacer rectificaciones, o derrocar un rey para poner otro. La obra de Renoir, en aquellos años, rebosaba de obras sustanciosas, como ‘El crimen de Monsieur Lange’ (1936), ‘La gran ilusión’(1937), ‘La bestia humana’(1938) o ‘Una partida de campo’ (1936), aunque sí reconozco que, exceptuando la última, no son obras que me cautiven especialmente, o que pueda decir de ellas que me parecen magistrales (y lo mismo para otra de las que más entusiasmos concita, ‘El río’, 1951). Con respecto Gremillon, puedo decir que cuando menos me parecen cineastas equiparables. En concreto, es magnífica ‘Remordimiento’ (1941), en cuyo guión colaboró Jean Prevert, quien había establecido, en aquellos años, una fructífera colaboración con Marcel Carné, en una seriede obras que me parecen de lo más cautivadoras. Otro vínculo: la pareja protagonista de ‘Remordimiento’ es la misma que de la maravillosa ‘El muelle de las brumas’ (1938), Jean Gabin y Michele Morgan.
‘El extraño señor Víctor’ comienza con varios planos que reflejan un aire cotidiano, el de la actividad matinal de esta población pesquera, Toulon. Unas imágenes de impronta luminosa, pero la claridad puede ser engañosa, como la normalidad, de aire inofensivo, de Víctor, quien vive un día especial, ya que su primer hijo está a punto de nacer. Pero no son las cosas lo que parecen, como el temperamento gruñón, e impaciente, de Víctor, tiene otras sombras más ásperas, que quedan manifiestas cuando se revela su asociación con tres ladrones. Entre las sombras de la noche eliminará a uno de ellos, que se muestra demasiado ambicioso, y amenaza con agrietar su ‘impoluta’ imagen social, y poner en peligro el futuro de su recién nacido hijo. Un día de nacimiento, el de su primer hijo, que también se convierte en un día de muerte, el de su primer asesinato.Si es extraño el señor Víctor es porque sombras y luces se enmarañan un tanto dentro de él, y aunque calle cuando condenan a otro, Bastien, ciertos remordimientos raspan sus entrañas, como una astilla entre las uñas, y decide ‘limpiarse la conciencia’ ayudando monetariamente a la esposa de Bastien. Hipocresía y culpa, carne de la criatura humana que vive tanto de la imagen, las conveniencias y la observación (cara a la galería) de las correcciones morales, tiempo atrás llamada burguesía. Y de hecho puede ser tan voraz como la codicia.
Cuando Bastien reaparece, porque se ha fugado de la cárcel, siete años después, y quiere realizar algo que no resulta nada conveniente, ver por una vez a su hijo crecido ( es lo que tiene alguien que ante todo, para bien o para mal, se mueve por los impulsos de las emociones y sentimientos), no se le ocurre otra cosa a Víctor que esconder durante varias semanas en su hogar a Bastien. Determinación ante la que este no puede evitar mostrar su perplejidad porque no es nada habitual, ni hasta lógico (como apunta él mismo) que alguien quiera hacer tanto por otra persona, que sea tan generoso, y despreocupado, incluso, de las complicaciones que puede acarrearle su decisión. Y es que Víctor lo quiere todo a la vez, imagen limpia cara al exterior y también limpieza de conciencia interior. Las ironías se van multiplicando, mientras otros amables convecinos rumian con lo que harían con la elevada recompensa que dan a quien suministre información sobre Bastien, y los niños reflejan en su actitud qué bien emulan los comportamientos de los adultos, aplicando los chantajes emocionales y los inescrupulosos intercambios, así como faltar a la palabra prometida. Esta representación que establece Victor, que no deja de ser un doble salto mortal para culminar la serie de escenificaciones sobre las que ha construido su vida, sufrirá la última grieta, o ironía, cuando las emociones rasguen los telones y resulte que su esposa, Magdaleine (Madaleine Renaud) y Bastien se han enamorado, gracias a que les ha permitido conocerse en el ‘escenario’ que ha propiciado (‘montado’) para limpiar las sombras de su conciencia. ket"/>

No hay comentarios:

Publicar un comentario