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lunes, 1 de noviembre de 2010

El ladrón de Bagdad

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En 'El ladrón de Bagdad' (1940), lo que puede parecer ordinario, en lo que está al margen de lo que la visión dominante establece, un pordiosero que es ciego, Ahmad (John Justin) y un perro, Abu no son lo que parecen, y son la mirada y la voz con las que lo asombroso y lo extraordinario puede ser discernido. Su relato desentrañará cuán equívocas pueden ser las apariencias o cuán erradas las miradas. Ahmad era realmente un príncipe, y Abu (Sabú) un ladronzuelo, que tuvieron el infortunio de cruzarse en el camino, o mirada, del Visir Jaffar (Conrad Veidt), a través de cuyos ojos impone su voluntad a los demás, que es buscar modelar la realidad a su conveniencia y deseos, sea tanto detentar el poder como conseguir el amor de la princesa (Janet Duprez), pero la mirada de esta, su amor, está prendida de Ahmad. Jaffar plantea como condición para que Ahmad recupere la vista el que ella acceda a abrazarle (la voluntad que acepta que su espacio intimo ya no sea propio sino de otro; o el abrazo en este caso no como recepción sino como opresión). En esta lid de diferenciadas formas de mirar, como discernimiento o como imposición, no es de extrañar que una de sus claves sea el lograr la preciada joya de nombre 'El ojo que todo lo ve'.
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Recuperada la vista Ahmad, y Sabú su constitución humana, ambos pugnarán por restituir la realidad negada y usurpada, enajenada y esclavizada por la mirada imperativa de Jaffar. Y lo asombroso y lo extraordinario se adueñan de la narración, como si la imaginación fuera el fundamental impulso disidente: Las secuencias de Sabú con el genio de la botella (incorporado por Rex Ingram), la lucha de éste con la araña gigante cuando asciende en su telaraña para apropiarse de 'El ojo que todo lo ve'; la creación mecánica de la mujer de seis brazos que asesinará al padre de la princesa (tras precisamente abrazarle) ; el caballo mecánico, que al unirse sus partes se convierte en un caballo real volador. No es casual que el triunfo de la imaginación, y de la mirada luminosa, se materialice con la flecha que lanza Sabú cuando Jaffar pretenda huir a lomos del caballo volador.
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En la dirección de 'El ladrón de Bagdad' (1941), constan tres directores, Ludwig Berger, Michael Powell y Tim Whelan, pero otros tantos participaron en tal tarea, el productor mismo, Alexander Korda, su hermano Vincent, también responsable del diseño de producción, y William Cameron Menzies. Un año y medio duró el proceso de rodaje, que ya tuvo un inconveniente en el estallido de la guerra, lo que determinó trasladar el rodaje de Inglaterra a Estados Unidos. Korda no quedó muy contento con el trabajo del primero director contratado, Berger, como por la música que había elegido, y lo sustituyó (parece que escaso es lo que resta de lo rodado por Berger), y contratando a Miklos Rosza para la música, y para la dirección a Tim Whelan y Michael Powell, que parece que sobre todo rodó las secuencias con Conrad Veidt, y fue a quien se le ocurrió la idea del ojo en la proa del barco del visir. Escenas como las del desierto con el genio, rodadas en Monument valley, y las del templo de la diosa de la luz, fueron dirigidas por Vincent Korda y Menzies ( fundamental en la concepción visual del film), así como tuvieron que rodarse de nuevo secuencias con Sabú dado lo que había crecido en el largo tiempo transcurrido desde el inicio del rodaje. Tampoco olvidar de mencionar el fascinante technicolor de la fotografía de Georges Perinal.

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