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sábado, 16 de diciembre de 2017

La barrera del sonido

'La barrera del sonido' (The sound barrier, 1952) es una poco conocida y excelente obra de David Lean, con un esplendido guión de Terrence Ratigan, en la que la acción externa, ese reto de superar la barrera del sonido, es espejo también de cómo lo visionario se emborrona con la obsesión, o de cómo explorar ciertos límites puede implicar el no saber lidiar con los limites de las emociones, las relaciones con los otros, desenfocando la propia mirada, la propia emoción, con las consiguientes consecuencias funestas para quienes le rodean y hasta para uno mismo. 'La barrera del sonido' (1952) es un poderoso drama con el que Lean vuelve a demostrar su talento o capacidad para conjugar equilibradamente, y con sutiles trazos, la peripecia externa y la interna. Esto queda bien condensado en la secuencia de apertura, previa a los títulos de crédito. En la misma vemos cómo un piloto, Peel (John Justin), entra en barrena cuando fuerza el avión, aunque logra recuperar el control. Con respecto a la trama esta secuencia, primero, nos sitúa tanto en el ambiente como en el centro neurálgico del conflicto o desafío: los intentos de los dueños de compañías aéreas y pilotos, en el tránsito de los aviones con hélice a los aviones a propulsión, por superar la barrera del sonido. Peel será uno de esos piloto, tras Tony (Nigel Patrick), ambos bajo las ordenes del magnate Ridgfield (Ralph Richardson). Y segundo contiene un elemento clave que cobrará relevancia en las pruebas finales para superar dicha barrera.
Por otra parte, en su subtexto, nos sitúa en la condición o dinámica emocional de unos personajes siempre en peligro de entrar en barrena, y cuya causa tiene las trazas de la obsesión. En concreto, Ridgefield es otra variante de personajes obsesionados posteriores como el Alec Guinnes, con el desafio de construir 'su 'puente, en 'El puente sobre el rio Kwai' (1957), o el Peter O'Toole de 'Lawrence de Arabia' (1962), con su cada vez más enajenado afán de ser el conciliador de unas irreversibles diferencias. Ridgefield, se siente otro explorador que anhela cruzar unos límites nunca hollados, pero su obcecado afán, entre visionario y perfeccionista, dejará un reguero de cadáveres físicos y emocionales en las relaciones con los otros, a la vez que no será capaz de dejar ver (porque no es capaz de articular), a través de esa máscara que tanto impone al resto, su fragilidad o sus vacilaciones. Hay un momento en que lo hace, cuando se 'expone' ante su hija, mientras escuchan, en la última prueba, la voz del piloto en sus diversas maniobras (una secuencia extraordinaria cargada de tensión, al centrarse en sus rostros, y en la confesión emocional de Ridgefield) aunque tras la prueba pedirá a su hija, Susan (Ann Todd), que no diga a nadie lo que ha 'revelado' en un momento de vulnerabilidad.
Esta relatividad, es decir, que hay que saber mirar desde el ángulo adecuado para saber lo que el otro siente (y que el otro, a su vez, sepa expresarlo) Lean la amplifica sobre la noción del tiempo: Ridgefield conversa con Tony junto a su telescopio ( un detalle que le define, su mirada parece tender a mirar más hacia las alturas que a ras de suelo, a los que tiene al lado) y comenta que las estrellas que ahora miran son de hace 700000 años, y ahora estarán muertas; durante el viaje en el jet supersónico que realiza Tony con Susan (una forma de hacerla sentir parte de su pasión, ya que sabe de los temores continuos de ella con respecto a que pueda perder su vida pero no quiere presionarle para que lo deje por sus miedos; a diferencia de la esposa de Justin que lo lleva con más templanza), surcan, en una bella secuencia, Francia, los Alpes, y hasta Grecia, donde Lean cierra la secuencia con varios planos de las mudas estatuas del Partenón: Unos hombres que quieren crear un nuevo futuro ( eso le pregunta Tony a Ridgfield ante el telescopio, cómo puede verse el futuro), enfrentados a un pasado del que son parte, de otra cultura que abrió senderos en la civilización, o de la mudez del tiempo que empequeñece los anhelos de grandeza.
Hay otra secuencia, al inicio, tras la citada introducción, que refleja la capacidad de Lean de abordar los sentimientos a ras de suelo, los miedos que pueden propiciar el caer en barrena: Tony desea declararse a Susan: detiene el jeep en mitad de la carretera; duda, ella pregunta qué piensa él; aparece un coche en dirección contraria; vacila y baja del coche para ponerlo nuevo en marcha mirando el motor; entran en el encuadre los pies de Susan, que también ha bajado del coche, y le dice que sigue esperando la contestación: él la entiende pero sólo es capaz, aturullado, de decir 'Cielos', y entre sonrisas emocionadas, tiene ella que espetarle dos veces si tiene que decir algo más explicito que un 'cielos' hasta que él declara sus sentimientos. Las alturas o las barreras de sonido que traspasar con las emociones pueden ofuscar o ser aún más complicadas, torpes e inciertas que las maniobras con un avión.

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