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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Donde viven los monstruos

No pude evitarlo. Me he tragado bodrios enteritos a espuertas. Pero hay ocasiones en las que uno deserta, y abandona. Ayer me ocurrió con ese pestiño de nombre 'Donde viven los monstruos'. 50 minutos ya eran suficientes. La sensación es que navegaba en la nada, y encima intentándome hacer creer que era una fábula o alegoría de peso. Su prologo con este niño caprichoso, quejumbroso y fantasioso ya incita a preguntarse cuál es la consistencia de lo que uno está presenciando (aparte de ganarse a pulso el trono de niño repelente). Tiene una pataleta, o berrinche de proporciones elefantisíacas, se escapa, coge un bote, y aparece una isla con muñecos gigantes. Vale. Estupendo. Un momento, ¿se juega con algún contraste? ¿Hay algún tono, atmósfera? ¿esa indefinición en el tratamiento de lo real y lo fantasioso sin diferenciarse aporta algo? ¿Narcolepsia, estupefacción? No dejaba de tener la sensación de que estaba entre aquellas imágenes con las que empezaba Barrio Sesamo. Pero aquí no estaban Coco ni el monstruo de las galletas. Todo me resultaba inane, y lo peor, pretencioso. Mr. Spike Jonze había rodado dos obras que adquirieron su dimensión de culto, pero, francamente, sus méritos tengo la impresión de que provenían ante todo de los guiones de Kauffman. Al menos, aquí, en los primeros minutos sale esa excelente actriz que es Catherine Keener. Algo es algo.

Catálogo de deserciones cinematográficas

La deserción que realicé ayer de la soporífera 'Donde viven las cosas salvajes' me ha hecho recordar otros hastiados abandonos pasados. Unos cuantos ejemplos:
-Este es fácil de comprender. Dure diez minutos con la segunda parte de Transformers ( lo que me libra de acercarme a la primera). El señor Michael Bay tiene el dudoso honor de disponer de la filmografía más pródiga en bodrios aburridos y diría que nocivos. Se le podría llamar el Ed Wood de los grandes presupuestos. A ver quién es el guapo que logra realizar una serie de películas de la catadura de Armaggedon, La isla, La roca o Dos policías rebeldes. No es fácil aunque uno se esfuerce en realizar tales pestiños. Porsiblemente el señor Tony Scott tendría todas las papeletas para ser el subcampeón, también entusiasta del hipertrofiado montaje de velocidad speedica (se podría establecer un juego a ver quién es capaz de retener lo que muestran sus planos vistos y no vistos). Su filmografía es un páramo de creatividad: El asalto al Pelham, El ansía, Top gun, Días de trueno, Fanático, El último boy scout o Amor a quemarropa.
- Esta será más polémica. No soporté Kill Bill. Al de media hora opté por acelerar su final dándole al forward. Tal me parecía el despropósito de filigranas formales cual canto al vacío y congratulación en la violencia. Lo que no me incitó a ver su segunda tarde. Eso sí, me tragué enterito su siguiente engendro, Death proof. Ah, Pulp fiction no me parece deleznable pero sí muy sobrevalorada. La mejor de este director me sigue pareciendo aquella en la que menos se nota su rúbrica o firma, Jackie Brown.
-Bela Tarr está de moda en los circuitos cinéfilos festivaleros. Intenté aguantar pero no pude pasar de la media con su Man on a train. Quizá no tenía el día, pero para degustar las epifánicas lentitudes mejor recuperar a Tarkovski.
-Tampoco pude con una de las obras preferidas de la modernez. Aguanté veinte minutos Requiem por su sueño, porque me estaba dando sueños y mareos. Eso sí, hay que reconocerle a Arronofski las excelencias de la posterior El luchador. Y The fountain aun sufriendo indigestión de simbologías tenía su cierto encanto ( o una sublime banda sonora).
- Está considerado un genio por muchos, como el citado anteriormente Tarantino, pero deserté recientemente de dos obras de Orson Welles : No pasé del cuarto de hora de la afectación de su Macbeth, y poco más de media hora pude con Campanadas a medianoche. Aguanté La dama de Shangai pero también me parece muy desequilibrada.
-Un cineasta que antes admiraba mucho, Godard. Mis recientes visitas a algunas de sus obras se han saldado con la decepción. No pude pasar del cuarto de hora con Alphaville, y Nuestra música. Y poco entusiasmo me causaron El desprecio o Masculin femenin. Quizás sean rachas.
-Sí llegué a la hora de Pollock, de Ed Harris, pero ya no pude más. No lograba transmitirme la crispación de su personaje, o me crispo su estilo tan indefinido y extraviado, más que el del propio Pollock. Pero su siguiente obra Apaloosa, sí me pareció notable.
- Manuel de Oliveira es otro totem sagrado de cierta cinefilía. Tres cuartos de horas de El valle de Abraham de sus tres horas me parecieron suficientes. Intenté de nuevo sumergirme en su universo con El convento, pero la narcolepsía que me suscitaba era demasiado fuerte. No he vuelto a sentir el impulso de acercarme a sus obras. Algo parecido me ocurrió con Lars Von Trier tras padecer su enfermizo via crucis Rompiendo las olas. Aunque me interesaran sus obras anteriores, fue tan contundente el rechazo vital que me supuso esta película que me impelió a no querer ver más de él. Aunque por casualidades acabará viendo Bailando en la oscuridad, que me causó parecida impresión, y refrendó en el poco interés en ver más películas suyas. Que Ant¡cristo la vea su abuela.
- No pasé de los tres cuartos de hora con El viento que agitó la cebada ( y mis neuronas) de Ken Loach. Pedrestre en su realización hasta decir basta, parecía española. Y me quitó las ganas de realizar otra incursión en su cine. Hace poco probé con En un mundo feliz, pero al de una hora y algo ya le dí al forward. Qué decir tiene que no tengo mucho entusiasmo en ver su última obra, Buscando a Eric, aunque salga Cantoná.
Seguro que me dejo algún otro pavoroso viaje cinéfilo, pero si lo recuerdo lo reservo para algún nuevo capítulo de Catálogo de Deserciones u Horrores. Ahora enfundo la espada hasta nuevo aviso. That's all folks.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Avatar

