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viernes, 6 de enero de 2017

Millonario de ilusiones

Tony (Frank Sinatra), siempre ha estado en medio en la vida, como siempre aparecía en las fotografías entre sus dos amigos,en su juventud, cuando llegaron a Florida dispuestos a comerse el mundo. Tras el paso de los años uno se quedó conforme con su posición baja en la escala social, como taxista, y el otro, Jerry Marks (Keenan Wynn), se convirtió en todo un potentado, de tal magnitud que cuando retorna a la ciudad es escoltado por la propia policía. Pero Tony sigue en medio, ni en un lado ni en otro, aún aspirando a encontrar 'un lugar en el sol'. El emblema de esa aspiración es un hotel, irónicamente llamado 'El jardín del Eden'), que se encuentra al borde de la ruina. Para no precipitarse en los abismos de la indigencia se plantea dos opciones. La primera es aquella a la que siempre ha recorrido como colchón, el rescate económico de su hermano, Mario (Edward G Robinson), propietario de unos almacenes, el hombre establecido, que califica a su hermano de tener un agujero en su cabeza, por sus obcecadas 'ilusiones' por alcanzar las elevaciones de la posición social y del éxito. La otra opción, precisamente, está relacionada con el reproche de su hermano: Sueña con convencer a su antiguo amigo Jerry de que se apoye su proyecto de construcción de Disneyland.
Se le ofrece una tercera vía, que evidencia una vez más cómo Tony está entremedias, escindido. Podría huir, reiniciarse, en cualquier lugar, como le tienta su pareja, Shirley (Carolyn Jones), pero Tony tiene un hijo, Alvin, del que no quiere separarse pese a que nos les importaría a su hermano y esposa cuidar de él. Shirley le achaca que es como un kiwi, aletea con sus alas, pero no vuela. Tony busca la estabilidad, la raíz, cuando irónicamente regenta un espacio de transición, un hotel, que ni siquiera puede encontrar cimientos sólidos de continuidad. Hay un sombrío detalle con apariencia de sonrisa congelada que lo refleja: la cliente del hotel que llega todas las noches borracha, al son del grito de guerra de 'Gerónimo', y que no recuerda nada al día siguiente. Hay otra mujer que aparece como opción, Eloise (Eleanor Parker), la mujer que le han presentado a Tony su hermano y esposa, Sophie (Thelma Ritter), para que 'siente la cabeza', y monte un pequeño negocio, sin grandes ambiciones (¿esperanzas?) en algún pequeño pueblo. Acepta la cita porque piensa que será suficiente para que su hermano le preste el dinero para salvar el hotel. En la excelente secuencia que comparte en el piso de ella, un piso pequeño pero con un decorado rebosante de vida, como si fuera un espacio pletórico, se conjugan la torpeza de ella para desenvolverse en cuestiones de cortejo, como un cuerpo que recobrara su condición, ya que es su primera cita tras haber enviudado dos años atrás, los escrúpulos que van dominando a Tony, y la atracción, o cuando menos afinidad, que va surgiendo entre ambos, reflejada en cómo ambos comparten la intemperie de su vida sentimental pasada, sus vidas segadas por la pérdida (él perdió a su esposa, y ella a su esposo y su hijo, ahogados en un lago).
Con 'Millonario de ilusiones' (A hole in the head,1959), Capra vuelve a dar muestras de su dominio del encuadre, de la composición, del montaje interno jugando con los movimientos y relaciones de los personajes, y su dominio de la alternancia de tonos. Y de nuevo recrudece progresivamente y retuerce en vías siniestras los últimos pasajes del relato, como en las precedentes 'Caballero sin espada' y aún más 'Juan Nadie' (1940) y 'Qué bello es vivir' (1946). En el canódromo la inicial disposición sonriente de su amigo Jerry se torna mueca gélida. Ha sido testigo de la desesperación de Tony por ganar la apuesta realizada en una nueva carreras de galgos. La desesperación hiede, molesta. No es lo mismo un juego de posibles cuando dispones de todo el dinero del mundo que apostar por la propuesta de un proyecto que procede de alguien que está desesperado, por mucho que fuera amigo. En los negocios, la amistad se relega a los márgenes. Como Disneylandia no deja de ser un sueño, un espacio de ilusiones. Tony mismo es consciente de que parece abocado a los márgenes, un galgo que corre en pos de la nada, y que ni siquiera parece poder ganar en esa carrera. En las posteriores secuencias en el hotel, despliega su amargura, su sensación de fracaso, que remata con el gesto que apuntala su derrota completa: la bofetada a su hijo. La escueta conclusión, al menos animosa, no desactiva la tristeza y turbiedad de las secuencias anteriores. Unas figuras que se desplazan por la playa, sombras recortadas en un espacio intermedio, entre la tierra y el agua, como es la arena de una playa, como así seguirá siendo el territorio de la vida de Tony, entremedias, aunque de nuevo su hermano le rescate provisionalmente de una nueva ruina, o le acompañen en ese precario e incierto desplazamiento, que no se desprende de la esperanza, su hijo y puede que una mujer que sabe de qué está hecha la materia de la pérdida.
La canción 'High hopes', con letra de Sammy Cahn y música de Jimmy Van Heusen ganó el Oscar a la mejor canción.

1 comentario:

  1. Penúltima realización de Frank Capra, antes de que los malos resultados en taquilla de ésta y la siguiente, “UN GANGSTER PARA UN MILAGRO”, precipitaran su “jubilación” en la industria de Hollywood. Se trata de un film en el que ­–a pesar de su disfraz de comedia sentimental y playera– ya no aparece el optimismo y la fe en el ser humano que animó muchas de las obras ante­riores de este autor, cualidad emblemática que distinguió la filmografía de este director. Aquí, en “MILLONARIO DE ILUSIONES”, el protagonista es un pobre irresponsable, mujeriego y ludópata, incapaz de afrontar la realidad, abocado sin remedio a la catástrofe que un final falsamente feliz parece soslayar. Para ilustrar las pocas concesiones de Capra para con su protagonista, cito las secuencias de ese pobre diablo Tony Manetta (un espléndido Sinatra) con Jerry Marks, el personaje que incorpora Keenan Wynn, especialmente duras e incómodas.
    Un saludo.

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