miércoles, 26 de julio de 2017
Cielo amarillo
Una calavera atravesada por una flecha, una pintura con una mujer atada a un caballo encabritado, un atraco a un banco. Muerte, deseo y codicia. La huida supone cruzar un desierto de sal. Quizás sea cruzar un umbral porque el destino es una ciudad fantasma, donde una mujer es el caballo encabritado que ata su deseo. El oro pone a prueba quién un posee un mínimo de conciencia. Y la muerte es la absurda ruleta de azar. 'Cielo amarillo' (Yellow sky, 1948), de William A Wellman, con guión de Lamar Trotti, que adaptó la novela, aún no publicada (no lo sería hasta 1950), de W.R Burnett nos transporta a un espacio fantasmal que nos hace pensar si no estamos viviendo un sueño, como los espejismos de codicia y deseo que ciegan a los personajes. En la secuencia de apertura, una calavera atravesada parece el indicador, para los siete jinetes, de cuál es la dirección que les señala, como si fueran a cruzar un purgatorio, o liberarse tras cruzar un limbo. Pero entremedias, las pruebas con las que se confrontarán consigo mismos. En la siguiente secuencia, los siete hombres sacian su sed en un bar, y contemplan la pintura de una mujer atada a un caballo encabritado. El deseo encabritado, la sed que puede no saciarse y sí ofuscar. Esos siete jinetes han acudido a ese pueblo por un propósito, atracar el banco. La codicia se conjuga con la necesidad de supervivencia.
Su jefe, Stretch (Gregory Peck), aquí forajido que deja atrás la falta de conciencia por la mera supervivencia (consecuencia de las precariedades y desubicación en que sumió al país la guerra civil), recobrará durante el trayecto narrativo la confianza en la integridad. Entre sus compañeros, Dude (Richard Widmark), es su vesánico contrapunto, refinadamente inquietante, como quien te escupe veneno con una sonrisa. A él le importa ante todo el oro (hay a una mujer con la que espera retornar, y el oro es el medio necesario para conseguirlo). Será Lenghty (John Russell) su principal oponente en la manifestación del deseo encabritado. Los otros tres componentes son más bien comparsas, Half pint (Harry Morgan), Walrus (Charles Kemper) y Bull run (Robert Arthur). En la huida del atraco pierden a un componente, abatido por los disparos de un destacamento del ejercito que les persigue, aunque no les seguirá cuando los seis jinetes decidan internarse en el desierto. 'Un desierto es un espacio, y un espacio se cruza' es la sentencia lógica de Stretch, y aunque algunos de sus compañeros muestren en principio reticencia también le acompañarán en esa huida.
En el otro extremo se encuentran con una ciudad fantasma, y dos habitantes, Mike (Anne Baxter) y su abuelo (James Barton). El agua sacia su sed, pero dos fantasmas se perfilan con un cuerpo tentador. El deseo encabritado ofusca algunas de las mentes. De modo más evidente, la de Lenghty. De manera más tímida, la de Bull Run. Y de modo más solapado, la de Stretch. Ese conmina a que los colmillos no se desenfunden, pero él pronto comienza a merodear en la oscuridad ese cuerpo que le ha conmocionado. Entre ambos cuerpos se producen pronto los forcejeos. Aunque en principio, Stretch los justifique más como la manifestación de confrontación de voluntades, como una constatación de quien domina la circunstancia. Stretch la avasalla porque ella no se somete, y ella responde con contundencia, marcando su cabeza con el disparo de una bala. Mike mantiene una actitud desafiante, y el deseo encabritado no se contiene. Lengthy excusará su avasallamiento, además, significativamente, en el pozo de agua, en que ella se contonea provocativamente ante ellos. Bull run, el más honesto, será quien salga en su defensa, pero será el macho dominante en la manada, Stretch, quien reduzca a Lenghty.
La otra materia que suscitará la tentación y desbocará el juicio será la posibilidad de existencia de oro. Dude, cuya mente no se encabrita ni ofusca por la presencia de Mike, enfoca sus pensamientos en el singular hecho de que ambos, abuelo y nieta, permanezcan solos en un pueblo abandonado. Su conclusión es que hay algún interés que determina su permanencia, y no puede ser otro que el oro. Esto pone en movimiento el asalto o asedio para conseguir la información de dónde se encuentra la otra materia codiciada, y por extensión, colisiones entre las voluntades dentro del grupo o manada. Comienza a tensarse la cuerda de la disensión entre Stretch y Dude, pero este, sibilino, sabe que el enfrentamiento ciego no reporta interés. No le importa no ser el jefe de grupo o manada si Stretch también acepta priorizar la búsqueda de oro. Stretch, haciendo honor a su apodo, es quien más evidencia ser elástico en su modificación de actitud y conducta. Ante el abuelo y su nieta, para perplejidad de estos, comparte sus orígenes, una forma de hacerles comprender su cambio de actitud, cómo ya se encuentra más cerca de ellos que de sus compinches (momentos antes, entre él y Mike se ha dado también un paso fundamental en la consolidación de una relación que ha pasado de la desconfianza y contienda a la complicidad: Mike ha compartido que su real nombre es Constance Mae; Stretch que se llama James Dawson: Inician el trayecto de intimar). En la conclusión, en una magnífica secuencia resuelta en fuera de campo, el tiroteo en el que Stretch, Dude y Lenghty se enfrentan en la cantina de la ciudad fantasma (en una cantina se comienza y en otra se concluye), una ruleta gira mientras Mike va descubriendo los cuerpos de quienes han muerto y de quien aún sobrevive, aquel con quien sí iniciará una relación que ya no será fantasmal.
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