La mordacidad hecha música, la sonrisa engatusadora que puede convertirse en la quemadura en la piel por gracia de un cigarro puro, la fina ironía que se torna cruel danza cuando se hielan las cortesías embaucadoras. El arte en estado de gracia de las composiciones de Elmer Bernstein eleva a las más inspiradas alturas a una estimable obra como 'Los timadores' (1990), de Stephen Frears.
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