Se puede decir que la vivencia del avatar es reencontrarse en un territorio familiar aunque sus ropajes puedan parecer novedosos. Sorprende pero no sorprende. Cameron, como en Titanic, sostiene su admirable músculo narrativo, sobre convenciones y clichés, o personajes con un perfil psicologico de escaso relieve, y un discurso bienintencionado pero elemental. Es ameno cine convencional, con algún momento, en su primer trampo, de deslumbrante magia ( los primeros momentos de incursión en ese otro mundo). En sus mimbres se aprecia un cruce de estereotipos o arquetipos ( elijase lo que más guste) vistos mil veces, como el de Espartaco o Pocahontas ( aunque compárese con la utilización que hacía de esta última en la sublime 'El nuevo mundo de Malick). Esa línea de la trama, de sugerentes posibilidades, la del contraste entre las dos realidades, o dos personalidades, real y virtual, y en un personaje que como humano es paralítico, no está aprovechada lo suficiente. Cuando llegan los 'avatares' de la narración al punto de un conflicto, entre esas dos realidades, y lo que provoca o condiciona en ambos mundos, opta por la elección cómoda, la del espectáculo de acción, brillantemente resuelta, pero que define el alcance de este Avatar. No se sume en la mediocridad, ofreciendo un superficial pero ameno viaje, cautivador en ocasiones, pero tampoco se eleva en alturas dramáticas complejas. Y al salir de este viaje uno se ha olvidado casi de lo que ha vivido. Es un avatar demasiado standard, como si uno hubiera acabado viajando entre formulas clonadas que le distancian de una experiencia que debería haber sido arrebatadora.

viernes, 25 de diciembre de 2009

El pueblo de los malditos

Algo misterioso sucede en Midwich. Todos sus habitantes, a un mismo tiempo,parece que pierden el conocimiento. O no se sabe muy bien qué les ha pido ocurrir. Intrigante, por otra parte, es que en cuanto se traspasa cierto límite invisible, se pierde el sentido, como si se cruzara un umbral. Pero de repente, todos despiertan. Y al de poco tiempo, se descubre que todas las mujeres han quedado preñadas. Y cuando nacen las criaturas todas parecen disponer de cualidades excepcionales de inteligencia, y un poder mental capaz de manipular y dominar las mentes de los otros. Incluida cierta inclinación a acabar con la vida de todo aquel que quiera enfrentarse a ellos. O contrariar su voluntad. Su aspecto semejante, con ese cabello rubio, de claras resonancias arias, introduce unas resonancias siniestras a estos elegidos nacidos por un inexplicable misterio que poco tiene de salvador para las llamadas criaturas humanas, sino espejo de la oscura tendencia humana a dejarse llevar por la pulsión de poder.

