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lunes, 23 de agosto de 2010

Extraños en un tren

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‎'Extraños en un tren' (1951) de Alfred Hitchcock es otra de sus afiladas disecciones de los fantasmas de la mente, del deseo inhibido enfrentado a la figura del Doble, aquel que materializa lo que se reprime. Farley Granger y Robert Walker protagonizan ese particular 'partido de tenis' en el que se cruza el otro lado del espejo, alli donde uno se encuentra con lo que niega en sí mismo.Un encuentro casual con otro pasajero de la vida con quien uno se cruza, digamos por azar, puede poner en movimiento lo que se tiene reprimido tras la acristalada cabina donde ya no se escucha música sino sólo el ruido de un desencuentro afectivo. La visión se deforma cegado por un ansia de eliminar lo que perturba su orden vital, porque parece que la vida es un partido de tenis en el que uno tiene que acabar desgastando al otro, fruto de no haber sabido tomar las elecciones bien enfocadas. Un mechero, el símbolo de lo se consumió o apagó, o quizá también de esa rabia despechada contenida que encendió lo imprevisto, se convierte en la trampa que le encadena a un tiovivo del que sólo se puede salir despedido si afronta esos deseos, o demonios, ocultos a los que no sabía enfrentarse. Y ahora quizás el viaje pueda realizarse con la mirada despejada, y la compañía adecuada a la que ya se sabe mirar.

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