miércoles, 19 de julio de 2023

Nacido para matar

 

Laura Palmer no murió por primera vez en Twin Peaks, sino en Reno, aunque su nombre, en Nacido para matar (Born to kill, 1947), de Robert Wise, fuera Laury. Esta adaptación de la novela Deadlier than the male, de James Gunn, producción de la RKO, es también, como la serie creada por David Lynch y Mark Frost, una narración definida por la turbiedad, aunque aquí no se combina con el humor excéntrico. Es un relato, más bien asfixiante, que pareciera reflejar un contexto social definido por las supuraciones (emocionales, morales), da igual si es en mansiones o suburbios, y en especial, en el escenario de las relaciones amorosas. La guerra había finalizado, pero parecía haber otro tipo de campo de batalla en la propia sociedad. En las primeras secuencias, Laury comenta, a Mrs Kraft (Esther Howard) y Helen (Claire Trevor), recién divorciada, sobre las necesarias estrategias que se deben realizar en las relaciones, o contiendas, con los hombres. Hay un hombre que le gusta, pero considera necesario darle celos con otro, aunque éste no le interese en la misma medida. Táctica necesaria porque, como apostilla Helen, los hombres son estúpidos. Helen, en un salón de juegos, coincidirá, mientras apuesta en una ruleta, con Wild (Lawrence Tierney). El intercambio de miradas sugiere la mutua atracción, como también, cuando aparezca Laury con su acompañantes, que Wild es el hombre al que Laury quiere dar celos. Apuestas, azar, imprevistos ¿Qué trama rige el curso de los acontecimientos cuando se actúa movido fundamentalmente por los impulsos y caprichos? Laury y su acompañante llegan a la casa y cuando él entra en le cocina, se advierte al fondo del encuadre a Wild. La muerte será el resultado de esa noche. Wild, acorde a su nombre (salvaje) da rienda suelto a su despecho. Quiere que la realidad sea como quiere que sea. Es el opuesto a las retorcidas tácticas de Laury. Wild representa el retorcimiento turbio de la línea recta, la inflexible línea recta de quien actúa y reacciona por impulsos y caprichos.

Una y otro coinciden en querer controlar el escenario de la realidad. Helen descubrirá los cadáveres pero decidirá no informar a la policía por las complicaciones en las que le puede meter, sobre todo por inconveniente porque, aunque flirtee en su viaje a San Francisco con Wild (sin sabe que es el asesino, obviamente), está prometida con un rico empresario, Fred (Philip Terry). Wild, de nuevo, sigue una línea recta y se encuentra con desconcertantes líneas quebradas. La mujer que le atrae, y que parecía corresponderle, tiene otras prioridades, otros planes. Esos que se rigen por la conveniencia. El cálculo la define. Wild decidirá emularla, adoptando también estrategias retorcidas, inspiradas en el despecho. Decidiría cortejar a la hermanastra de Helen, Georgia (Audrey Long), con la que se casará en pocas semanas. El escenario amoroso no puede ser más retorcido y turbio. No importa a quien se quiere. Es un tablero de juego. El desconcierto se amplía con el forcejeo emocional en el que se ve inmersa Helen, pues Wild le atrae a la vez que repele. Le atrae su fuerza y firmeza, como si fuera una roca inquebrantable, y esa depravación que, a la vez, rechaza.

Cuando entra en juego un contendiente imprevisto, que es como el joker en una partida, pues no le mueve el interés emocional sino meramente económico, un detective, Arnett (Walter Slezak), contratado por Mrs Kraft, quien consideraba a Laury como la hija que nunca tuvo, el escenario sufrirá las consiguientes alteraciones, que determinarán reacciones estratégicas, por conveniencia, en algún caso extremas, pues implica el asesinato. Los impulsos y el cálculo se enmarañan. Helen deberá dirimir qué le conviene, en qué medida quiere proteger a Wild, o en qué medida sería necesario sacarlo de la ecuación, o desde luego es lo que pensará Wild cuando advierta sus movimientos tácticos, los cuáles de nuevo le sumirán en el desconcierto. ¿Qué indican las acciones? No hay literalidad sino aparentes contradicciones. Para alguien como Wild que se guía por sus reacciones impulsivas, si alguien se mete en la habitación de la mujer que ama, aunque sea su amigo y cómplice Marty (Elisha Cook, jr), no puede indicar sino intrusión en su particular coto de caza, no una posible intervención táctica que le pueda favorecer. Por eso, en una de las secuencias más turbias y tenebrosas, aquella en la que Marty ha citado a Mrs Kraft en un apartado descampado para matarla, Wild, cual autómata de sus instintos, matará a quien le estaba ayudando a eliminar a alguien que podía poner en problemas a Wild. Wild más bien amplía sus problemas. No importa el amor o la amistad, sino conseguir satisfacer sus caprichos y deseos, y eliminar cualquier posible interferencia. Por eso, discute con Georgia en relación a ocupar el cargo del periódico, porque su principal motivación es disponer de poder en cualquier circunstancia, conseguir que la realidad sea como él quiere que sea. Y en esa realidad los demás son meras funciones (que complacen o estorban). Probablemente, es por eso por lo que Helen se sienta atraído por su depravación. Porque no difieren demasiado. Nacido para matar, es, sin duda, un descarnado y áspero retrato de una sociedad que acababa de ganar una guerra. Una sociedad que era más bien un turbio campo de batalla.

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