Translate
martes, 5 de marzo de 2013
Days of being wild
‘Days of being wild’ (1991), de Wong Kar Wai, es la historia de un pájaro que no tenía patas, por lo que sólo podía tocar una vez tierra, para morir. Es la historia de un pájaro que no llegaba a ninguna parte, porque ya estaba muerto al principio. Pero Yuddi (Leslie Cheung) no es un pájaro. Ni sabe volar, ni amar. A So Lai Chen (Maggie Cheung) le dice que soñará con él, que recordará ese minuto por siempre, como si fuera un hechizo, o una condena. Un momento puede durar poco, o puede durar toda una vida. En los sueños lo momentos parecen encapsularse en la eternidad. Pero los despertares a veces sangran.
Yuddi no toma tierra, ni deja volar. Abandona a So Lai chin, y se une a Mimi/Lulu (Carina Lau). Aunque no puede decirse que sea unirse, sino contemplar a quien te friega los suelos, donde cree que flotan los sueños que dibuja sobre su mirada ausente. Yuddi no vive en el presente, sino en una vida suspensa, la de una interrogante no resuelta, quién es su madre biológica. Porque no tiene raíz, porque cree que vuela. Porque tiene miedo a posarse en las emociones de quien ama, de quien le despierta, porque resulta más cómodo seguir siendo un sueño.
Lo presente es un ras de tierra en el que no quiere posarse, ese en el que vive su madre adoptiva, prostituta, o clientes o enamorados de ella, a los que apaliza. Todo parece desequilibrado, como si les hubiera adoptado a todos los personajes un error, el desenfoque, el desajuste. Mimi espeta al amigo de Yuddi, Zeb (Jackie Cheung), que no se enamore de ella, pero el amigo se obceca, se le emborrona la visión, como se difumina con la lluvia que cae cuando la sigue, porque quiere protegerla, que no le pase nada, pero cuando ella le exige que no la abrume, la golpea. El amor puede derivar en golpes, gritos, reproches, objetos que se quieren recuperar, huidas.
En un bellísimo excurso o giro narrativo, como si la narración se deslizara por otros senderos que abren ángulos como si abrieran una herida, So Lai Chan conoce a un policía, (Andy Lau) que se enamora de ella. Pero los sentimientos están atrapados en frascos que huelen a pasado, y las llamadas que se esperan son las de otro tiempo, las de otra voz y otro rostro. Y quizá sea ya demasiado tarde cuando decidas mirar al presente, y este ya no sea un policía sino un marino que marchó a otro país. Sueños, recuerdos, hacia adelante, y hacia atrás, pero nadie vuela, cautivos en una tierra intermedia, suspendida. Yuddi dijo que no era capaz de concretar a qué mujer había amado más, pero se pregunta qué estará haciendo. Quizá aquel minuto aún dura en él, siempre en su corazón, pero prefirió seguir creyendo que volaba, aunque ya estuviera muerto. Siguió prefiriendo negarse.
Y los teléfonos siguen sonando en la lluviosa noche, esperando una respuesta a una pregunta que se demoró, que desaprovechó su momento. Porque las respuestas se fugan, dejando rescoldos que arden durante un momento que parece eternizarse, y las preguntas se suspenden como gotas de lluvia que temen al vacío. Siempre el corazón, tembloroso, confuso, mirando hacia donde no debe, perdiendo el paso, prendiéndose de la mirada que te niega, ofuscado en los maridajes de los sueños, o no encontrando el sendero entre los zarzales que quizá haya interpuesto él mismo porque prefiere seguir sobrevolando en la distancia mientras esconde sus patas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario