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miércoles, 21 de abril de 2010

The visitor

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Hay quien ya vive como si estuviera de visita en el mundo, como si todo le fuera ajeno, y su vida se hubiera detenido tiempo atrás. Hay quien aún vive como si estuviera de visita, porque vive en precario, ya que las condiciones de este mundo de rígidas aduanas no le permiten encontrar ese lugar permanente al que aspira.
Walter (Richard Jenkins), protagonista de 'The visitor' (2007) de Tom McCarthy, es como el primer caso, y tomará consciencia de la sangrante realidad del segundo a través de Tarek (Haaz Sleiman), un sirio emigrante sin papeles. La música es el cordón que les unirá, y el hilo conductor que define el proceso vital que realiza Walter. En las primeras escenas se le presenta a Walter recibiendo unas clases de piano, para el que no parece muy dotado, algo que le remarca su profesora, perpleja por su insistencia en querer aprender.
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El motivo lo sabremos poco despues. Su esposa, fallecida hace unos años, era concertista de piano. Walter vive del recuerdo. Nada le entusiasma de su presente, ni las clases que imparte de economía, ni los libros en los que ya colabora sólo poniendo su nombre. El azar le enfrentará a la intrahistoria de la economía, aquellos que sufren lo que las teorías que, estudiosos como él, no logran resolver, o prefieren ocultar bajo la alfombra de la realidad.
En Nueva York descubre que en su piso, al que no volvía desde la muerte de su esposa, habitan dos inmigrantes ilegales a los que han engañado haciéndoles creer que el dueño era otro. La reacción en principio de Walter es la usual, es su espacio, no el de ellos. Pero algo le hace acogerles. Quizá verse reflejado en su precariedad, aunque sea de otra condición. Quizá la música. Tarek toca afrobeat en clubs de jazz. Walter creará una cercana relación con él, aprendiendo a tocar el tambor africano, a lo cuál Tarek se ofrece a enseñarle como réplica a su generoso asilo. Lo que supondrá su despertar vital. Hacer del mismo su ‘propio’ instrumento, él cúal sí domina, irá en consonancia, en la proximidad, con su consciencia y conocimiento del 'otro' (del que no pertenece a su mundo, extranjero, y de otra categoria, inmigrante sin lugar ni posición), y de una realidad más inestable que no tiene nada que ver con su mullida ‘ausencia’ del mundo.
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La detención de Tarek le enfrentará a la injusticia de un sistema que no ve individuos, sino, desde la 'distancia', representaciones y categorías. Y le impulsará a un indignado compromiso ante el despropósito de una política de inmigración que señala la abismal separación entre la ajena vista en plano general de la circulación económica y sus hirientes consecuencias, en primer plano, sobre los desposeídos forzados a una errancia de ‘visita’. Su gesto final es toda una declaración de principios, tocando los tambores africanos en el metro. No permitirá que la expulsión del indeseado ‘cuerpo extraño’ yazca en el olvido. Porque es una realidad que está ahí aunque se silencie y quiera sumirse en la invisibilidad.

Tom McCarthy, reincide con esta estupenda 'The visitor' (2007) en las cualidades demostradas en su opera prima,'The station agent' (2003). Un estilo nada retórico, de precisa planificación, en el que se destierra lo accesorio. Una narración elíptica, sintética, que fluye a través de situaciones y acciones que definen las circunstancias y las transformaciones emocionales de los personajes. O cómo van conectando con los demás y el mundo de otro modo, más cercano, más empático.

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