lunes, 17 de julio de 2023

Union station

 

Union station (1950) de Rudolph Mate, producción de la Paramount, con guion de Sidney Boehm, según argumento de Thomas Walsh, es una vigorosa muestra de cine negro, una obra de eficaz y enérgica narración, cuya lograda tensión se sostiene sobre la urgencia de un plazo tiempo limitado, aspecto en que ya había incidido Mate en otra interesante obra Con las horas contadas (DOA, 1949). La acción pivota alrededor de ese gran escenario de la Union Station en Chicago, en el que se establecen los encuentros entre los secuestradores de la hija ciega de un millonario y éste, con la atenta vigilancia de la policía, encabezados por el eficiente, aunque con un punto de inflexible, teniente Calhoun (William Holden) y el más relajado Inspector Donnelly (Barry Fitzgerald). Este protagonizaba una obra inspiradora de Union station, La ciudad desnuda (1948) de Jules Dassin. Ambas, como La calle del misterio (1950), de John Sturges, en cuyo guion también colaboró Boehm, colindan con esa variante del cine negro de esa epoca que es el cine procedural, en el que nos relatan con detalle los procedimientos de la institución policial (en este caso labor de vigilancia y seguimiento), y el rodaje en localizaciones reales, que inprime cierto aire semidocumental en ciertas secuencias, que aquí se combina con la estilización de otras.


Esta alternancia o conjugación se aprecia claramente en las dos brillantes secuencias de acción: la persecución en el tren elevado que realiza la policía tras uno de los secuestradores, y que acaba entre unos corrales de ganado vacuno, o la que tiene lugar en el climax final en unos estilizados decorados de estudio que representan los túneles con vías debajo de la estación. Los trazos en el dibujo de los personajes son escuetos pero precisos, como es el caso del villano, Beacom, que pasó cinco años en la cárcel, definido en sus acciones (carente de escrúpulos, amenazando al compinche que duda sobre el éxito del secuestro, o indiferente, cuando disparan a su novia, interpretada por Jan Sterling) y por la inquietante mirada del actor Lyle Bettger. O como lo es la inflexibilidad en cuestión de Callahan, que da lugar a una excelente secuencia, distendida, en casa del inspector Donnelly, en la que, mientras éste prepara unas bebidas, le señala los riesgos de que una excesiva eficiencia le convierta en autómata, aspecto sobre el que ha sido cuestionado por Joyce (Nancy Olson), la mujer que les informó sobre la sospechosa forma de actuar de dos hombres en el tren, Beacom y el compinche que luego será perseguido en el tren. Un cuestionamiento que afecta a Callahan porque no se cree tan insensible, y porque se siente atraído por ella. De alguna manera, durante la resolución del caso, Callahan se reenfoca a sí mismo.

La narración brilla por su afinada capacidad de síntesis. Queda patente en su introducción, que ya nos sitúa prontamente en el conflicto. Se nos presenta a Joyce, presta a coger el tren, despidiéndose de Lorna (Allene Roberts), ciega, para cuyo padre ella trabaja. En una parada del tren se percata de un coche que llega a toda velocidad, tocando la bocina, y del que descienden dos hombres que se separan y entran cada uno por distintas entradas del vagón para sentarse separadamente; y advierte, cuando alza la maleta, que uno, Beacom, lleva pistola. Joyce pide al revisor que avisa a la policía. Cuando llegan a la estación, Calhoun sigue a los hombres, que introducen un maletín en la taquilla. En su interior solo hay ropa de Lorna, por lo que deducen que la han secuestrado. Sin muchos preámbulos, y con presteza expositiva, ya nos introducen en el conflicto que generará la consiguiente tensión en la narración. Esa cualidad de precisa contundencia destaca también en intensas secuencias como aquella en la que los policías amenazan a uno de los secuestradores con lanzarle a las vías para que le arrolle un tren que llega si no les dice donde está la secuestrada (sobre la cual pende en todo momento la duda de si los secuestradores la habrán matado o no). Probablemente, Union station sea una de las obras más estimables, en su discreta filmografía como director, de Rudoph Mate, quien comenzó como director de fotografía trabajando para Dreyer en La pasión de Juana de Arco (1928), o Vampyr (1931), Lang en Liliom (1934). Reputado director de fotografía, nominado en cinco ocasiones en los Oscar, colaboró con King Vidor en Stella Dallas (1937), Leo McCarey en Tú y yo (1939), William Wyler, en Desengaño (1936) o El forastero (1940), Alfred Hitchcock en Enviado especial (1940), Garson Kanin en Mi esposa favorita, o Ernst Lubitsch en Ser o no ser (1941). 

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