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domingo, 19 de julio de 2020

The major

En Durak (2014), la tercera obra del cineasta ruso Yury Bykov, el protagonista, fontanero, advierte al comité administrativo que rige la ciudad de que hay un edificio de nueve pisos, habitado por 820 personas, que amenaza con derrumbarse prontamente dada la fisura abierta que recorre los laterales del edificio. Aunque la principal fisura es su integridad. Porque las autoridades se definen por su falta de escrúpulos, corrupción y priorización de la conveniencia. El reproche de su esposa es el que, en cualquier país, ha impedido la mejora, en cuanto afianzamiento de condiciones rigurosas y equitativas, de los cimientos socioeconómicos: le cuestiona que subordine su familia y ponga en peligro su vida por preocuparse de otros seres humanos. Pero Dima le replica que vivimos y morimos como animales porque no nos preocupamos por los demás seres humanos. En su anterior obra, The major (2013), la fisura que se evidencia, la corrupción, falta de escrúpulos y priorización de la conveniencia, atañe a otra institución, la policial.
El detonante es un accidente, un atropello. Un hombre, Sobolev (Denis Shvedov), recibe una llamada que le comunica que su esposa está dando a luz. La ofuscación de la ilusión se convierte un acelerador que sortea vehículos por una carretera cubierta por una pátina de hielo, pero no a un niño que cruza por un paso de peatones, delante de su madre, Gutorova (Irina Nizina). Paradoja: la ilusión de ver a su hijo recién nacido le ofusca de tal manera que quita la vida a otro. La narración, progresivamente, confrontará al protagonista con sus decisiones o, en concreto, las decisiones que provoca, unas decisiones que cruzan las líneas que sea para mantener la imagen conveniente de la institución policial. Porque Sobolev es un oficial de importante rango, un mayor. Su primera reacción es pedir ayuda. Pero no anticipa o prevee en qué va a consistir esa ayuda, qué acciones son capaces de ordenar su superior, el jefe de policía Pankratov (Boris Nevzorov), y ejecutar su amigo, y compañero, Korshnusov (Yury Bykov). Durante el trayecto narrativo se confrontará, o colisionará, con qué somos capaces de emborronar para que nuestra realidad siga pareciendo tan normal como nos parecía antes. En el proceso enfocará con demoledora nitidez de qué materia ética se constituye esa normalidad.
La narración se define por una medida graduación de la opresión, como un organismo que se va degradando. Las composiciones parecen recluir a los cuerpos. Son precisas simetrías que exponen un desajuste crónico, una necrosis. El hielo, el cielo encapotado, la escasez de luz se acopla a la falta de integridad, a una ética encapotada y escasa. No hay reparos en distorsionar y manipular los testimonios, en usar modos de persuasión agresivos para neutralizar cualquier objeción. Sobolev es testigo horrorizado de cómo su reacción inicial, la reacción del que quiere evitar complicarse la vida, excusándose en la falta de intención de infligir daño, propicia, en cadena, una serie de actos abusivos y violentos que carecen de límites para recomponer la apariencia maquillada. Cualquier posible fisura debe ser extirpada. El sistema debe prevalecer, aunque se define por la injusticia, la crueldad y el abuso.
Pero, como en Durak, el planteamiento corrosivo de The major va más allá. No sólo es una cuestión de corrupción de los representantes de las instituciones o gestores administrativos, sino de la misma naturaleza humana. Como apunta Korshnusov a la madre, cuando ésta comenta asqueada cómo pueden vivir consigo mismos, ella hubiera actuado del mismo modo en esa situación. Del mismo modo, en Durak, los inquilinos apalizarán al protagonista cuando sea el único que intente avisarles de que el edificio se va a derrumbar. Muchas veces el ser humano se excusa, o evita mirarse a sí mismo con claridad, con la cantinela de que la corrupción o inconsistencia es la de los representantes del poder económico y político, pero las corrupciones y los trapicheos convenientes se realizan a cualquier escala: la supervivencia es la justificación de los que ejercen de esbirros de este corrupto sistema en cualquier país. La distinción se singulariza en quienes son capaces de priorizar la integridad y la honestidad, aunque se les califique como idiotas y les apalizen, como en Durak, o reaccionen tarde para asumir su responsabilidad, como en The major.

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