'El pueblo de los malditos' (1960), de Wolf Rilla, con el insigne George Sanders, es una excelenta muestra del cine fantástico británico. Sugerente la desconcertante atmósfera que se crea en las iniciales secuencias con el extraño fenómeno que nadie puede explicar, como sutilmente sobrecogedoras las siniestras acciones de estos niños que son capaces de provocar que alguien se estrelle con su coche o se dispare con una escopeta. Impecable ese final en el que Sanders se enfrenta a ellos, interponiendo ese muro mental,para que no descubran que ha colocado una bomba para acabar con ellos. La elegancia del más refinado y transgresor cine fantástico.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Boogie nights

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'Boogie nights'(1997), nos muestra cómo se crea una familia disfuncional en un espacio considerado anómalo socialmente, el equipo de rodaje de películas pornos. Uno de los elementos más sugerentes de esta pelicula es esa mirada luminosa, en su naturalidad, que revelaba que daba igual a lo que se dedicaran, como la mirada natural sobre el sexo, los cuerpos. No aplica una mirada extrañada de retratar un universo anómalo, lo anómalo son las relaciones enquistadas o de desencuentro, y estas pueden darse en este contexto o en una familia natural o en una labor legitimada socialmente.Por eso, se constituye en espejo de lo denominado normalidad, un espejo más que distorsionado revelador por contraste, a través de esos afectos que se creaban entre los personajes, y que ponía en evidencia cómo se crean los mecanismos de dependencia o afinidad en cualquier ambiente, y cómo su perturbación o cortocircuito son aquellos derivados del ego, de la vanidad o de la soberbia. Todo es cuestión de actitud. Además, es un fascinante y corrosivo retrato de una época, los finales de los 70 y los inicios de los 80. O cómo se estigmatiza al que es diferente, por ejemplo, para darle un crédito bancario. Y, sobre todo, todo un derroche de creatividad de este excepcional cineasta, desde el soberbio largo plano secuencia inicial. Estos abundan, musicalizados, en la línea Scorsese, pero incluso superándolo, o realizando varia secuencias de montaje alterno tan desgarradoras como insuperables. O creando secuencias aparte que son un film en sí mismo como la tensa y alucinatoria secuencia en la casa del traficante de drogas. Su remate es ese largo primer plano sobre el rostro de Wahlberg, una refinada manera de reflejar una toma de consciencia, cómo ese personaje ha cruzado un umbral en el que se da cuenta de hacia qué abismo se había conducido por su pueril vanidad. Y es que, de nuevo, todo es cuestión de actitud, no de tamaño, ni de la posición que ocupas ni del valor de imagen del que dispones.

'Boogie nights' (1997), con un fabuloso reparto, Mark Wahlberg, Burt Reynolds, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman, William H Macy o John C Reilly, es la segunda obra de Paul Thomas Anderson, su primera obra maestra, aunque ya su opera prima, Sidney, era estupenda. Cada secuencia para construida y rodada por un orfebre. Alternando los tonos de modo ejemplar, desde el irreverente sarcasmo al desgarro emocional, o el toque sombrío. Y demuestra que hoy en día pocos cineastas tienen tal dominio expresivo con los movimientos de cámara. Un gran maestro.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Enemigos públicos

Hay que reconocerle al cesar lo que es del cesar. Michael Mann consigue lo que pocos hoy en día, hacer de la narración pura experiencia de nervatura a flor de piel. Ha depurado ciertos amaneramientos formales que podían lastrar, sobre todo cuando enfocaba a los personajes, caso de Heat donde las brillantes secuencias de acción destacaban sobre ciertas secuencias íntimas donde pesaba un cierto toque postal visual. Con Collateral logró su obra maestra, prodigio narrativo de sutil tramado conceptual, el equilibrio entre las partes, integrando en su universo expresivo esa herencia del cine del gran Jean Pierre Melville. En Enemigos públicos traza un escueto retrato de dos mundos opuestos que no son tan lejanos, el mundo de la delincuencia y el de la ley, incluso retratando como más siniestro éste último. No incurre en idealizaciones románticas tampoco del bandido enfrentado al orden en unos tiempos de precariedad económica. Todo es más sutil y contenido. Precisado en magníficos detalles como esa figura secundaria del canoso representante del la ley, que sabes que adquirirá una relevancia final, que culmina en esa extraordinaria secuencia final con la novia de Dillinger. Sublime plano final de Marion Cotillard, que define lo que entre líneas nos han estado narrando mientras nos deslizábamos en un portentoso carrusel de secuencias de acción y de trazos tenebrosos sobre un mundo de pesadilla donde no hay refugio, ni el orden ni en el espacio exiliado de su transgresión.

'Enémigos públicos' (2009), con Johnny Depp, Christian Bale y Marion Cotillard. Qué dominio del espacio, de la composición, de la modulación graduada de los tempos. Chapeau para secuencias como el asalto de los hombres de la ley al hotel.